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¿Qué puede salir mal? México tiene ante sí la mayor oportunidad económica en una generación: quedarse con una parte sustancial de la inversión extranjera directa que ahora está en China. Son 200,000 millones de dólares anuales y una parte de ellos saldrán de China, porque Estados Unidos necesita enfriar su relación con el Dragón. Es un asunto de geopolítica, con amplias repercusiones económicas.

Decenas de empresas están buscando instalarse en México. El proceso tiene un nombre técnico, nearshoring. Las grandes empresas están rediseñando las cadenas de valor dentro de la llamada Fábrica Global. Tener un proveedor estratégico ubicado en China dejó de ser una ventaja expresada en costos y se ha convertido en un problema, en una vulnerabilidad. Lo dejó claro el covid. El mensaje lo refuerza la crisis de abasto de los semiconductores; la invasión de Rusia a Ucrania y la retórica de la dirigencia China.

El apetito por instalarse en México es algo palpable. De ello dan cuenta los desarrolladores de parques industriales; las oficinas de promoción económica de los estados del norte del país y el Bajío. Muchas empresas exploran la posibilidad de instalarse en México porque nuestro país tiene un atributo envidiable: cercanía con Estados Unidos. Location, Location, Location. Es tan importante esta ventaja que, en muchos casos, compensa problemas severos como la inseguridad o la mala calidad del abasto eléctrico.

La excelente posición geográfica se complementa con un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, sumada a una experiencia de un cuarto de siglo de exitosa integración económica y comercial. En teoría, esto nos coloca en una situación inmejorable para aspirar a quedarnos con una buena rebanada de ese gran pastel de inversión extranjera directa que ahora se queda en China. Es realista pensar que México puede aspirar a ganar 15% de los 200,000 millones de dólares que captó China cada año. El 15% son 30,000 millones de dólares y si los consiguiéramos, duplicaríamos la Inversión Extranjera Directa que ahora conseguimos. Más allá del monto de los recursos, estamos hablando de inversión en sectores que definirán el futuro de la economía mundial: electromovilidad; inteligencia artificial; robótica y aeroespacial, entre otras.

¿Qué puede salir mal? Estados Unidos ya tomó la decisión de desacoplarse de China porque el Dragón se ha convertido en el principal retador del Tío Sam en liderazgo económico internacional. En ese desacoplamiento, el Gobierno de Estados Unidos está desplegando junto con sus empresas una nueva estrategia en materia de economía internacional. Es un adiós a la globalización que vimos a partir de la década de los 90’s del siglo pasado. Es menos libre comercio y más proteccionismo. La elección del lugar donde se localizarán los procesos clave de una industria debe considerar los costos, pero también el riesgo político. Los factores geopolíticos ya no se pueden pasar por alto en el momento de decidir una inversión. ¿Es un país “amigou”… es confiable?

Más que nearshoring, estamos hablando de friendshoring. Es importante estar cerca del territorio estadounidense, pero más importante ser aliados confiables en un escenario internacional polarizado, donde se están redefiniendo muchas de las reglas que se pusieron en marcha después de la Segunda Guerra Mundial y tuvieron otra vuelta de tuerca con la caída del muro de Berlín. En Estados Unidos se tallan los ojos y menean la cabeza cuando revisan el mapa de lugares de producción de chips o semiconductores, ¿cómo es que dejaron que 80% de la producción mundial se encuentre en Taiwán y Corea del Sur? Son dos países muy cercanos a la órbita china.

¿Podrá México pasar del nearshoring al friendshoring? No es seguro y, probablemente, tampoco será fácil. Si el proceso dependiera solo del presidente López Obrador, la respuesta es no. Nuestro mandatario no quiere fortalecer los lazos con Estados Unidos. Quizá porque supone que el Tratado de Libre Comercio y la relación económica está hecha a prueba de balas y groserías. Está consciente que la geografía es inalterable y siempre tendremos 2,000 kilómetros de frontera compartida.

¿Qué puede salir mal? Las relaciones económicas no son inmutables. Dependen de circunstancias diversas, hemos hablado de geopolítica, pero también hay que considerar la política interna. En Estados Unidos hay molestia con algunas de las acciones y gestos que ha tomado el Gobierno de López Obrador. Ahora hablamos de la Cumbre de las Américas, pero la mayor herida abierta es la ambigüedad con la que desde el gobierno mexicano se ha tratado la invasión rusa a Ucrania. Esta molestia está ahí y en cualquier momento puede revivir esa vocación proteccionista que vimos hacer erupción con Donald Trump. ¿Podemos ser socios de Estados Unidos sin ser aliados o amigous?