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Ayer ganó en Wimbledon una tenista que había caído al 489 lugar del mundo, Amanda Anisimova. Le ganó a la número 1 del mundo, Aryna Sabalenka.

Anisimova pasó, en un torneo clave, de ser la 489 del mundo hace unos meses a ser la primera o la segunda.

Recordé lo que me dijo alguna vez Javier Tello, tenista irredento, cultísimo del tenis y de tantas otras cosas.

Esto:

Una vez que alguien está entre los 500 mejores o mejoras tenistas del mundo, todo se define por carácter, no por calidad. Todos los tenistas que están entre los primeros 500 del mundo son capaces de hacer los tiros espectaculares que hacen los ganadores.

Pero unos los hacen y otros no.

¿Por qué? ¿Por qué no pueden los mejores tenistas del mundo hacer lo mejor que saben en el momento en que lo necesitan para ser los mejores?

Ese es el gran enigma del juego. El misterio. El secreto de los campeones.

Como soy obsesivo y todo lo derivo a la vida pública de nuestro país, leo este asunto en clave de gobierno.

Para nadie es un secreto que estamos en medio de un gigantesco cambio de clase política en el país. Entran unos a tropel, salen otros a patadas.

Mi queja es que los que entran no están entre los 500 mejores, capaces de jugar igual o mejor que los que salen.

No estamos cambiando calidad de clase política por calidad equivalente de clase política. Calidad de burocracia entrante por calidad de burocracia saliente.

Lo que hemos visto en estos años es una selección de los que están por debajo del ranking de los 500 mexicanos capaces de ocupar posiciones clave.

Estamos viendo jugar en secretarías de Estado a funcionarias y funcionarios que apenas estarían para gobiernos municipales.

En el relevo de la clase política mexicana no hay nada parecido a la historia de Amanda Anisimova, la tenista ranqueada hace unos meses en el número 489 del circuito profesional del tenis, hoy finalista en Wimbledon.

Anisimova estaba ya entre las mejores 500 del tenis mundial. Había demostrado su calidad, tuvo una caída física y mental, se recuperó y volvió.

Muy distinta es la historia de la clase política mexicana actual, que no ha estado en el ranking de los 500 mejores de su especialidad.

Se nota.