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Maryam
Maryam. Fotos BBC.com

Con sus alas transparentes y un diminuto cuerpo, Maryam se presentó junto a las matas de papaya una tarde tibia.

Mientras yo pellizcaba la fruta verde, trazando figuras, se abría una línea de un líquido blancuzco que brotaba en mi uña, dejando sobre su suave piel, una cicatriz que siempre me conseguía un regaño.

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Maryam. Fotos BBC.com

Verla sacó una sonrisa de mis labios dejando ver los espacios vacíos entre mis dientes, pues ya había comenzado a tirar algunos de leche para dar paso a los definitivos.

Parecida a una libélula pero con cuerpo humano, sus diminutos pies descalzos me parecieron hermosos. La curiosidad impulsó mi mano para tocarla y se asustó, volando tan rápido que mis ojos rápidamente la perdieron de vista. El resto de la mañana me dediqué a buscarla y cuando las lágrimas se asomaron rebosando la tristeza de mi torpeza, la volví a ver sentada en una hoja grande de un Madroño al que llamaba abuelo.

A partir de ahí Maryam y yo llenamos con risas y juegos las tardes calientes, la humedad pegaba la ropa a la piel, por lo que yo me la quitaba dejando mi piel al aire libre. Me susurraba al oído cosas que me enseñaron a amar la naturaleza y fue cuando dejé de pellizcar las papayas, pues aprendí que les hacía daño. Al ritmo de sus hermosas melodías, cantos ancestrales para viajar con las notas, fui sintiendo la tierra bajo mis pies descalzos, aprendí a poner atención a la suave brisa, al calor de los rayos del sol y el pulsar de la naturaleza en mi corazón hasta lograr embriagarme, dejando una sensación amorosa de haber sido maternada por toda esa grandeza.

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Maryam. Fotos BBC.com

Irene quien cuidaba mis sueños de niña, era una mujer Misquita perteneciente a un pueblo amerindio centroamericano que habita en la costa de los Mosquitos, situada en la parte central y septentrional de Nicaragua. Así como yo, ella creía en la magia, en la grandeza de la posibilidad de creer en algo más que en un mundo acotado a una realidad que constriñe.

“Mi niña no le cuentes a nadie de ella, deja que sea tú secreto, los mayores olvidan el contacto con el mundo de los seres mágicos que también habitan el planeta y castigan con toda su fuerza cubiertos por la rabia de haber perdido ese privilegio al crecer y volverse adultos.”

Ante semejante advertencia, guardé silencio y a nadie conté mis encuentros en el jardín, ahí donde veía a los árboles llorar de morado, donde la brisa me cargaba dejándome volar por encima de los girasoles, donde el mundo no dolía y se manifestaba en cada célula de mi cuerpo.

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Maryam. Fotos BBC.com

Hoy, mientras escribo, aparece la palabra agradecimiento y un suspiro profundo llena de aire mis pulmones.

Tenía guardados los recuerdos en el fondo del archivo de los espacios sinuosos de mi mente. Ahí donde se atesoran la belleza del asombro, de la ternura y la inocencia. Ahí donde Managua guarda sus sabores a pitaya y a la fruta de pan.

De pronto se activa un pulso en las venas de mi cuerpo y deja salir las sensaciones de esa época, estoy contemplando 5 fotografías que dejaron una huella en una Europa que transitaba entre una guerra y otra.

En el arroyo que corría detrás de la casa familiar en Cottingley cerca de Bradford en Inglaterra Elsie Wright y Frances Griffith, que eran primas, tomaron unas fotografías con una cámara Butcher Midg No. 1 Magazine Type Falling Plate 1/4 y generaron un revuelo en la sociedad Teosófica de Bradford. Las fotos llegaron a mano de Sir Arthur Conan Doyle, quien tenía la tarea de escribir un artículo para navidad sobre las hadas.
Cuando llegaron a sus manos las dos primeras fotos, tomadas en 1917 cuando Elsie contaba con 16 años y Francés 10, se maravilló.

Paso horas observando la primera fotografía que muestra a Francés mirando a la cámara, mientras un grupo de hadas baila en una ramas en primer plano.

Algunos fotógrafos de la época examinaron las fotos y las declararon verdaderas, otros se mostraron escépticos y hubo los que tacharon de fraude las imágenes.

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Maryam. Fotos BBC.com

Cuando la primera foto se mandó en su forma original a Edward L. Gardner, en una carta junto con la segunda foto. Las imágenes al estar poco definidas, Gardner le encomendó a Harold Snelling otros mejores revelados, en una cantidad suficiente como para que el público los viera con buenos ojos, ya que el interés de los fotógrafos crecía cada día más.

Conan Doyle y Gardner decidieron que si se tomaban más fotografías de las hadas el asunto sería completamente incuestionable, el mundo tendría algo distinto en qué pensar.

Gardner viajó en agosto hacia el norte de Inglaterra, dejando a Elsie y Frances cámaras y 20 placas fotográficas esperando que tomaran más fotografías.
Mientras, se completó el artículo “Hadas fotografiadas – un suceso memorable”, que incluía las dos fotografías impresas y mejor definidas.

El artículo y las fotos acompañaron a Conan Doyle hasta Australia en una gira de conferencias para extender las ideas del Espiritualismo y las fotografías se hicieron de los espacios del anhelo, del aburrimiento y del hastío de un mundo árido que entonces promulgaba la siguiente guerra que dejaría más de 60 millones de muertos.
Las fotografías pasaban de mano en mano generando un hilo conductor con el mundo de cientos de mitos y leyendas en todo el mundo, creando una cortina de humo para el dolor de cientos de miles de seres que habían muerto a manos de las balas, así que si eran o no un engaño a nadie le importaba.

Como era de esperarse las fotografías terminaron por ser destruidas en manos de los escépticos y el fraude cubrió los tonos blancos y negros del papel en el que fueron reveladas. En 1982 las dos mujeres ya grandes, confesaron la manipulación de las fotos pero dijeron que había una a la que no le habían generado un escenario, por lo que era real.

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Maryam. Fotos BBC.com

Sigo fascinada mirando los detalles de las imágenes sin dejarme influir por el contexto escrito por tantos, aunque a simple vista se nota la manipulación, yo siento dentro mío una emoción enorme al haber contactado de nuevo con esas sensaciones, que me hacían sentir plena. Mi encuentro con uno solo de estos seres extraordinarios que han acompañado el consciente colectivo durante siglos, me sigue haciendo sentir especial.

Escribiendo las últimas palabras de mi escrito me parece ver el revoloteo de unas alas y por el rabillo del ojo alcanzo a ver cómo sale por la ventana, así que me voy al jardín. Me perderé en los espacios donde mi mente huye cuando el mundo se presenta como este espacio árido, doloroso y tan falto de imaginación. La voz de Irene cruza el tiempo “ No se lo cuentes a nadie” así que cierro la puerta tras de mí.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195