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Javier Tello ha hecho la crítica más lúcida que he escuchado de los videoescándalos, esa especialidad maloliente de la política mexicana, de los medios y, estelarmente ahora, de las benditas redes sociales.

La sociedad, irritada con sus políticos, defiende y consume golosamente los videoescándalos filtrados a los medios porque, se dice, exhiben a los políticos, los castigan al menos con el baldón de la mala fama. “Si nunca vamos a verlos presos, al menos que los veamos estigmatizados”.

El estigma es indudable, dice Tello, pero el castigo es precario y tiende a evaporarse junto con el recuerdo azaroso de la exhibición. Lo que la sociedad necesita, sigue Tello, no es exhibir sus propias lacras, sino transparentarlas.

La exhibición lleva al estigma y al encanallamiento del espacio público. Transparentar la infracción, en cambio, llevarla a juicio, investigarla y finalmente sancionarla de acuerdo con la ley, conduce a la rendición de cuentas.

Conduce también al verdadero castigo público, al castigo efectivo, duradero, que repara los agravios cometidos con penas previstas en las leyes por la propia sociedad. Su mensaje es ejemplar: abole la impunidad.

La exhibición de videos donde vemos dando y tomando dinero en efectivo, presumiblemente ilegal, a políticos del PAN, del PRI y de Morena, como en los últimos días, estigmatiza a quienes están en los videos, pero no transparenta lo que hicieron.

Los estigmatiza, produce el repudio público sobre ellos, pero no los castiga, no los obliga a rendir cuentas de sus fechorías. Entre otras cosas porque, aparte de lo que vemos en los videos, no sabemos exactamente lo que hicieron, en qué delitos estaban metidos, quiénes eran sus cómplices y de qué delitos en particular.

Solo un proceso judicial que transparente la secuencia de esos hechos, una secuencia que empieza y termina fuera de lo que muestran los videos, puede castigar los delitos cometidos y enseñar a la sociedad, exactamente, en qué consistió la cadena de corrupción que se exhibe.

Los videoescándalos que hemos visto en estos días se quedarán en eso si no se vuelven procesos judiciales serios, sólidos, que transparenten lo que esconden los videos, pues, los ojos también engañan, como dice Tello, y los videos, a no dudarlo, esconden más de lo que muestran.