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Un río

“-Sí, Siddartha –repuso-. Te estarás refiriendo sin duda a lo siguiente: que el río está a la vez en todas partes, en su origen y en la desembocadura, en la cascada, alrededor de la barca, en los rápidos, en el mar, en la montaña, en todas partes simultáneamente, y que para él no existe más que el presente, sin la menor sombra de pasado o de futuro.”
Siddharta. Hermann Hesse.

Debido a su importancia para la vida, el agua ha sido utilizada como un poderoso símbolo en todas las tradiciones, culturas y religiones para expresar las verdades y conocimientos esenciales de vida humana. Las aguas desintegran, destruyen las formas, lavan, restauran, regeneran. Como símbolo de inmersión en las aguas, aparece la muerte impulsando un renacimiento.

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Es interesante observar cómo la emergencia ecológica que enfrentamos, se manifiesta precisamente en este elemento como uno de los mayores retos restaurativos a los que no enfrentamos, pues el grado de contaminación por el uso que le hemos dado, es de proporciones inimaginables. Pareciera entonces que una arquetípica relación entre el agua y espiritualidad, tiene una correlación como reflejo de nuestra ecología interna, que se expresa en fracturas profundas y se manifiesta como radiografía en el deterioro de los espacios que habitamos.

La mitología, las religiones y la filosofía, han trabajado el concepto de mirar el preciado liquido más allá del tiempo atmosférico tal como lo conocemos, sabiendo que no existiría sin el agua. Las masas y las corrientes de los océanos a nivel planetario; nos permiten estar vivos y el 70% del planeta es agua, exactamente la misma proporción que en el cuerpo humano. Acaso seremos mas bien un “Planeta Agua”, y este seria un nombre más adecuado para nuestro hogar.

El griego Tales de Mileto que decía: “Todo es agua, y el agua es el elemento esencial de la vida.” Las culturas alrededor del mundo comprendieron desde hace siglos que el agua no es solo una forma química, han dejado una impronta en el consciente colectivo de que también es un elemento del alma, uno que es fluido, profundo, cambiante, purificador, amniótico, nutritivo y donde comienza la vida. El agua física sacia nuestra sed y contribuye a la vida de su cuerpo material; pero el agua viva, es un agua espiritual y creativa, que nutre el alma (sacia la sed interna), esta solo se puede encontrar dentro nuestro, donde habita la conexión íntima con lo superior, en la integración de nuestra parte espiritual y material. Quizá rescatar este conocimiento pueda ayudarnos a reconocer algo sobre nosotros mismos, algo que, con los siglos, hemos olvidado y al parecer nos ha traído hasta aquí.

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Este es el planeta que vamos a heredarles a los que siguen, nuestra forma de vida les esta robando el futuro. Estamos de paso y solo somos huéspedes de este pequeño planeta azul. Solo remendándonos a retazos, hilándonos como una sociedad unida, dejando aun lado el lenguaje del desencanto, podremos restaurar y redireccionar este camino que hoy nos muestra a gritos que debemos despertar.

Es momento de revertir el daño en una nueva re-evolución que permita enseñar de lo que también somos capaces. Un mundo que no puede separarse en compartimentos y en el que sus componentes tierra, agua, aire, todos los organismos, mares, bosques, animales y nuestra especie, deben considerarse conjunta e interrelacionadamente, formando parte de un sistema único y diverso.

Esto nos coloca en la disyuntiva de parar y entender que la naturaleza y el planeta, han quedado desacralizadas reducidos a depósitos de residuos y al consumo de sus recursos sin medida. Con el comienzo del renacimiento comenzamos a cerrar esa luz interna que siempre nos ha conectado con algo más profundo. Al expulsar lo divino, perdimos también el rumbo que va unido a los ritmos y ciclos de la naturaleza. Al dejar incompleto el espacio interno que antes llenábamos con el contacto con la fuente creadora, nos fracturamos y hoy nos morimos de hambre y sed en el lo mas profundo, ahí donde habita el alma. Entonces la pasamos buscando cómo llenar lo que nos hace falta con objetos, tratando de sustituir esa hambre interna y sin darnos cuenta el tener, sustituyo al ser.

