Los japoneses también recuerdan a los niños que fallecieron colocando cientos de origamis de colores a un costado del museo
El 6 de agosto de 1945, a las 8.15 am, Shigeru Orimen, estudiante de primer año en la Segunda Prefectura de Hiroshima, se encontraba a 600 metros del epicentro de la explosión de la primera bomba nuclear.
Lo único que pudieron recuperar, luego de que fue expuesto a una temperatura de unos 3 mil a 4 mil grados centígrados, fue la lonchera de metal que tenía en sus brazos. Su almuerzo quedó carbonizado junto con su cuerpo.
De los 15 kg de uranio utilizados en la bomba atómica, solamente se fusionó un kilogramo. Digamos que en parte, falló la explosión. La ropa y la piel de la gente, botellas de vidrio y ventanas, se derritieron al instante.
Al menos 70 mil personas murieron al momento de la explosión, y más del doble murieron después por efectos de la radiación, por cancer y leucemia.
Testimonios y objetos como la lonchera de Shigueru, un triciclo, botellas de vidrio derretidas y la sombra de una persona que esperaba en un escalón a que abriera un banco, son resguardados en el Museo de La Paz en Hiroshima, Japón.
El Memorial de la Paz de Hiroshima, también conocido como la Cúpula de Genbaku, está formado por la estructura del único edificio que permaneció en pie en las cercanías del lugar en donde explotó la primera bomba atómica y que forma parte del Patrimonio de la Humanidad designada por la UNESCO.
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Los japoneses también recuerdan a los niños que fallecieron colocando cientos de origamis de colores a un costado del museo.