La mirada de quien lleva un cuerpo sin vida. Esa persona que va dentro tiene una historia y seguro una larga, con amores, desamores, lealtades y traiciones, con triunfos y derrotas
No queda más que ver para creer, pero para ello necesitamos abrir los ojos y la mente para entender lo que está sucediendo en nuestro país, como primera instancia y después en el mundo entero.
Cuando en marzo nos hablaron de un posible escenario que incluía quedarnos en casa, dejar de lado la vida social y adaptarnos con la vida en familia en un solo espacio, estábamos esperanzados que todo eso terminaría pronto.
Pero es diciembre y después de nueve meses seguimos trabajando desde casa, con múltiples compras de cubrebocas, gel antibacterial y desinfectantes en sus distintas modalidades.
No hemos recuperado la vida social y nos hemos convertido en testigos de la muerte repentina de familiares y amigos.
La situación no está fácil, porque todavía a estas alturas con más de 108 mil casos de muertes, únicamente las que han sido contabilizadas, tenemos a un presidente que se niega a utilizar cubrebocas, por lo tanto hay mucha gente en el país entero que hace lo mismo: no se cuida.
Más de un millón cien mil de personas han sido contagiadas, las personas muertas equivalen al Estadio Azteca lleno y a unos días estaremos completando también la capacidad total del Palacio de los Deportes en la Ciudad de México.
Podríamos poner en equivalencia con todos los lugares de entretenimiento, en particular de conciertos y hasta el día de hoy ya estarían llenos de cuerpos sin vida, todos en bolsas de plástico cerradas de principio a fin.
Así como la que vemos en la imagen que tomó Luis Torres, en donde un paramédico va trasladando el cuerpo de una persona recién fallecida a causa del COVID-19, de ese virus que ha paralizado todo y nos ha obligado a cambiar “lo de siempre” por algo más consciente.
La fotografía es en Ciudad Juárez, una ciudad que ha sido tremendamente golpeada con las distintas problemáticas que ha vivido nuestro país, primero con el narco, la violencia, los feminicidios, el abandono de la propia gente y ahora este virus.
Ese paramédico con la indumentaria de un hospital, un cubrebocas KN95 como el que traemos muchos que ni cerca estamos del mundo médico, una careta que también las hemos visto en los rostros de quienes andan en la calle, es decir él es parte del personal médico que cumple con el mínimo en su protección, cuando debería de ser todo lo contrario.
La mirada de quien lleva un cuerpo sin vida, uno de un hombre o de una mujer, aunque para ser verdad a esas alturas el género no importa, como tampoco si fue de los que acudieron a alguna fiesta, si no utilizó el cubrebocas como el presidente y muchas otras autoridades, o simplemente se contagió y ya.

Allí va alguien que podríamos usted y yo conocer, el amigo del amigo, el que conocimos en aquel viaje, el que nos envió un request en Facebook, el que siempre salía a correr con su perro al parque.
Ese cuerpo frío y exánime que va dentro, tiene una historia y seguro una larga, con amores, desamores, lealtades y traiciones, con triunfos y derrotas, quizá con menos de 20, 30 o 70 años.
Ese que va allí, podría ser usted o podría ser yo, porque a estas alturas no solo es que nos cuidemos al extremo, sino que, por algún error, una partícula en el aire, en las cosas que compramos, nos contagiemos.
Mi pregunta es si lo sabemos ¿para qué arriesgarnos más?
La mirada del paramédico es dura, es directa a Luis Torres el fotoperiodista de EFE en Ciudad Juárez que estuvo allí para documentar los pasos de quien lo ha visto todo. Lo mira mostrándole el resultado de la irresponsabilidad, le demuestra con la misma firmeza de su cuerpo que el virus existe, que los muertos no son especies en exhibición, son Juan, María, Roberto, Martina, Luisa, Carlos, Francisco, Jaime, Alejandra y un montón de nombres más.
Casi todo el país se encuentra en Semáforo Naranja, lo que eso signifique, acá en Nuevo León el fin de semana se ha dado la orden de cerrar todo, hasta los supermercados. Solo habrá bancos (los que abren el sábado), gasolineras, tiendas de conveniencia, hospitales y gasolineras, nada más.
La economía se vuelve a detener, entonces son los irresponsables que ya fueron a comprar alcohol suficiente para sus fiestas de fin de semana, los negocios pequeños vuelven a perder otra oportunidad de reponer las pérdidas de meses atrás.
La gente que apenas recibe sus pagos en sábado, no podrá surtir su refrigerador porque no tendrán en dónde. En fin, un disparate.
La fotografía que hoy le presento tiene historia, tiene fortaleza y entereza como la de ese paramédico que ha dejado de juzgar al cuerpo que lleva en esa camilla, porque ya está muerto, no existe, ha perdido la batalla y solo toca llevarlo al lugar que corresponde para volver a trabajar al área Covid de su hospital.
La batalla en los espacios médicos sigue, y por eso le pido que vea bien lo que está pasando allá afuera y cuide a los suyos, pero también que abra bien los ojos y el resto de los sentidos para entender que si no nos minimizamos, y no seguimos todas las medidas de prevención, corremos el riesgo de que un paramédico nos traslade de esa manera en el vacío de haber perdido todo.
