Elecciones 2024
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Hay señales muy claras de que la economía no va muy bien. A pesar de que las evidencias apuntan a la necesidad de actuar con prudencia en el manejo político, el presidente imagina que son sus adversarios lo que quisieran ver es que iniciara una recesión para afectarlo políticamente.

Olvídense de la coincidencia que marca ese discurso con nuestra realidad nacional y veamos cómo Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ahora atribuye a un complot de sus adversarios el que se exageren las posibilidades de un escenario recesivo en esa economía para afectarlo políticamente en su campaña por la reelección a la Casa Blanca.

Cada vez son más participantes de los mercados que creen que sí es posible que la economía estadounidense se desacelere hasta niveles recesivos en algún punto del año próximo. Y claro que no son pocos los que ven en esa mala condición económica anticipada la posibilidad de desencanto entre los votantes que llevaron a Trump a la presidencia.

Pero un complot orquestado para provocar una recesión que se lleve de corbata la reelección de Trump ya bordea los niveles de una paranoia peligrosa en alguien que tiene tanto poder en las manos.

El único aparente éxito que ha acompañado a Donald Trump en su mandato es la buena situación de la economía. Crecimiento elevado, tasas de interés neutras, pleno empleo, en fin.

Pero de lo que no se alcanzan a dar cuenta los gobernantes ególatras y populistas es de que sus propias acciones pueden condicionar un momento tan positivo como el que vive la economía.

La guerra comercial con China es una invención de Donald Trump y ésa puede ser la puntilla para esta racha de una década de recuperación y expansión económica en Estados Unidos.

Pero en esa búsqueda de culpables ha hecho de los integrantes del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal (Fed) unos de sus villanos favoritos para responsabilizarlos de una ralentización económica.

Esta semana, a partir del jueves, habrá una de las reuniones más importantes del mundo monetario en Wyoming, Estados Unidos, y un momento cumbre es el discurso del presidente de la Fed en turno, cuando define las estrategias a seguir bajo la condición económica que prevalezca.

Es un hecho que Jerome Powell llegará a Jackson Hole bombardeado por el presidente de su país, con la presión de hacer lo que Trump quiere que se haga con la política monetaria del banco central más influyente del mundo.

No parece haber otro camino por el momento para los bancos centrales más importantes del mundo que regresar al camino del bajo costo del dinero. El líder de la nueva política monetaria laxa global será el Banco Central Europeo, sobre todo ahora que Alemania apunta a tener dos trimestres consecutivos con resultados negativos.

Pero la Fed debe tener su propio ritmo de baja en las tasas, si quiere evitar que los estímulos fiscales y el pleno empleo pudieran presionar los niveles inflacionarios.

Y lo que son las cosas, entre todas las variables que debe tomar en cuenta la Fed en su toma de decisiones de política monetaria, la más riesgosa es una imponderable: las acciones y reacciones del presidente de su propio país, y más cuando un personaje tan poderoso cree que hay una colusión universal en su contra para afectarlo políticamente.