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Sudáfrica 1996

Quizá no sea tan difícil cruzar el tiempo, cerramos los ojos, ponemos la intención y de pronto la magia de poder viajar a voluntad se vuelve tan real. Hemos llegado a Sudáfrica en un santiamén. El aire húmedo comienza a pegar la ropa al cuerpo, el calor va cobrándose al viajero.

Corre el año de 1996, Nelson Mandela gobierna. El tenor del ambiente en el país ha dado una vuelta vertiginosa; del Apartheid a la reconciliación.

Estamos en la sala de un juzgado, nos sentamos en el fondo, el lugar está abarrotado. Una indignación profunda se tiñe en las paredes del lugar. El Sr. Van der Broek, agente de seguridad de raza blanca, acaba de ser juzgado e implicado en los asesinatos del hijo y del marido de una mujer de piel oscura.

Al hijo le disparó a bocajarro y luego lo quemó en una hoguera mientras él y sus subordinados reían. Después, Van der Broek y sus secuaces volvieron para llevarse también a su marido. Casi dos años después de la desaparición de éste, el agente la arrastró junto al río donde se lo enseñó atado y lleno de golpes, yaciendo sobre un montón de leña.

Las últimas palabras que oyó de sus labios mientras los agentes echaban gasolina sobre su cuerpo y le prendían fuego fueron: —¡Padre, perdónalos!

Ahora la mujer ocupa una butaca hasta adelante en el juicio y oye las confesiones que pronuncia el Sr. Van der Broek.

No hay una sola persona que no sienta indignación. Al menos a mí me dan ganas de que le apliquen la sentencia de muerte en caso de que la hubiera, tal es la rabia que me embriaga y mi necesidad de que se haga justicia.
Al terminar, un miembro de la Comisión Sudafricana para la Verdad y la Reconciliación se vuelve hacia ella y le pregunta: —¿Qué desearía usted? ¿Cómo cree que deba ejecutarse la justicia a este hombre?

Ella inhala profundo y con una calma extraña se pronuncia: —Desearía tres cosas, primero quisiera ir al lugar donde quemaron a mi marido para recoger el polvo y dar una inhumación honrosa a sus restos y que él me acompañe —mira al acusado, respira haciendo una pausa, y continúa—, en segundo lugar, quiero que el señor Van der Broek se convierta en mi hijo, pues me he quedado sola; ahora está muerta toda mi familia. Me gustaría que viniera dos veces al mes al gueto y que pase el día completo conmigo para derramar sobre él cualquier amor que aún me quede. —De pronto, pide que la lleven al estrado—.

Por último, sabiendo que también sería el deseo de mi esposo; quiero tomar al Sr. Van der Broek en mis brazos y abrazarlo y hacerle saber que está verdaderamente perdonado.

Cuando los asistentes de la corte vienen para guiar a la anciana a través de la sala, el acusado, abrumado por lo que acaba de escuchar, se desmaya. Los que están en la corte, familia, amigos, vecinos, todos víctimas de décadas de opresión e injusticia, comienzan a cantar, en voz baja: —Gracia asombrosa, qué dulce sonido que salvó a un desgraciado como yo.*

La piel se me eriza, me he quedado impávida.

¿De donde brota una compasión y un perdón de esta envergadura? Las raíces están ligadas a un legado de reconciliación, dignidad, respeto y servicialidad, que enseña la importancia de perdonar, compartir y ayudar en la comunidad. Un concepto africano tradicional que se muestra con grandeza cuando un acto de perdón se devela.
Ubuntu se baña de una actitud mental: umuntu, nigumuntu, nagamuntu, que en zulú significa una persona es una persona a causa de los demás.

El sentido más profundo de humanidad donde brota un sentimiento incondicional de unidad es la fuerza de Ubuntu, esta filosofía de vida que enmarca que todos estamos juntos en este camino. Con gran claridad en sus preceptos manifiesta que te necesito para poder ser yo, de la misma manera que tú me necesitas para poder ser tú.
Hay tanta claridad que brota al realzar que todos estamos entrelazados. Que cada acto humano como pensar, hablar, caminar etc., lo aprendimos de otros. Para ser; nos necesitamos.

Ubuntu habla de la creencia de un enlace universal que conecta a toda la humanidad. Implica el hecho de que siempre se debe tener en cuenta al otro. Como ideal promueve la cooperación entre individuos, culturas y naciones.

