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“TAPS”, esas notas fúnebres

Fading light dims the sight
And a star gems the sky, gleaming bright
From afar drawing nigh,
Falls the night.

Day is done, gone the sun
From the lakes, from the hills, from the skies
All is well, safely rest;
God is nigh.

Then goodnight, peaceful night;
Till the light of the dawn shineth bright.
God is near, do not fear,
Friend, goodnight.*

 

Resulta que las esperas en los aeropuertos van moldeando el tiempo haciéndolo chicloso, se vive como si fuera una especie de engrudo que lo hace sentir más lento. Se escucha a lo lejos: “El vuelo 3602 de Interjet con destino a la Cuidad de México, viene retrasado.”

Entonces uno suelta un suspiro, afloja el cuerpo y se relaja, pues no hay más que hacer. Entre anécdotas, que sacan de pronto una risa, Manuel me pregunta “¿Conoces la historia del toque del silencio? ¿Ese que suena con una sola trompeta, en ceremonias para despedir a alguien que ha partido? (Aclaró que Manuel además de ser mi compañero de estudios, sabe, escribe, le fascina la poesía y es un gran conocedor de música y además canta, por lo que la espera a su lado se vuelve suave, profundamente interesante y menos lenta).

En los registros de mi mente no aparece ningún recuerdo. Pero el sonido va llenando los recovecos sinuosos de mi cabeza, se evoca esa sensación fúnebre que acompaña el negro; escucho la melodía de carácter solemne, se acentúa un quebranto en la sexta nota, tocada por Keith Clark en el funeral de Kennedy**, pero no conozco su origen.

Así que ante mi negativa, Manuel me enseña un video que habla sobre la procedencia de tan melancólica melodía y una sensación de tristeza brota formando un nudo en la garganta que se hace inevitable. La cadencia del tono de la trompeta, se vuelve uno con las heridas de las ausencias, que a veces duelen.

Me imagino la bandera a media hasta, ondeando al son de las notas, emulo los espacios donde los acordes acompañan ese lugar donde yacen las víctimas, esas acaecidas en desastres naturales, en guerras, por violencia o porque decidieron hacerlo por mano propia o de causa natural y de pronto lastiman aquellas que me son cercanas.

“TAPS”, esas notas fúnebres - captura-de-pantalla-2019-09-08-a-las-135126
Foto de internet.

Tengo una mente ágil que cruza los espacios viviéndolos como si fueran reales, así que viajo a 1862, me apropio del tenor de la época, es la Guerra Civil o de Secesión americana. Estoy ahí donde las fronteras todavía no se terminan por definir cómo se conocen hoy. Las películas y los libros curten la brocha donde pinto la escenografía de colores de campo, caballos y uniformes. Se van revistiendo los rostros de los soldados cansados, de mirada angustiada y resueltos a cumplir las órdenes a pinceladas.

A lo lejos se ve el Capitán del Ejército de la Unión (del Norte) Robert Elly con su uniforme perfectamente planchado. Lo veo con sus hombres cerca de “Harrison’s Landing“ (Tierra de Harrison), Virginia. Estamos en plena batalla.

Al otro lado de la franja del terreno que separa las tropas, el ejército confederado del Sur, las solapas, del uniformes gris austriaco, cerrados por un botón, donde se leen el nombre y número del regimiento, letra de la compañía y número del soldado. Llevan una gorra inspirada en el quepis francés; en el caso de los oficiales, llevan divisas del oficio que ejercen.

Hay una tensión que engarrota los tendones y acelera el corazón. Las balas surcan el aire, el sol se va despidiendo, ese olor metálico a sangre, a pólvora quemada se mezcla y deja la huella sobre el campo de batalla. Truena un cañonazo, se aturden los sentidos, de pronto el Capitán Elly, escucha los quejidos de un soldado mal herido en el campo cerca de donde está.

Decide arrastrarse a campo traviesa, el humo le dificulta ver dónde, pero el llanto ahogado de sus quejidos, lo van dirigiendo hasta encontrarlo y así comienza a moverlo.

Tirando de él, cubriéndolo con su cuerpo mientras el fuego abierto va desgarrando la piel de los soldados, logra llegar a su campamento. Imagino sus palabras. “Aguanta muchacho, ya casi llegamos”. No le importa quién sea.

De pronto al llegar, mira el gris del uniforme y el cuerpo inerte del soldado confederado, no ha podido salvarlo. Enciende la linterna y lo que ve le roba el aliento.

La cara del muchacho sucia de tierra y sangre es el rostro de su propio hijo, ese a quien había mandado a estudiar música en el Sur, cuando estalló la guerra. Busca en el uniforme como si en ello se borrara el rostro y encuentra unas hojas con notas musicales.

A la mañana siguiente y con el corazón destrozado, el padre pidió permiso a sus superiores para dar a su hijo un entierro con honores militares, a pesar de pertenecer al bando enemigo.

“TAPS”, esas notas fúnebres - mendoza-tierradevinos
Foto de internet

Pide a los miembros de la banda de músicos que toquen en el funeral de su hijo. Pero al ser un soldado enemigo le dan un solo músico.

