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El 2022 será recordado como un año sumamente complicado para los mercados. A diferencia de otros años complicados, en el 2022 se combinaron una serie de factores sin precedentes que resultaron en un desempeño negativo generalizado en prácticamente todas las clases de activos financieros.

Con excepción del sector de commodities, que fue impulsado por el incremento en los precios de las materias primas energéticas como el gas y el petróleo, el resto de las principales clases de activos –renta variable, renta fija y bienes raíces– tuvieron un desempeño negativo.

Ni hablar de otros segmentos más riesgosos como el de criptomonedas o activos virtuales en el metaverso que se desplomaron estrepitosamente.

Otro factor que destacar es que el desempeño negativo también se extendió a prácticamente todas las geografías, ya que los activos de renta fija, variable y bienes raíces retrocedieron en los principales mercados desarrollados –Estados Unidos, Europa y Japón– y también en los principales mercados emergentes como China.

Después de tres años consecutivos de ganancias, el 2022 fue el peor año para los mercados accionarios desde el 2009.

El S&P 500 terminó el año con un retroceso de casi 20% mientras que el Nasdaq perdió una tercera parte de su valor y el índice Dow Jones retrocedió únicamente 9% debido al mayor peso relativo de las empresas del sector energético en su composición en comparación con el S&P 500 y el Nasdaq.

Dentro del S&P 500, los sectores con mayores pérdidas fueron telecomunicaciones (-38%), consumo discrecional (-36%), y tecnología (-28%); los únicos sectores que registraron un desempeño positivo fueron los de utilities (2%) y energía (65 por ciento).

Por primera vez en muchos años, el mercado de renta variable y el de renta fija se movieron a la par, ya que el alza en las tasas de interés de corto y largo plazos provocó minusvalías considerables en los mercados de bonos.

Históricamente, los mercados de bonos y acciones tienen una correlación inversa, pero en el 2022 no hubo cuartel.

El bono del Tesoro a 10 años comenzó el 2022 con una tasa de 1.51% y cerró el año en 3.88%, mientras que la tasa que paga el bono del Tesoro a dos años subió de 0.72% a 4.42 por ciento. Es importante recordar que los precios de los bonos se mueven de manera inversamente proporcional a la tasa que pagan.

El pobre desempeño de prácticamente todas las clases de activos financieros estuvo principalmente vinculado a eventos correlacionados y no previstos por el mercado.

En enero del 2022, justo cuando los especialistas anticipaban que la inflación comenzaría a bajar después de haber alcanzado un máximo cíclico en el 2021, comenzó la invasión rusa a Ucrania, detonando un incremento drástico e inesperado en los precios del gas, petróleo, trigo, maíz y otras materias primas.

Esta situación, en combinación con una férrea política de Covid-cero en China, que no permitió una normalización total de las cadenas de suministro, contribuyó a que la inflación se volviera un fenómeno persistente y creciente durante el 2022.

Esta situación obligó a la Fed y otros bancos centrales a cambiar sus planes de política monetaria drásticamente. En lugar de retirar los estímulos gradualmente y subir las tasas poco a poco, como estaba planeado, la Fed se vio obligada a implementar una serie de aumentos en la tasa de fondeo sin precedentes.

Este cambio drástico generó un entorno de restricción monetaria no visto en más de una década. Después de casi 15 años de una ola de liquidez casi ilimitada en los mercados, la fiesta se acabó de golpe.

Para el 2023, el desempeño de los mercados también estará marcado por la trayectoria de la inflación y la política monetaria de la Fed y de la magnitud de la desaceleración económica a nivel global.

En la próxima edición de Sin Fronteras analizaremos las perspectivas para los mercados accionarios y de bonos del Tesoro dentro de este contexto.