Es un círculo sagrado diseñado para practicar todo aquello que impulse el bien común, formado por reglas éticas enfocadas al amor, a la honestidad y a la lealtad de las personas. Así se fortalecen las relaciones entre estas, buscando un sentido de armonía de trabajar en común y de poner a disposición, de todos o de muchos, lo que uno o unos cuantos han conseguido. De esta forma se puede contribuir con la creación de un mundo con menos diferencias.

El sentido más profundo de Ubuntu, el punto neurálgico de esta forma de pensar, está en la ELECCIÓN de utilizar el PODER personal para comprometerse con el bien común, por oposición a la creación del bien individual aislado, al que algunos estamos acostumbrados.

En África hay una concepción del tiempo más circular que lineal, va ligando el pasado con el presente, creando el concepto de que nosotros estamos aquí hoy, porque ayer estaban ustedes aquí. Se honra quitando los juicios sobre los actos, se engrandece el alma al mirarla sin disfraz. Una catarsis que permite trascender a la sed de venganza, a la jurisprudencia que sigue ligada a una concepción del mundo que parece vigente pese al tiempo.

Nelson Mandela decía que herir a cualquier persona significa herir al resto. Un hombre que priva a otro hombre de su libertad es prisionero de su odio, está encerrado detrás de los barrotes de sus prejuicios y de la estrechez de espíritu.

Llama la atención la cercanía con la idea de caridad cristiana y el amor como sentido de solidaridad. Suenan las palabras del profeta Muhammad: Aquel que no tiene compasión, Dios no la tendrá con él. Como brisa, entra en la sala la idea de la compasión, como esencia de la vida espiritual en voz del hinduismo y el budismo con la palabra daya, que se usa para indicar misericordia.

Qué distante estos conceptos revelados en cada religión del ojo por ojo, diente por diente de la justicia retributiva en la Ley del Talión. Una ley que constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza. Una forma de entablar las reglas de convivencia marcada en el código de Hammurabi, 11 siglos antes de Cristo. Y parece que seguimos impregnados con esta forma de actuar que inunda los espacios donde vivimos, cobrándonos los daños infligidos, repitiéndolo por los siglos de los siglos.

Mientras el juicio termina, la sala se va quedando en silencio. Nos levantamos despacio y caminamos hacia la puerta. Toca regresar y al menos yo, me quedo pensativa, me inunda la sorpresa de esta forma de abrazar la vida, ahí donde se nutre una actitud mental para poner los pies en el camino mientras estamos por aquí.
Todos somos iguales, nadie está por encima de ti, ni por debajo de ti.

Estamos en una época que necesitamos sumar lo propio a la filosofía de vida de UBUNTU. Ahora más que nunca es importante aprender de las buenas prácticas de otras culturas y civilizaciones. Y sobre todo sumar en todo aquello en lo que sí estamos de acuerdo.

DZ

*El juicio es un extracto del capítulo 7 del libro de Joyce Meyer titulado Adicción a la aprobación.
** La canción De J. John y Mark Stib escrita en 1779 por John Newton que, arrepentido de haber participado en el mercado de esclavos, se hizo clérigo y trabajó junto a William Wilberforce, el político inglés que dedicó su vida a luchar contra la esclavitud.

Gracia asombrosa, qué dulce sonido, que salvó a un desgraciado como yo. Una vez estuve perdido, pero ahora he sido hallado. Estuve perdido, pero ahora me encontré, Estaba ciego, pero ahora puedo ver. Fue la gracia que le enseñó a mi corazón a temer, y la gracia mis miedos alivió; Qué precioso fue esa gracia al aparecer. ¡El momento en que creí por primera vez! A través de muchos peligros, esfuerzos y enredos, que ya superé; Esta gracia me ha traído seguridad, y esta gracia me dirigirá a casa. Cuando hemos estado aquí diez mil años resplandecientes como el sol. No nos sobran los días para cantar alabanzas a Dios como cuando recién habíamos empezado.

Celtic Woman
Raise Me up

*Melisa, gracias nuevamente, parece que las letras todavía no se me acomodan para poder hacer el proceso de escribir para otros sin tu intervención en mis acentos y mis curvas extrañas cuando escribo al revés. Gracias, gracias.