Escoge a un trompeta, le da las notas musicales de su hijo….. Y yo, agacho la mirada.

Hasta aquí el relato que imagino, mis emociones se apoderan de mis ojos, percibo una lágrima que se asoma, imagino el corazón del padre.

Me despido de mi compañero de viaje, se va para Querétaro llegando a la ciudad y está claro que perderá el camión a su llegada, pues fueron más de dos horas de retraso.

Estoy sentada frente a la pantalla de mi computadora, cierro los ojos y comienzo el relato. Cuando toco las emociones que genera una historia, me es tan fácil. De pronto decido investigar un par de detalles y cómo balde de agua helada, el relato se enfría, se vuelve otro y rompe mi maravilloso escenario, los personajes se van borrando uno a uno, se detiene la trompeta y se hace el silencio.

Resulta en otra versión que el toque de Silencio, lo abraza una historia menos poética y mucho menos dramática.

El toque ya se usaba, marcaba el final del día y era la orden para apagar las luces, tomando poder como un acto de homenaje funerario durante la guerra civil. Esto, según un Sargento maestro de Bandas retirado de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Jari Villanueva. Narra qué en junio de 1862, junto al río en Harrison’s Landing, el general de brigada Daniel Butterfield se le ocurrió cambiar el sonido que emitía el toque de silencio, ya que su melodía era la que aparecía en los manuales militares franceses.

Butterfield pide a un joven soldado de nombre Oliver Wilcox Norton, que le hiciera unos retoques a la melodía para tocarla esa misma noche.

A la mañana siguiente estos retoques tuvieron eco entre otros clarines del ejercito interesándose sobre dicha melodía, la cual gusto tanto que pronto se extendió su uso con las 24 notas de “Taps” como es conocido hoy en día.

Al terminar de leer, me quede pensativa; es así como se hacen las historias, las personales, las de las familias, las de una comunidad y las de un país. Se vuelven solo posibilidades de otras narraciones endulzadas o con tonos dramáticos usando la pluma para inmortalizarlas según sean necesarias. Se van mezclando y de pronto las de tinte romántico o trágico nos gustan más, se van quedando en el consiente colectivo y se transmiten como realidades que tienen muchos propósitos. Van generando admiración, modelos a seguir, orgullo o una lección para aprender y al final, el relato se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso, lo que le confiere cierta singularidad.

En México, decidimos tropicalizar la anécdota y en los libros se cuenta que al terminar la famosa Batalla de “El Álamo.” En el año 1836 en San Antonio Texas, fue el General Antonio López de Santa Anna presidente de México, que antes de iniciar los honores a la Bandera Nacional Mexicana, le ordeno a su cornetín improvisar una melodía con el fin de rendirles un homenaje a todos los combatientes muertos en “El Álamo.”

No dejo de sorprenderme,  mientras duraba la ceremonia, todos debían guardar un silencio total so pena de muerte y de pronto se me va hasta el aliento.

Pero hay relatos mas antiguos sobre las notas y su autoría,  así aparece la versión española:

Le llaman “Toque de Oración”, y se usa con el mismo fin, rendir homenaje basándose en una disposición que dio el Capitán D. Gonzalo Fernández de Córdoba, al finalizar la batalla de Ceriñola, el 27 de abril de 1503. Quedó tan impresionado, al ver el campo de batalla cubierto de cuerpos destrozados, tanto de soldados propios como de enemigos incluyendo al Duque de Nemous, su enemigo. Pidió desde entonces, y sin excepción, que en sus ejércitos se rindieran honores a la puesta del sol, honrando a todos los caídos en combate.

Este homenaje consistiría en un toque lúgubre por una corneta, de una duración tal, que se permitiera rezar un padrenuestro. Quizá esta sea la historia más certera por la fecha, pero es difícil poder saberlo.

Me quedo con mi primer abordaje, me mueve, me hace tocar fibras que me sirven para reflexionar, verdad o no, ya no importa.  Así que escucho la corneta como si en verdad estuviera tocando y agacho la mirada de nuevo, en verdad me pone melancólica y provoca esa sensación de recogimiento evocando tantas escenas que guardo en el corazón.

DZ

Gracias Manuel que ahí donde estés, te encuentres bien.

http://gagomilitaria.blogspot.com/2013/11/equipo-y-armamento-del-soldado.html?m=1

https://www.prensa.com/cultura/historia-toque-queda-funerales-militares_0_3391160894.html

 

*Traducción de la letra que fue agregada posteriormente.

La luz tenue atenúa la vista

Y una estrella gema el cielo, brillando

Desde lejos acercándose, cae la noche

El día ha terminado, se fue el sol

De los lagos, de las colinas, de los cielos.

Todo está bien, descansa con seguridad;

Dios esta cerca.

 

Entonces buenas noches, noche tranquila;

Hasta que la luz del amanecer brille.

Dios está cerca, no temas

Amigo, buenas noches.

 

** He de aclarar que no sabia de esta anécdota pero sonaba tan perfecta en este párrafo, que fungí saberlo, esa es la suerte del que narra, a veces se puede dar el lujo de moldear y mentir si es necesario.