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Más de 100 países firmaron anteayer la declaración de Glasgow, un compromiso para revertir la deforestación en el planeta. México, no; se adhirió después, luego de un pequeño escándalo en redes sociales mexicanas por su omisión. Los países firmantes incluyen en sus territorios 85 por ciento de los bosques del planeta.

Su compromiso está vinculado a la noción de una agricultura sustentable en el combate contra el cambio climático. México no explicó las razones de su tardanza en algo que para el resto de los asistentes a la cumbre fue un asunto de obvia resolución.

Bienvenida la corrección, porque no estar en el pacto y no cumplirlo es un desfiguro y podría tener consecuencias prácticas. Los incumplimientos en materia de cambio climático, energías limpias, etcétera, tienden a tener sanciones globales, como los impuestos al carbono.

Hasta su corrección de ayer, México había quedado en compañía de gobiernos cuya cercanía ha cortejado y cuyo estilo de gobierno le resulta aceptable o familiar.

De América Latina no firmaron de salida Argentina, Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y El Salvador. En el resto del mundo fue notoria la ausencia de India, cuyo talante populista y autoritario timbra las alarmas mundiales. México estuvo por unas horas en la peor compañía internacional de su larga vida diplomática. ¿Por qué tardó en adherirse? No lo sabemos.

Pero hay congruencia entre tener simpatía diplomática por quienes no firmaron y sostener en el orden ideológico, como sostiene el presidente López Obrador, que el feminismo, el ecologismo, los derechos humanos y la protección a los animales son astucias del neoliberalismo para mejor distraer y saquear al mundo.

El grupo de países con los que estuvimos por un tiempo fuera del pacto de Glasgo

w tampoco querrían firmar compromisos de igualdad de género, conservación ecológica y respeto a los derechos humanos. Porque no los honran, porque no quieren honrarlos y porque tampoco están dispuestos a recibir la crítica externa e interna que sería necesaria para obligarlos a corregirse.

El hecho es que anteayer, en Glasgow, México había dado un paso fuera del mundo moderno, pero corrigió y dio un paso adentro.