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Hace unos días coincidí en un evento fuera de México con Jaime Rodríguez El Bronco, a quien escuche en sus intervenciones públicas y con quien intercambié comentarios “en corto” donde le planteé mis impresiones y mis dudas sobre su campaña y su futuro. Es inútil negar el imán que hoy representa su presencia y lo subyugante de su postura; difícil no aplaudir muchos de sus conceptos y fácil tomar la decisión de apoyar no a El Bronco, sino al futuro que plantea para México.

Una vez establecida la muy positiva impresión que me quedó después de dos días de observarlo, escucharlo y platicar con él con una atención que hace mucho no me descubría, no queda sino plantear algunos de los futuros posibles que durante estos días he imaginado y que no todos nos llevarían al mismo lugar:

1 ÉXITO. Si en poco tiempo descubrimos que Nuevo León no sólo está gobernado con honestidad -que es el mínimo requerido- sino que sus indicadores económicos, de seguridad, desarrollo social, derechos humanos, etcétera, muestran avances, y además sus promesas de campaña son relativamente cumplidas (no exageremos en este rubro), seguramente Jaime Rodríguez será el mexicano más prestigiado que hayamos tenido en mucho tiempo. Su popularidad será inalcanzable y veremos a ciudadanos impulsándolo y a partidos políticos ofreciéndole la candidatura presidencial del 2018. Éste sería, por qué no decirlo, el escenario deseable: todo lo que represente un éxito para un estado y un buen futuro para el país será siempre deseable.

2 DECEPCIÓN. Si a los pocos meses de su inicio de gobierno nos damos cuenta de que más allá de su comunicación (que muy exitosamente ha dirigido Guillermo Rentería) se evidencian torpezas políticas y problemas que deterioran el ambiente social, las inversiones, la convivencia y por ende los niveles de vida, y además no pueda demostrar un mínimo cumplimiento de promesas, se presentará una decepción que irá creciendo y que dañará no sólo su imagen sino la figura de “independiente” que él puso de moda y que hoy está en sus manos.

3 MIMETISMO. Otra posibilidad es que, más allá del camino que utilizó para acceder al poder, su actuación como gobernador sea igual a la de cualquier otro político, utilizando dicho poder para cooptar conciencias, medios, opositores y críticos; que se muestre intolerante a la crítica fuerte, que base su popularidad en su comunicación y el clientelismo, etcétera. En ese caso podrá dar buenos resultados, pero pronto perderá su atractivo y la etiqueta de “diferente” para ser un gobernador como muchos otros.

4 CAMPAÑA PERMANENTE. Una gran posibilidad es que el triunfo en Nuevo León sea sólo una etapa de una carrera más larga que llega al 2018, que El Bronco sea desde ya impulsado a seguir en campaña rumbo a la presidencia. En ese caso lo veremos visitando universidades, foros empresariales y en campañas políticas. En el 2016 y el 2017 estará seguramente en los 16 estados con elecciones apoyando a candidatos con discurso antipartido mientras, en Nuevo León, Elizondo hará la labor política y administrativa con relativo éxito. Necesitaría poco más de dos años de gracia, en los que cualquier problema puede ser zanjado culpando a cuatro instancias: al gobierno federal por no apoyar sus propuestas y solicitudes; al Congreso local por no aprobar sus iniciativas; a los alcaldes de su estado por los malos gobiernos o problemas de inseguridad, y al gobierno de Rodrigo Medina por heredarle una gran deuda y una burocracia con la corrupción incrustada.

Los escenarios anteriores no son excluyentes: puede tener éxito y seguir en campaña; también puede mimetizarse con éxito en su gestión, pero es un hecho que su presencia en el escenario político modificó las reglas de juego. Ahora todo político aspira a ser como El Bronco y los partidos, desde los congresos locales, legislan para hacer más difícil la aparición de otro independiente que los mande de vacaciones, como dice Jaime Rodríguez.

El fenómeno Bronco no es replicable, aunque hoy todos quieran imitarlo y crean que es infalible. El triunfo en Nuevo León conjugó buena estrategia, gran comunicación, un excelente candidato, un gobierno vulnerable, sectores de poder enojados, una candidata que no pudo fijar la agenda y muchos factores nada fáciles de repetir, así que cada “independiente” deberá buscar su camino y tropicalizar la estrategia. Por lo pronto, aunque las consignas digan lo contrario, no todos son El Bronco.