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De esta manera nuestro interior escindido, se refleja en la crisis ecológica del mundo externo que nos rodea, así como este mundo y su radical materialismo, quedan reflejados dentro nuestro.

Reencontrar el rumbo, es parte de la solución a la emergencia en la que estamos. Una crisis espiritual y mental, reducida a la destrucción masiva de las especies y de su entorno.

Nuestros jóvenes y niños nos observan. No debemos olvidar que enseñamos lo que sabemos, pero contagiamos lo que vivimos. Debemos dejar claro que somos capaces de ser mucho más que estos seres que dañamos y lastimamos no solo al entorno y sus especies, si no a nosotros dejando un engrudo que lleva a la muerte y del que parece que no podemos escapar.

La esperanza se construye a base de trabajo conjunto, las certezas se generan cuando vemos el resultado de nuestra unión y se abraza el esfuerzo de tantos, cuando formamos comunidad. Entonces aparece una oportunidad, una vertiente de agua que se presenta como posibilidad, altanera nos muestra cómo es un órgano sensorial de la naturaleza puesta ahí para que reaprendamos.

Así en medio de la vorágine de una problemática avasalladora, aparece la posibilidad de soñar que se puede, se toma un hilo conductor para remendarnos a retazos y comienza como una posibilidad de hilarnos de nuevo, rescatando el único rio vivo que nos queda en la ciudad de México, bautizado como Río Magdalena.

Un río que nace como regalo para los habitantes de una de las urbes mas grandes del mundo. Un cause que va mostrando nuestra desconexión montaña abajo, con la casa que habitamos.

Nace en el cerro de san Miguel (Cuajimalpa) en la Ciudad de México bajando por los Dinamos donde es área protegida, custodiado por los campesinos de la zona, a los que poco se les agradece. Es hermoso ver que el agua hasta ahí, corre transparente. En los años 30 los asentamientos irregulares llevaron al gobierno a entubarlo para descargar en sus aguas limpias los desechos de la población y desde ahí hasta presa Anzaldo donde vuelve a salir, muestra a gritos en toneladas de desechos, la radiografía de nuestras fracturas y disociación con nuestro entorno. Hoy todo esto, nos hace reaccionar.

El trabajo de cientos durante casi un año, hoy se devela en la posibilidad de verlo correr transparente en un tramo. Falta mucho, pero el comienzo de un sueño que se va materializando, nos reencuentra también por dentro en ese espacio donde las fracturas han dejado cicatrices y en ello nos jugamos la existencia.

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Tal vez el viaje del alma hacia la reconexión con lo divino es un camino acuático entre dos mundos, la memoria se disuelve en las aguas, y permanece en ellas como lo creían los griegos. En estas aguas del olvido se destruye la individualidad y la personalidad, retornando al hombre a un estado impersonal anterior al nacimiento, en el que puede reconectarse con la fuente creadora. El alma templada, antigua y primordial como el agua, es capaz de impulsar la fuerza creativa para inhalar la capacidad de re surgir de nuevo, aprovechando la crisis como una oportunidad para cambiar aquello que hoy no esta sirviendo.

El río me enseñó a escuchar; de él lo aprenderás tú también. Lo sabe todo este río; de él puede aprenderse todo. Mira, el agua también te ha enseñado que es bueno tender hacia abajo, hundirse, buscar las profundidades.
(Herman Hesse)

DZ

Ayer un par de miles, nos volcamos en esta posibilidad de conocernos en las calles para construir comunidad y con ello encontrar sin darnos cuenta la reconexión con lo divino, descubrimos un hilo que sutura el alma con el corazón y desde esa unión comenzamos a restaurar el hábitat en el que vivimos. Debemos grabarnos en la piel la idea de que esta es la única casa que tenemos. Quizá comenzar por un solo rio nos reconstruya para ir tejiendo una sociedad más justa, menos violenta.