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Estamos a unos días de que se cumplan 30 años de uno de los hechos más violentos y trágicos de la vida electoral contemporánea de nuestro país, el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Ese 1994 ya era para el momento del magnicidio un año convulso que había arrancado desde el primer día con el agridulce sabor del inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Otros hechos violentos, como el asesinato del político priista José Francisco Ruiz Massieu pesaron ese año. Bueno, hasta la carta de renuncia del entonces secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, contribuyó a crear un ambiente adverso, perfecto para una crisis económica.

Las finanzas públicas eran opacas e inestables, la deuda había crecido de forma descomunal y el tipo de cambio estaba fijo en medio de un control total del Presidente de la República.

Tras esa crisis de 1994 que marcó al país en lo político, económico y social, a lo largo de tres décadas nunca se repitió un escenario de tal turbulencia, hasta ahora.

A lo largo de estos 30 años la madurez económico-financiera que alcanzó el país le han hecho reaccionar de forma diferente ante los conflictos políticos que sí se presentan en el país.

Nadie quiere un magnicidio y si renuncia la titular de Gobernación seguro que nadie lo notaría. Incluso, la presencia y actuación del crimen organizado en muchos lugares del país hacen palidecer el levantamiento de los zapatistas de Chiapas.

Sin embargo, tras 30 años de estabilidad, este 2024 tiene focos amarillos para la vida democrática, sobre todo por el claro e ilegal intervencionismo del Presidente en el proceso electoral.

Pero a pesar de todo, la paridad del peso frente al dólar está en niveles históricamente bajos, si tomamos en cuenta los niveles inflacionarios y de crecimiento económico.

El reforzamiento financiero durante los pasados cuatro sexenios le permite hoy a México tener mercados financieros más maduros que resisten más los embates internos y se codean mejor con los grandes temas económicos del mundo.

En contra de todo pronóstico y antecedente, la paridad peso-dólar favorece a la moneda mexicana cuando la expectativa era que el año electoral presionara al peso por el nerviosismo habitual de un relevo presidencial.

Faltan todavía 80 días antes de la elección, pero la atención de los mercados está más puesta en la política monetaria estadounidense que en las dispares campañas electorales.

Por supuesto que hasta esa madurez financiera mexicana tiene un límite, en lo político que no se rebasen las líneas rojas de la ley por parte del propio Presidente, que el crimen organizado no tome acciones violentas de alto impacto y que las finanzas públicas del país resistan el gasto populista-electoral al que están sujetas.

Hay que decirlo como es, un determinado resultado de las elecciones presidenciales no determina ninguna reacción negativa de los mercados, hay cierta expectativa de que tras el relevo del 1 de octubre se pudiera tender más hacia el sentido común.

Pero el termómetro más elevado en materia político-electoral de los últimos 30 años sí merece atención especial.