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Don’t Fight the Fed es una conocida frase en las esferas financieras que hace referencia a la fuerte influencia de la política monetaria en los mercados.

La frase advierte que los inversionistas no deben remar a contracorriente de la Fed. Si la Fed está en un proceso de expansión monetaria, las tasas de interés bajan y la inversión en los mercados de renta variable se vuelve más atractiva ya que el costo de oportunidad de mantener el dinero en instrumentos de renta fija disminuye.

Cuando la relajación de la política monetaria va al extremo de reducir las tasas de interés de corto plazo a cero por un periodo prolongado, la búsqueda de rendimientos se acelera, precipitando a los inversionistas a desplazar recursos a clases de activos con mayor riesgo, como instrumentos de renta fija con menor calificación crediticia (junk bonds), bonos de mercados emergentes, acciones (y en especial acciones de empresas de alto crecimiento pero sin utilidades), bienes raíces, commodities, criptomonedas, NFTs y hasta “bienes raíces” en el metaverso.

Cuando la decisión de mantener las tasas de interés de corto plazo en cero por un periodo prolongado se combina con programas de expansión cuantitativa que inyectan cantidades inusitadas de liquidez destinadas a la compra de bonos gubernamentales y bonos respaldados por hipotecas de largo plazo, las tasas de interés de largo plazo también se deprimen a niveles históricamente bajos.

Esta situación refuerza la búsqueda de rendimientos y la migración hacia activos más riesgosos. Entre el 2009 y 2021, los mercados convivieron con el experimento de expansión monetaria más grande de la historia y la frase Don’t Fight the Fed se hizo más evidente que nunca.

Entre el 1 de enero del 2009 y el 31 de diciembre del 2021, el S&P 500 tuvo un incremento de 400%, mientras que el Nasdaq 100 creció 892 por ciento. Ni hablar de otros activos más especulativos como el Bitcoin que pasó de un valor inicial de 400 dólares en el 2014 a un máximo de casi 65,500 dólares en noviembre del 2021.

Todo esto sucedió en una década en la que el crecimiento económico fue de débil a moderado y sumamente inconsistente. Aunque las utilidades de las empresas crecieron, lo que realmente impulsó a los mercados fue el entorno de tasas de interés en cero (o inclusive negativas en algunos países) y la gran ola de liquidez creada por los bancos centrales.

Esta era de política monetaria super expansiva fue posible gracias a que las presiones inflacionarias en los países desarrollados fueron prácticamente inexistentes entre el 2009 y 2020.

En la actualidad vivimos un contexto muy diferente pero la frase Don’t Fight the Fed vuelve a ser cierta aunque en el sentido opuesto. Las incesantes presiones inflacionarias han forzado a la Fed y a otros bancos centrales a embarcarse en un agresivo programa de restricción monetaria.