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La última vez que vi a Juan Molinar Horcasitas fue el viernes 6 de febrero, en el restaurante Guria de Polanco. Comía con sus amigos Gustavo Madero y Santiago Creel. No sabía de su enfermedad ni que estuviera postrado en una silla de ruedas. Quiero pensar que su comentario cuando nos saludamos fue una broma: “Qué bueno que no te vi antes, si no te hubiera atropellado”.

Le guardaba admiración como consejero del mítico IFE 1996-2000 y como académico y analista. Era un funcionario disciplinado. Conversé con él en los primeros días de 2007, recién nombrado director del Instituto Mexicano del Seguro Social. Me asombró el dominio que tenía, cuando menos de palabra, de cada uno de los problemas, micros y macros, del IMSS. Y su entusiasmo al hablar de pensiones, diálisis, medicinas, enfermeras, clínicas por echar a andar, cálculos actuariales del programa Primer empleo. Alentaba escuchar en voz del director que, pese a que algunas de las áreas estaban en quiebra, el IMSS tenía futuro y posibilidad de esplendor.

Tengo entendido que hacía una buena gestión ahí hasta que la adversidad lo alcanzó con las víctimas del fuego de la guardería ABC en junio de 2009. Analista, culto, inteligente, supo que la tristeza y la desgracia lo acompañarían hasta la muerte.

En junio de 2010, cuando le faltaban cinco años para morir, escribió un alegato para ser leído, esencialmente, por su dos hijas. El ministro de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, lo señalaba como uno de los responsables del incendio.

En un texto largo, metodológicamente sólido, Molinar calificó los hechos de la guardería como la tragedia más grande en la historia del IMSS, pidió que se investigaran a profundidad y se reiteró a disposición de la autoridad.

Criticó sin calificativos el informe preliminar presentado por la Corte en marzo de aquel 2010. Y alegó: “En un hecho que no entiendo, y que la Corte seguramente aclarará en su momento, y que sin duda lastima mis derechos básicos, los magistrados nunca me entrevistaron o me requirieron información de cualquier tipo, lo que no obstó para que al final me atribuyeran responsabilidades”.

Molinar detalló cómo se generó el incendio y por qué ningún funcionario del IMSS podía conocer la formación de ese riesgo. Insistió que la guardería cumplía las normas de seguridad y prevención de incendios. Explicó la legalidad del servicio de guarderías y desmontó, paso a paso, la hipótesis del desorden generalizado. Escribir esta carta, concluyó, “es una obligación personal, ética y moral”.

Lo investigaron con la fiereza que la tragedia ameritaba. De nada lo pudieron acusar. Escribió Ángeles Mastretta que la vida después de la muerte está en manos de quienes nos recuerden. Yo recordaré a Juan como un buen servidor público. Y uno de los puntales de nuestra transición democrática. Descanse en paz.

MENOS DE 140. Mario Villanueva sufrió una grave crisis de salud. Lo sacaron de la cárcel de Lexington para llevarlo a un hospital. Ya está de regreso.

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