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Hoy quiero contar a ustedes las historias de dos hombres de campo, historias que son un claro ejemplo de que la administración del presidente López Obrador no hizo las cosas tan bien como el mandatario presume.

Comencemos con Gerardo. Él es un hombre joven, de treinta y cuatro años, padre de tres niñas (una de 11, otra de 8 y la más pequeña de 6 años). Para sostener a su familia siembra jitomate, chiles manzanos y pepinos, en un pequeño invernadero de su propiedad, además, cuando se lo piden, hace barbacoa de borrego.

Hace unos días lo encontré a la salida de una tienda de su pueblo, llevaba la mano derecha vendada. Al preguntarle qué le había pasado, me contó que cuando estaba moliendo pastura para sus animales, el molino le “agarró la mano”, le “voló las uñas” y le fracturó tres dedos, el índice, el medio y el anular.

Actualmente él y su familia no están afiliados a ningún sistema de salud, por lo que para hacer frente a los gastos de su accidente tuvo que vender sus animales.

“No sé qué voy a hacer Miguelito. Ya estoy mejor, pero el doctor dice que para no quedarme tieso tengo que ir a terapias. Me cobran 500 por día y dicen que me tienen que dar tres por semana… Es mucho dinero, no tengo, ya vendí los borregos”, me comentó.

“Dios nunca me ha dejado Miguelito, espero que también me eche una manita”, me dijo mientras acomodaba las cosas que compró en su camioneta.

Ahora hablemos de Martín, él tiene 37 años, es padre de cuatro hijas. Para sostener a su familia siembra chiles manzanos y jitomates, además se dedica a construir invernaderos.

Hace un par de meses comenzó a sentir una bola que fue creciendo y creciendo. Tres consultas, dos radiografías y un ultrasonido después, los médicos le dijeron a Martín que tiene una hernia que debe ser operada.

El problema, además del costo de la cirugía, es el tiempo de recuperación, dos meses en los que no podrá hacer ningún trabajo. “Si yo no trabajo, mi familia y yo no comemos”.

Gerardo, Martín y sus familias se atendían antes dentro del esquema del seguro popular que el presente gobierno desapareció sin tener un plan de contingencia.

El acceso a los servicios de salud es una de las tareas de gobierno en las que la administración del presidente López Obrador más ha metido la pata. Según cifras del Coneval, 50.4 millones de mexicanos no cuenta con algún servicio para atender sus problemas de salud.

En este campo, como en otros, López Obrador desmanteló, con su clásico pretexto de “combatir la corrupción”, el Seguro Popular, afectando a familias como las de Gerardo y Martín, que ahora tienen que vender parte de su patrimonio para poder solucionar sus problemas de salud.

“Para acabar con los problemas que el Seguro Popular presentaba”, la administración de López Obrador creo el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi). Al frente de la institución no puso a un destacado médico con experiencia en diseñar estrategias de salud, sino a Juan Antonio Ferrer, que antes de llegar al instituto era DIRECTOR DE ZONAS ARQUEOLÓGICAS. La forma en que se creó el Insabi era la crónica de un fracaso anunciado, sólo vivió tres años, de 2020-2023.

Pero el haber desaparecido el seguro popular no fue la única mala decisión en el campo de la salud de la presente administración.

El presidente López Obrador, nuevamente con el argumento de la lucha contra la corrupción, se peleó con las grandes farmacéuticas y rompió contratos, lo que ocasionó una escasez de medicamentos en hospitales y clínicas públicas.

Luego de varios intentos fallidos por solucionar el problema, a finales de 2023 vino la nueva ocurrencia, crear una megafarmacia, que iba a tener todos los medicamentos del mundo; sin embargo, en su primer mes de existencia sólo pudo surtir 67 recetas.

Pero sin lugar a duda, por lo que va a ser recordada la administración del presidente López Obrador es por el mal manejo de la pandemia de Covid-19, que dejó 800 mil muertos.

Quien gane en las elecciones del próximo 2 de junio tendrá que empezar a construir un verdadero sistema de salud en el que se atienda a todos los mexicanos, para que casos como el de Martín y Gerardo no se repitan más.

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