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En una entrevista reciente, el general secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, sugiere que la presión contra el Ejército por violación de derechos humanos viene de Estados Unidos. (El Universal, 29/6/15).

De Estados Unidos viene también la exigencia de que México combata el narcotráfico. Ese es el origen de la guerra no declarada que se libra en México: la persecución del narco en territorio mexicano para que las drogas no pasen la frontera americana.

La guerra ha sido más sangrienta y más cara que nunca para México en los últimos años, sin que haya cambiado gran cosa el paso de drogas al norte. Una guerra inútil.

El gobierno de Felipe Calderón estableció la premisa de que la guerra de su gobierno no era contra el narcotráfico, sino contra el crimen organizado, pues este se había vuelto una amenaza en sí mismo.

Hubo y hay una verdad en este argumento ya que, al expandirse, los grupos criminales nacidos del narco ocupan territorios donde ejercen delitos distintos del tráfico de drogas, como la extorsión, el secuestro y el tráfico de personas.

Pero la lógica dura de la expansión de esas redes criminales, y de su capacidad de resistir la violencia legal del Estado, tiene su origen en las rentas del narco.

Lo prueba la violencia criminal reciente en Guerrero, asociada al auge del mercado de la heroína en Estados Unidos. Y la aparición del nuevo enemigo público de la guerra, el cártel de Jalisco Nueva Generación, que corresponde a un auge de las metanfetaminas.

Es el tráfico de drogas lo que produce al temible crimen organizado que padecemos, no al revés.

Las drogas han sido prohibidas en el mundo por influencia de Estados Unidos. Se persiguen en México bajo la supervisión de la DEA y de la embajada americana. Tanto, que en algún momento esta última recriminó al Ejército mexicano por su “aversión al riesgo” a la hora de combatir al narcotráfico.

Al mismo tiempo, cada vez que se ofrece el Congreso americano y el Departamento de Estado emiten críticas por los excesos militares y la violación de derechos humanos.

Vieja historia diplomática de esta guerra: en un brazo de la tenaza, las fuerzas armadas no quieren combatir al narcotráfico, parecen sus cómplices; en el otro, combaten de más y violan derechos humanos.

Corralito político perfecto.

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