Elecciones 2024
Elecciones 2024
Samhain

Vestirme de bruja siempre me ha parecido apasionante. A medida que fui creciendo fui dejando los trajes confeccionados con los hilos de mis sueños, creando imágenes en  mis ojos niños. Poco a poco los fui cambiando por  nuevos tejidos llenos de simbolismos a media que fui creciendo. Así dejé mi joroba y la verruga en la nariz que imaginaba cuando leía los cuentos de los hermanos Grimm y me fui vistiendo con ramas y flores hasta emular un árbol.

Hoy me imagino de pelo rojo y un vestido de color verde, con manos que brillan cuando hacen alquimia. Me vuelvo una bailarina descalza que danza al brillo  de la luna llena. En vez de varita mágica uso espirales  y de un tiempo para acá me acompañan un lobo blanco y un halcón. Vivo en un bosque lleno de ríos y montañas. Mi choza esta llena de pequeños botes de medicina que uso para sanar a otros. Cada vez que me revisto con mi traje,  veo a mi niña sonreír.

A las brujas nunca las he visto como seres malignos, siempre he creído que se les ha tenido miedo por ser distintas, quizá inteligentes y se les ha castigado con narices aguileñas, oliendo a azufre y con las uñas largas llenas de mugre.

He de confesar que disfruto esos ratos donde cierro los ojos y me convierto en este ser y me gusta pensar que es más bruja que otra cosa, porque son seres que me apasionan por su sabiduría y por capacidad de transformación en los espacios donde han dejado huella. Se han vuelto mi arquetipo perfecto y cuando escribo aparecen en forma de grandes científicas, guerras valientes y osadas.

Será que cuando puse los pies en el camino de Santiago por primera vez, sentí una conexión muy especial con esa tierra, donde alguna vez habitaron los Celtas, el corazón se me abrió y comencé a sentir distinto. Será que el otoño me llena ahora de una serenidad inmensa porque cierra un ciclo dando espacio para el que viene.

Estamos viendo el fin del verano y sé que en otros tiempos los Druidas por estas fechas comenzaban a organizar las fiestas de Samhain.

Se iba revistiendo el paisaje para la celebración del final de la temporada de cosechas y todo se iba preparando para el comienzo de un ciclo nuevo. Sin duda fue la festividad pagana más importante de esas tierras.  Se celebró durante siglos con una serie de festividades que duraban una semana y finalizaban con la fiesta de «los espíritus» y con ella el inicio del año nuevo donde  daba inicio la estación oscura.

Esta fiesta abría las puertas de un lugar de felicidad perfecta, en la que no había cabida para el hambre ni el dolor. Se cubría con la belleza de las hojas rojas, amarillas y naranjas que soltaban los árboles.

Los sacerdotes druidas, sirviendo como médiums se comunicaban con sus antepasados, en espera de ser guiados en esta vida hacia la inmortal. Se dice que los «espíritus» de los ancestros llegaban en esa fecha a visitar sus antiguos hogares, por los que se les ponía su comida favorita y todo se adornaba para recibirlos.

Todos esos días marcaban una transición y una apertura al otro mundo. En la víspera de noviembre las hadas podían tomar maridos mortales y se abrían todas las grutas donde habitaban para que cualquiera, lo suficientemente valiente pudiera echar un vistazo y admirar sus palacios llenos de tesoros.

Pero eran pocos los que se aventuraban en aquel reino encantado, pues sentían por las hadas un gran respeto y quizá por debajo lo que había era un terror teñido de colores ocre, a aquello que es desconocido.

Los espíritus de los difuntos esperaban todo el año para tener autorización para caminar entre los vivos, reuniendo a unos y otros con gran emoción.

Para mantener a los espíritus contentos y alejar a los malos de sus hogares, dejaban comida fuera, una tradición que se convirtió en lo que hoy hacen los niños, yendo de casa en casa pidiendo dulces en muchos países.

Cuando los Romanos se hicieron de estos territorios, influyeron en el mundo céltico con sus festivales a la diosa romana de la cosecha, Pomona.

Más tarde, al llegar el cristianismo calificaron las celebraciones como una práctica herética. Fue la época de sometimiento de los pueblos libres paganos, que eran convertidos al cristianismo demonizando sus creencias y transformando  sus festivales.

Así, el de Samhain se convirtió en el día de todos los Santos movido por el Papa Gregorio III, en el siglo VIII; del trece de mayo al primero de noviembre.

Samhain - img-3989

Como fiesta mayor consagrada por Gregorio IV esta también tuvo su celebración vespertina. Un día antes se ponían  en  «vigilia» para preparar la fiesta los 31 de octubres.

Esta vigilia vespertina del día anterior a la fiesta de Todos los Santos, dentro de la cultura inglesa se denominaba «All Hallow’s Eve», que significa vigilia de Todos los Santos, término que con el tiempo devino en Hallows eve y después en Halloween en los países de habla inglesa.

Aparecieron las calabazas algunos siglos después, tradición irlandesa que vaciadas se les transformaban en obras de arte donde se alumbraba con una vela y en lugares como la Coruña en España se usan para asustar a los que pasan por is caminos en la “Noite Mega”(la noche bruja en Gallego).

Samhain - img-3990

Será que la metamorfosis que van tiñendo las creencias, son un poco como la de mi transformación de bruja, se van mezclando creando nuevos tejidos volviéndolos un sincretismo que anida la historia, la percepción y la experiencia según el lugar donde ahora se celebre.

Más allá de creer que hay una evidente manipulación que empuja los intereses de quien conquista, de la evidente mercadotecnia  que hoy cobija las festividades, veo la riqueza que brota de los símbolos que se van añadiendo en cada espacio. Veo la mezcla en un mundo cada vez más globalizado, pero que sigue emulando esta fuerza qué hay en el fondo, donde necesitamos nuestras fiestas, nuestras tradiciones para sentirnos unidos a la tierra.

Yo no nací en ningún territorio celta, pero mi ADN está marcado en esas zonas. El pelo rojo de mi madre quizá también pinta a brochazos una posibilidad de que más aya de la magia en la que creo hay una certeza biológica que me lleva a besar la tierra y honrarla.

A mí me fascinan los altares de muertos mexicanos, ya hablaremos sobre ellos detenidamente, donde las calaveras también bailan entre flores de cempasúchil.

Donde cuelgan los rosarios, y de pronto se ve alguna bruja,  donde se reza a quienes han partido y se les invita al festejo con platillos de sus cosas favoritas. Me encanta honrar a los ancestros, aquellos que pusieron los hilos que tejen ahora los nuevos disfraces. Acaso hay algo en el inconsciente colectivo que empuja a celebrar parecido en algunas partes del mundo.

Samhain - img-3969

Hoy coloco mi altar de muertos  y participo con otros en un altar que durará solo un día, para un taller que busca unir a una sociedad desintegrada usando sus fiestas, para tejer de nuevo y limpiar un río. Iré vestida de bruja aunque nadie lo vea y honraré así a las de antes y a las de ahora.

DZ