Soy Teresa Wilms Montt… y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer
Teresa Wilms es la mujer más Grande que ha producido América
Perfecta de cara
Perfecta de cuerpo
Perfecta de elegancia
Perfecta de educación
Perfecta de inteligencia
Perfecta de fuerza espiritual
Perfecta de gracia
Vicente Huidrobo
Y sí, su belleza fue arrebatadora, de ojos claros y de tez blanca. Nariz afilada y un porte europeo que dejaba suspiros colgados a su paso. En una sociedad donde lo del otro lado del mar era un símbolo de inspiración, un anhelo; su pelo claro enmarcaba lo que más de uno quería, una mujer perfecta para madre de sus hijos.
Su educación rozaba la perfección como marcaba la norma para las señoritas de la alta sociedad: modales, bordado, francés, inglés, italiano, portugués y un poco de alemán. Así la fueron puliendo poco a poco hasta convertirla en un diamante, pronto estaría lista para casarla, con algún apellido de la alta aristocracia que asegurara los negocios familiares, convirtiéndola en un trofeo para envidiar.
Pero a ella, la ropa le quedaba apretada, las posturas rígidas le dormían las piernas, la sonrisa se le borraba por más que intentaba sostenerla, el espacio la constreñida, se sentía asfixiada por una vida de lujo junto a sus siete hermanas, donde nunca sintió que pertenecía.
Puedo imaginar la cara de su padre, descendiente de la realeza Prusiana, y la de su madre parienta de un presidente de la república, cuando a los diecisiete años fue ella quien decidió con quién casarse, mostrando su carácter indomable. También es cierto que por más rebelde que fuera, irse sola no era una opción, el matrimonio le brindaba esa oportunidad. Así se despidió del mundo de lujos en el que nunca quiso vivir y comenzó a pagar las facturas, empezando por el destierro de los suyos, y el cierre para siempre de las puertas de su casa en Villa del Mar en Chile.
Gustavo Balmaceda Valdez sobrino del presidente José Manuel Balmaceda, no la colmó de la dicha de sentirse libre, aunque ella hubiera quedado prendada de este hombre ocho años mayor que ella, la celaba y la maltrataba. Tuvieron dos hijas, pero la sombra de las borracheras y el maltrato, la aprisionaba. Escribir le fue dando la libertad que buscaba, sus famosos diarios le dieron alas.
Al mudarse a Iquique, una ciudad salitrera, entró en contacto con los nacientes movimientos reformistas y comenzó a relacionarse con sindicalistas y feministas.
Se adscribe a la masonería, y comienza a publicar en la prensa de esta ciudad, con el seudónimo de Tebal. Aquí conoció la pobreza y las diferencias sociales. Se dio tiempo para visitar escuelas y hospitales y pudo enterarse calándole hondo, los horrores de la matanza de Santa María de Iquique, ocurrida cuando su tío-abuelo Pedro Montt era presidente, donde fueron asesinados miles de trabajadores del salitre. “Conocí la verdadera miseria material y moral.. mi alma salió pura de la prueba, pero asqueada y con un fondo de amargura eterna”, escribió.
Me da la impresión que cuando un personaje se me aparece, es porque sé que hay algo en él, que me trastoca; imagino unas fibras invisibles que me unen a su alma. Estoy unida a los personajes rebeldes, a los que deciden vivir su vida como quieren, que rompen estructuras, que son expulsados, odiados, repudiados y que dejan una estela que permite encontrar un camino para tocarlos. Entonces me doy la libertad de invadir su espacio y hacerlos míos. Es como si me dieran permiso, entonces algo vibra por dentro, es un gozo que me hace sentir viva.
Pareciera que la ciclotimia es parte de la fuerza de sus vidas y hay algo de esto en ella que me atrae. Es inevitable no encontrarme con la armonía de mis genes, aunque los haya repudiado por tantos años, quizá fue el miedo a la idea de que la histeria se contagiaba. Con los años he descubierto que son estos seres que sienten profundamente los que viven en el mundo de la creatividad, los que sienten más que los demás, los que no pueden contener sus emociones. Todos ellos son parte de una partitura donde la armonía se crea entre momentos de tensión arrebatadora, y pequeños espacios de calma, que después se tornan en huracán, en ciclón y arrasan con todo.
Es desde ahí donde me conecto con Teresa, con su fuerza enigmática, con su curiosidad, con sus ganas de ser distinta, de expresar, de ponerle palabras al mundo de lo emocional. ¿Habrá sufrido de trastorno border? Quizá, fue un personaje potente, visceral, presa de sus pasiones desatadas y de un estilo de vida desafiante. Con una inteligencia desmedida, generando un océano entre su capacidad intelectual y su inteligencia emocional. El consumo de drogas y alcohol inspiraban su poesía con una fina, lánguida prosa, que dirigía su pluma honesta y brutal.
