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          Solo hago cuentas políticas sin comparar, porque ya sé que no le gusta, de las diferencias de tiempos, espacio, condiciones y personalidad: de la indignidad del apoyo a aquella frustrada reelección, al encuentro, puedo decir, entre iguales, aunque por la disparidad de países, parecería imposible

Hay quienes creen que ir a un desierto es ir a perder el tiempo o en su defecto, es ir a hacer nada. Porque estamos acostumbrados a la selva urbana, al ruido alrededor nuestro y al caos como principal motivación para movernos de un lado a otro.

Somos entes de movilidad y amantes de ir de un lado a otro, como nómadas de la urbe, buscamos rutas que nos lleven a los trabajos, a comer, a hacer deporte, a donde sea que nos renueve el ciclo diario.

Solo cuando llega el tiempo de pensar en vacaciones es cuando buscamos aislarnos en la arena y la inmensidad del mar, aunque seguimos con la inquietud de no quedarnos solos y buscamos tener compañía en los meses de alta demanda.

Entonces siempre estamos alrededor de alguien, aunque no tengamos ni idea, ni cómo se llama, ni a qué se dedica y ni mucho menos cómo se pasa su vida.

Pero siempre hay excepciones, y hay quienes buscan el aislamiento total, en espacios tan inmensos que se pueden perder en el vacío etéreo del silencio y el mismo cielo.

Hay quienes miran con adrenalina un campo abierto con un montón de granos de arena y un horizonte que baila en distintas curvas. Con un silencio tan ensordecedor que le provoca crear en el imaginario escenarios tan llenos de vida, en medio de un espacio vacío de caos.

Pienso en todos los fotógrafos que por momentos nos gana la ansiedad de estar buscando proyectos en medio del caos, de urbes estrafalarias, dinámicas y sin descanso, porque creemos que entre tanto barullo encontraremos con nuestro ojo, eso que nos haga nuestro propio instante perfecto.

Así es medio de gente que iba y venía en un circuito cuadrangular viendo fotografías, es que conocí a Alfredo De Stéfano, apacible, mirando como quien tiene la capacidad de abstraerse del ruido y del ajetreo, para detectar con su mirada selectiva lo que le vale la pena ver.

Alfredo es del norte del país, exactamente de Monclova, Coahuila, y como queriendo y no, pues siempre hay algo que nos atrae a quienes somos de este lado, no sé si es el acento, el estilo de mirar, el físico o qué sé yo. Pero, siempre pasa.

Es un fotógrafo conceptual contemporáneo reconocido a nivel internacional, con exposiciones en Nueva York, Madrid, Londres, Washington, Buenos Aires, Bogotá, Sao Paulo y París.

Pero sobre todo, es de los fotógrafos que se toman en serio su papel de gestores culturales por el mero hecho de ser una voz reconocida y escuchada en materia de imagen, a donde vaya.

Así es que le nace Luz del Norte, un Festival de Fotografía que se convierte en Concurso Internacional y que año tras año se supera en invitados, muestras, exposiciones, ciclos de charlas y de fotógrafos visitantes.

Eso fue una muy breve introducción de quién es, ese hombre de piel blanca con ojos grandes y de color verde y una capacidad creativa tan ilimitada como un desierto en cualquier parte del mundo.

Entonces es que vuelvo a esas personas que se regeneran en el vacío de una duna o de una noche tan fría que las estrellas se encargan de iluminar todo como si en verdad no se necesitara ningún tipo de instalación eléctrica.

Los desiertos son eso, espacios deshabitados, despoblados y prácticamente, abandonados “por suerte”, por el hombre.

Con la propia soledad de un cosmos sin fin, Alfredo llega con una idea en mente de cohabitarlos con pequeños elementos que replanteen la existencia absoluta de la nada.

Ha podido viajar por los desiertos de todos los continentes, ha retratado a los hombres y mujeres de los poblados cercanos, ha hecho lo que ha querido entre el horizonte de la tierra y el cielo estrellado.

Los ha intervenido como ha querido, supongo que es porque el silencio que siempre carga es la manera de dialogar con esos paisajes tan desmedidos de sigilo.

Esta foto que hoy les comparto, es la llamada Zona de Silencio en el desierto de Chihuahua y es un ejemplo de su trabajo y su arte: dar vida a lo que nosotros creemos que no tiene nada.

Crear, en medio de la nada - desierto-chihuahua-zona-de-silencio
‘Zona de Silencio’, en el desierto de Chihuahua. Foto de Alfredo De Stéfano

La instalación de luces al fondo, justo en la profundidad de las dunas, con la textura natural que el viento deja en la arena antes de dormir y la paciencia y preparación de De Stéfano para colocarse allí y capturar la vida de allí.

Como si trasladara la constante vida de la ciudad, a un pequeño espacio en el más abierto de los campos. La luz se mueve al ritmo del viento que hace que la foto respire y tenga vida.

Su trabajo es placer a la mirada, es como perderte por un buen rato en medio de la nada, hasta darte cuenta que has paseado por el desierto de Islandia, de Egipto, de Atacama o el desierto peruano.

Si aún no conocen su trabajo, los invito a que se paseen por él (Instagram: Alfredo_de_stefano_a) y si lo hace, aproveche para felicitarlo porque hoy festeja su cumpleaños.

¡Feliz cumple Alfredo! Que siga esa mirada selectiva en medio de la nada.