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A pesar de los vaivenes de los mercados en los últimos 12 meses, el movimiento punta a punta de los principales índices bursátiles ha sido prácticamente lateral.

El S&P 500, que al cierre del viernes se ubicaba en 2,926 puntos, está prácticamente en el mismo nivel que al cierre de agosto del año pasado. No obstante, la diferencia entre el mínimo y el máximo observado durante los últimos 12 meses ha sido de 25%, reflejando la incertidumbre que se vive en términos de política comercial y el viraje en la postura monetaria de la Fed, que pasó de un ciclo de alzas en el 2018 a uno de bajas en el 2019.

La volatilidad en los mercados accionarios y la fuerte caída en las tasas de interés en los mercados desarrollados de Europa y Asia —incluyendo tasas de interés negativas en varios instrumentos— se han traducido en una búsqueda desesperada de rendimientos por parte de los inversionistas.

Esta búsqueda ha generado un fuerte incremento en la demanda de instrumentos seguros con rendimiento positivo, entre los que destacan los bonos del Tesoro de largo plazo de Estados Unidos. Este tremendo incremento en la demanda ha provocado una estrepitosa caída en el premio que paga este tipo de instrumentos.

Como destacamos la semana pasada, la tasa que paga el bono del Tesoro a 10 años cayó de 3.23% en octubre del 2018 a 1.50% actualmente, mientras que la tasa del bono del Tesoro a 30 años pasó de 3.5 a 2.0%, en el mismo periodo. Esta fuerte caída en las tasas de largo plazo ha provocado dos fenómenos muy inusuales: el primero es la inversión de la curva de tasas que analizamos la semana pasada; el segundo es que la tasa que pagan los bonos del Tesoro de largo plazo en Estados Unidos y en concreto el bono a 30 años ha caído por debajo del rendimiento vía dividendos (dividend yield) que paga el índice S&P 500.

Este segundo fenómeno es todavía más raro que la inversión de la curva ya que solamente se ha presentado, y de manera muy efímera, en dos ocasiones desde 1958, siendo la última ocasión entre finales del 2008 y marzo del 2009, cuando las tasas de corto plazo se ubicaban en 0% en Estados Unidos y la tasa del bono a 30 años llegó a 2.55%, lo que en ese momento representaba un mínimo histórico. El rendimiento vía dividendos del índice S&P 500 se ubica actualmente en 1.95%, mientras que la tasa que paga el bono a 30 años tocó un mínimo histórico de 1.94% la semana pasada.

De acuerdo a datos de Bespoke Investment Group, 51% de las acciones que componen el S&P 500 tienen un dividend yield superior al del bono del Tesoro a 30 años, mientras que la proporción se incrementa a 62% con respecto al bono del Tesoro a 10 años.

La última vez que algo así sucedió, el mercado de bonos de largo plazo entró en un fuerte proceso de ajuste en el que los precios de los bonos bajaron y las tasas repuntaron de manera importante.

Después de alcanzar el entonces mínimo de 2.55%, en diciembre del 2008, el rendimiento del bono del Tesoro de 30 años se incrementó hasta 4.65% en un periodo de seis meses. Aunque algunos observadores presagian un ajuste similar en la actualidad, las condiciones presentes no son las mismas que en 1958 y el 2008.

El entorno global de tasas de interés negativas y una Fed aparentemente dispuesta a actuar recortando la tasa de corto plazo en por lo menos un par de ocasiones más en lo que resta del año y en otras dos o tres ocasiones en el 2020 soportarían al mercado de bonos e inclusive podrían contribuir a que el rendimiento de los bonos del Tesoro de largo plazo sigan bajando. El factor que podría descarrilar este proceso sería una Fed menos acomodaticia a lo anticipado por el mercado.