En 1915 regresa a Santiago con el matrimonio deshecho, se procuró un romance para pasar los días de soledad, con un primo de su esposo, “el Vicho, mi amante ídolo” como lo llamaba poéticamente en sus diarios. En un ataque de rabia, al enterarse su esposo, le quitó la custodia de sus hijas, llevándolas a la casa paterna, y a ella la encerró en el Convento de la Preciosa Sangre, donde hizo su primer intento de suicidio. En medio de las paredes de su encierro, dolorosamente se preguntaba por qué se encontraba ahí “tan brutalmente abandonada entre locas y tontas“; y se respondió “por amor”. “Hasta una fiera hiere y mata y sufre cuando le arrancan sus cachorros”, comenta debido al alejamiento de sus pequeñas hijas. Y añade ”…yo solo he blasfemado por ti, solo he pensado en ti, hasta el punto de quererme suprimir la vida, porque no podía tener la felicidad de tus brazos, de pertenecerte”. Cuando pensaba en su adorado Vicho.
Dice Rosa Montero escritora española que “Uno de los dolores más grandes del ser humano es el dolor psíquico. Es terrible, triturador. Es el dolor de la soledad psíquica, pues te sientes como un cosmonauta al que se le ha roto la manguera que le une a la nave y va flotando en la infinidad hacia la nada. Si al dolor agudísimo y atroz de la soledad psíquica, le añades la soledad social, condenas a esa persona al infierno”.
Puedo imaginar cómo se sentía Teresa, aunque no había viajes espaciales en esa época, la imagino en un vientre materno con un pequeño feto al que se ha desconectado del cordón umbilical; flotando en su líquido amniótico donde todo es oscuro, comenzando la asfixia por falta de aire.
Ocho meses duró encerrada sin vistas, pero en junio de 1916 su amigo de la infancia Vicente Huidrobo, la ayudó a escapar del convento y se fueron juntos a Buenos Aires. Ahí comenzó una colaboración con la revista Nosotros y comenzó a desarrollar su inmenso talento. Esto la acercó a los grandes de la intelectualidad de esa época, Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo y Pelegrina Pastorino reportera de moda, quien la inspiró a portar pantalones.
En 1917 publicó dos libros: “Los tres cantos” e “Inquietudes Sentimentales” muy bien acogidos por los círculos literarios Argentinos. Para poder entender su escritura tuve que leer algo suyo, debo confesar que no siempre tengo que leer un libro completo para poder transportarme, llegar a su escritorio, ver los papeles tirados en el piso, las manchas de tinta sobre el escritorio. Pero cuando leí el siguiente fragmento, sentí que me hablaba a mí, a través de sus letras me envolvió y me quedé perpleja.
“Soy Teresa Wilms Montt… y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie.
Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo. Cuando me dieron la espalda, yo di la cara. Cuando me dejaron sola, di compañía. Cuando quisieron matarme, di vida. Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad. Cuando me amaban sin amor, yo dí más amor. Cuando trataron de callarme, grité. Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada por mi familia y la sociedad. Nací cien años antes que tú y sin embargo te veo igual a mí. Soy Teresa Wilms Montt, y no soy apta para señoritas”.
Horacio Ramos Mejía un joven de 20 años enamorado que al parecer fue rechazado, se suicidó delante de ella y esto le dio la inspiración para escribir “Anuarí” un poemario dedicado a él. Partió en un barco rumbo a nueva York para unirse a la Cruz Roja, pero al llegar, confundida con una espía nazi, fue detenida por unos días. Al ver que era un error la dejaron libre, pero ya no quiso quedarse y se marchó a España. Ahí en el medio bohemio se codeó con los grandes poetas y escritores de su época. Ramón del Valle Inclán, le ayudó a publicar sus libros “En la Quietud del Mármol” y “Mi Destino es Errar”, ambas con el seudónimo de Teresa de La t. Un nombre irreverente como lo era ella.
Pareciera que escribir bajo el amparo de un pseudónimo da una gran libertad. Recuerdo a Anne Perry quien cambió su nombre a Juliet Hulme, porque había sido juzgada por el asesinato de la madre de su mejor amiga. Escribir sobre crímenes habiendo cumplido condena, no es del todo bueno para la venta de libros. A mí me da por reírme de la dislexia, quizá colocar las letras al revés es una buena excusa para protegerme de la crítica, de la idea de no ser lo suficiente capaz y el seudónimo se vuelve ese escondite, ese lugar seguro donde a uno nadie lo ve.
Retratada por los artistas más cotizados de Madrid, tuvo un tiempo de mucha creatividad, así dio a luz un libro más, titulado “Cuentos para hombres que todavía son niños”. Viajó por Londres, Sevilla y Córdoba. Finalmente se establece en París, donde se reencuentra con sus hijas, que estaban de paseo con su abuelo; puedo imaginar su emoción, el reencuentro después de cinco años. Pero al regresar las niñas, cayó en una profunda depresión. Con una sobredosis de veronal murió a los 28
años el 24 de Diciembre de 1921, sus restos reposan en Père Lachaise el cementerio intramuros más grande de París.
Dejó el mundo sin saber que se convertiría en un icono de la literatura, siguiendo el destino de tantos poetas y escritores que se arrancan la vida.
La dejo en su tumba, me quedo con sus libros, sus poemas, escucho el latir de su corazón cada vez que la evoco y agradezco a Javier por ponérmela al alcance.
“Morir después de haber sentido todo y no ser nada.” fueron sus últimas palabras que escribió en su diario. “Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había“.
Por DZ
Claudia Gómez
Twitter: @claudia56044195
Consultorio C7 Salud Mental
Teléfonos de atención
+525521060923
+525519514858
Facebook: @c7saludmental
Instagram: @c7saludmental
Mail: [email protected]
#saludmental
Minuto a minuto
