Hay una pregunta que queda prácticamente sin contestar y se instala como nata por encima de las conductas que se ven alteradas con nuevos conceptos, matizando y creando una metamorfosis que lentamente va permeando nuestra sociedad, generando cambios en la forma de pensar y de concebir las cosas. ¿Cómo se logra cambiar la actitud social … Continued
Hay una pregunta que queda prácticamente sin contestar y se instala como nata por encima de las conductas que se ven alteradas con nuevos conceptos, matizando y creando una metamorfosis que lentamente va permeando nuestra sociedad, generando cambios en la forma de pensar y de concebir las cosas. ¿Cómo se logra cambiar la actitud social sobre conceptos considerados totalmente inaceptables, volviéndolos poco a poco aceptables y hasta agradables?
Somos hijos de nuestro tiempo, somos espectadores expectantes en la batalla de las ideas que están activas, que con una rapidez vertiginosa nos sobrepasa, gracias a los medios de comunicación, que no alcanzamos a dimensionar.
Aprendemos de los demás, de aquello que nos resulta familiar, prestamos atención a los que se parecen a nosotros, aquellos que hablan nuestro idioma, y más si viven en nuestro país, pero, sobre todo, estamos atentos a aquellos que han tenido éxito. Sabemos qué si nos salimos del consenso social, se castiga con el desprecio, la burla y la exclusión, por eso la mayoría sigue al grupo sin cuestionarlo demasiado.
Hoy se ha generado un espacio que ha cobrado un poder enorme y es que las minorías están motivadas. Son activistas, tienen líderes fuertes, aprovechan los medios de comunicación, mientras los demás están dormidos, han dejado de defender sus posiciones con fuerza, y quizá es porque piensan que ya no hace falta defender lo que piensan.
Las plataformas informativas dictan hoy que es correcto pensar y que no, y es que cuando más familiares estamos con las ideas, normalizamos aquello que vemos diariamente. Los conceptos predominantes en cada época ejercen una fuerza imparable, escapar de ellas requiere de una capacidad de reflexión importante.
Vamos a desmenuzar el tema que es complejo y que al menos a mí, me ha revolcado a lo largo de mi vida, replantándome una y otra vez si eso en lo que creo, me sostiene, creando una constante búsqueda para ir encontrando lo que voy cimentado como nutricio para mí, y para los que están cerca mío. Partiendo de la base que cuando las cosas se relativizan o se colocan en términos de cuestionar “la verdad”, el camino se vuelve pedregoso.
En La quinta disciplina, un libro de Peter Senge queda de manifiesto en la parábola de la rana hervida, como es factible adormecernos con ideas y manifiestos, cuando estos son introducidos lenta, pero asertivamente. Si tomamos con cuidado a una rana y la depositamos en una olla de agua hirviendo y la soltamos, de inmediato la rana buscará como salir.
Pero si la dejamos con cuidado en la olla con el agua a temperatura ambiente durante un buen rato, la rana empezará a nadar, ahora prendemos la estufa, poco a poco la temperatura del agua irá subiendo hasta que llega a punto de ebullición. Como la rana se fue acostumbrando a la temperatura del agua, no presenta resistencia y sin darse cuenta termina flotando como cadáver en medio del agua hirviendo.
Hace un par de décadas la vida tenía una trazabilidad que era clara, uno nacía, crecía, si se pertenecía al mundo católico hacía su primera comunión, estudiaba, tenía novio, se casaba, tenía hijos y nietos. Conceptos que se encuentran en diversas tradiciones culturales, religiosas y filosóficas, aunque su interpretación y significado pueden variar.
A mí me tocó vivir en una familia donde todo esto se cuestionaba, se abrió el abanico de nuevas posibilidades a esa ecuación y entró una brisa fresca a ideas que ya no se sostenían, pero también se presentaron nuevos retos.
Era la época del movimiento hippie que se revelaba contra la guerra, que abrió la puerta a las drogas, donde el planteamiento de la sexualidad tambaleaba las ideas morales sobre el tema. Se sumaron cantantes, artistas y el discurso tomó una fuerza imparable. Y sí, surgieron cambios necesarios, pero surgieron nuevos riesgos, nuevas problemáticas, y la movilidad de estos conceptos en el tiempo ha sido un vaivén de pruebas, que sin duda generan un gran aprendizaje.
