Minuto a Minuto

Internacional Trump y la primera dama encienden el árbol de Navidad de la Casa Blanca
Trump y Melania encendieron el árbol de Navidad de la Casa Blanca, y Trump afirmó que la religión vuelve a EE.UU. mientras elogió a las fuerzas federales
Nacional Sismo de 3.4 sacude Montemorelos, Nuevo León
Esta noche del 4 de diciembre el Sismológico Nacional registró un sismo en Montemorelos, Nuevo León, a las 19:51 horas
Nacional Ebrard asegura que “no hay ninguna señal que indique que el T-MEC no seguirá”
Marcelo Ebrard aseguró que la revisión del T-MEC avanza sin señales de riesgo, pese a que Trump afirmó que podría dejarlo expirar
Internacional Cuatro aerolíneas internacionales se suman a la ola de suspensiones de vuelos en Venezuela
Las aerolíneas Wingo, Satena, Copa y Boliviana de Aviación suspendieron vuelos en Venezuela en medio de la tensión con EE.UU.
Internacional ONU Mujeres urge a “cortar la cadena” de violencia digital y tipificarla en Latinoamérica
Bibiana Aido, nueva directora de ONU Mujeres, pidió frenar la violencia digital contra mujeres y niñas y urgió a los Estados a tipificar estas agresiones

No sé si sea solo un efecto del desorden que traigo en la cabeza, pero cada vez tengo más la impresión de que nuestros líderes políticos y funcionarios quieren convertirse en superhéroes.

Ya no se conforman con ser simples gestores. Quieren ser el mesías que salva a la patria, el que lucha contra los villanos —“conservadores”, “neoliberales”, “fifís” o “machuchones”, da igual— o el estratega que presume logros en seguridad con tácticas a veces cuestionables. (Cualquier parecido con México, Estados Unidos o El Salvador es mera coincidencia). En este ambiente, la lealtad se vuelve un acto de fe, no de razón.

La politóloga Rossana Reguillo lo explicó en 2020. El populismo, dijo, construye “comunidades emocionales”: vínculos tejidos con miedo, esperanza y odio. El resultado es un lazo emocional con el líder, más que un compromiso político con el proyecto.

Esa lógica ayuda a entender por qué líderes como López Obrador, Claudia Sheinbaum, Donald Trump o Nayib Bukele mantienen altos niveles de aceptación. En México, las encuestas lo confirman: AMLO cerró con números espectaculares y su sucesora conserva prácticamente la misma popularidad.

En contraste, la confianza en el Congreso y en los partidos se desploma. Muchas veces esa caída se alienta desde Palacio Nacional. Las cifras muestran una paradoja: mientras la figura del líder se eleva a alturas casi míticas, las instituciones que deberían equilibrarlo se erosionan… o son erosionadas.

El riesgo de este culto no es solo que desaparezca la rendición de cuentas. También nos rebaja a meros espectadores, a fans que aplauden desde la grada mientras el superhéroe intenta resolverlo todo (o dice que lo intenta). Pero un ciudadano de verdad no aplaude ciegamente: cuestiona. No idolatra: exige.

En un país sano, la política debería ser crítica ciudadana. No una misa donde los feligreses esperan la homilía de su héroe. Porque, al final, el mayor desorden no está en las calles, sino en lo que permitimos que se acomode en nuestra mente.

EN EL TINTERO

Los que sí pusieron el desorden fueron los diputados del bloque oficialista en San Lázaro, al retrasar la conformación de la mesa directiva. Todo para evitar que en la foto de la primera sesión de la nueva Suprema Corte apareciera un opositor y, así, mandar el mensaje simbólico de que tienen todo el poder.

Dame tu opinión: [email protected]

Sígueme:
@mcamachoocampo