¿Será que es un lavado de cerebro, un poder invisible que quiere manipular? Tal vez, pero para ello se necesitan técnicas muy sofisticadas que sean efectivas gracias a su aplicación coherente y sistemática, sin que la sociedad se dé cuenta del proceso.
Tendrían que tener una exposición a la racionalidad y a la tolerancia de algo que en principio es inaceptable, transformándose después de un proceso determinado, siendo totalmente aceptado.
Joseph P. Overton, quien trabajó en el Mackinac Center for Public Policy en los años 90, planteaba una teoría que sus colaboradores nombraron como la ventana de Overton, basada en la idea de que existe un rango de ideas que son socialmente aceptables en un momento dado, y que este puede cambiar con el tiempo.
Vamos a imaginar esta ventana como un abanico de ideas políticas que van desde las ideas más radicales hasta las más moderadas o aceptables. En el centro se encuentran los conceptos que son considerados “normales” por la gran mayoría de las personas de una sociedad. Estas ideas son las que tienen más posibilidades de ser adoptadas por los líderes políticos y de convertirse en leyes y políticas públicas.
Pero por fuera de la ventana, en los extremos, se encuentran las ideas que son consideradas inaceptables en ese momento, o que a menudo son ignoradas o rechazadas. Sin embargo, lo que está fuera en un momento dado puede cambiar con el tiempo debido a una serie de factores, como eventos históricos, cambios en la opinión pública, líderes carismáticos o movimientos sociales.
Se basa en cinco etapas que van generando ese cambio. Una herramienta analítica que permite explicar cómo las ideas cambian su estatus en la sociedad, y cómo estos cambios pueden ser influenciados por diversos actores y circunstancias.
Quizá con ello podremos ir entendiendo como de comer huevos, pasamos a los cereales, porque “según las investigaciones médicas” lo uno era dañino y lo otro mejor. Pensamos que una pastilla podía quitar el vacío, el dolor, y hoy tenemos a una población altamente medicada. Que tomar nuestros orines era sano y miles de personas lo hicieron, hoy ha sido objeto de intensos debates. Está sin duda, toda la controversia sobre los bloqueadores hormonales y las operaciones de cambio de género. Y hay otras ideas que generan bienestar, como el cigarro, donde antes se fumaba hasta en los aviones, y ahora los fumadores han sido expulsados de todos lados.
Evgueni Gorzhaltsán, en su artículo en el portal Adme, usa un ejemplo radical pero que puede ejemplificar la idea de como convertir en aceptable algo que hoy es considerado aberrante.
Vamos a suponer que de lo que se trata es de legalizar el canibalismo. Usando el método de Overton paso a paso, desde la fase en que se considera una acción anómala, aberrante, repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta verla convertida en una realidad aceptada por el consciente colectivo, y de ahí volverla en ley.
En la ventana Overton en su primera etapa vamos a pasar de lo impensable a lo radical:
Yo creo que la gran mayoría está de acuerdo con que el canibalismo es una práctica rechazada por prácticamente todos, incluso está frecuentemente asociado con diversas enfermedades psiquiátricas, y uno puede leer que podría darse en individuos con trastornos mentales severos. Por ende, su legalización es inaceptable.
Para cambiar esa percepción, aparece un grupo de personas que se amparan con el pretexto de la libertad de expresión, argumentan razones antropológicas y culturales. Encuentran ejemplos de algunas comunidades donde esto a lo largo de la historia, es algo normal. Tejen declaraciones “autorizadas” sobre el canibalismo, garantizando con esto la transición de la actitud negativa e intransigente, a una más moderada.
Al mismo tiempo, un grupo de supuestos caníbales salen a las calles a reclamar sus derechos por sus gustos e inclinaciones. El gancho toma fuerza cuando a la prensa esto no le pasa desapercibido. Aparecen diálogos, mesas redondas dándole difusión porque es noticia y novedad. Ahora el tema de lo impensable pasa a ser discutido, un tema que podría considerarse tabú empieza a salirse de los bordes de los marcos de referencias.
Segunda etapa; de lo radical a lo aceptable. Aparecen fundamentos científicos que demuestran que en el canibalismo no hay ningún peligro desde el punto de vista científico, pues somos seres carnívoros. Se une la idea de “puedo hacer con mi cuerpo lo que me de en gana”, pues es mi derecho. Aquel que se oponga o critique el tema es de mente estrecha, es un fanático, un radical que no es capaz de abrir su mapa del mundo.
En este momento, aparece la gran inercia que tiene el separar la palabra de su significado, y así el canibalismo se condena, se califica de intolerante, y aparece antropofagia. Simultáneamente se crea un precedente de referencia, histórico, mitológico, contemporáneo o simplemente inventado, pero lo más importante es que sea legitimado por expertos, para que pueda ser utilizado como prueba de que la antropofagia en principio puede ser legalizada.
Tercera etapa: de lo aceptable a lo sensato, aquí aparece el recordatorio de la historia de los sobrevivientes de los Andes, comienza la promoción de ideas como que “el deseo de comer personas está genéticamente justificado, o quizá decir que “un hombre libre tiene el derecho de decidir qué come”. Expertos y periodistas en esta etapa demuestran que siempre ha habido ocasiones en que las personas se comían unas a otras, y que eso era normal, lo que genera que los que no estén de acuerdo con el tema, comiencen a matizarse como intolerantes e irracionales.
Cuarta etapa: de lo sensato a lo popular, aquí los medios de comunicación, con la ayuda de personas exitosas, conocidas y políticos hablan abiertamente de la antropofagia. El vocablo empieza a aparecer en películas, en letras de canciones populares y videos, se empiezan a contar historias ciertas o inventadas de personajes históricos que practicaban la antropofagia, y se busca darle un toque humano y sentimental a esta actividad.
Quinta etapa: de lo popular a lo político, aquí aparece el punto de no regreso, en este momento ya la presión es tanta que se empiezan a preparar iniciativas de ley que legalicen el fenómeno, en los medios de comunicación y las redes sociales se habla de esto todo el tiempo. Los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización del canibalismo en la sociedad, ahora en la conciencia pública se establece un nuevo dogma: “La prohibición de comer personas está prohibida”, lo que implica que está permitido.
Durante la última etapa del movimiento de la ventana de Overton de lo popular a lo político, la sociedad ya ha sufrido una ruptura, las normas de la existencia se han alterado o han sido destruidas con la adopción de las nuevas leyes.
La idea de que no existen verdades morales universales ha ganado terreno. En este paradigma, cada individuo o grupo puede definir lo que es moralmente aceptable, lo que lleva a una fragmentación de valores y a la aceptación de comportamientos que antes se consideraban inaceptables, o que antes eran considerados desviaciones sociales, como la violencia o el consumo de drogas se han ido normalizando en muchas culturas.
Esto se ve reflejado en los medios de comunicación y la música, donde se glorifican estilos de vida que contradicen las normas morales tradicionales. Así un creciente “divorcio” entre lo legal y lo moral, se abre paso donde acciones que son legalmente aceptables pueden ser vistas como inmorales por ciertos sectores de la sociedad.
Más allá de entender que parte de lo que sucede es parte de la evolución, sin duda genera confusión sobre qué se considera correcto o incorrecto con un énfasis en los derechos individuales, que ha llevado a una minimización del deber social y colectivo. Este individualismo extremo puede resultar en una falta de responsabilidad hacia los demás y hacia la comunidad, debilitando así el tejido social.
Abordar estos paradigmas, requiere un esfuerzo conjunto para reconstruir valores compartidos y fomentar una cultura que priorice, tanto los derechos individuales, como las responsabilidades colectivas. Es esencial implementar programas educativos que promuevan la empatía, la solidaridad, el respeto y la responsabilidad. La educación debe ser un proceso continuo que no solo se limite a las aulas, sino que también involucre a las familias y a las comunidades.
DZ