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María Magdalena

Hemos decidido recordarte, Magdalena. La celebración del nacimiento de Jesús,
nos pone con la intención de escribir sobre ti. Nos preguntamos si es casualidad.

Creemos que quizá por detrás de cada impulso para hacerlo, hay algo más. Atrevernos a redactar sobre ti, usando la magia que lleva en su punta un lápiz sobre el papel del otro lado del mundo, es todo un reto. Pintar la flora del lugar in situ y volverlo un jardín que llene de alegría, a pinceladas, sobre un muro: una provocación.

En la zona Arqueológica, de Magdala, teniendo a un lado las ruinas de la séptima sinagoga judía en tiempos de Jesús, cinco mujeres sintiendo la brisa salada a doscientos metros del mar de Galilea, empuñaron las brochas y los pinceles impulsadas por el corazón. En cada pequeña hoja, quedó grabada la luz que llenó
el alma y de ello fue testigo el muro donde está plasmado el jardín, en el hotel para peregrinos, próximamente a inaugurar.

Todo se va llenando de símbolos y a cada una nos lleva a buscarte, a intentar descifrarte a nuestro modo, buscando dejar una voz sobre nuestra percepción sobre ti.

Estas seis que hoy decidimos hacer un bordado sobre tu tejido, estamos unidas por esa pasión que nos engendras.

Cinco pusieron los pies en tu tierra, a la otra solo la mueve un impulso, al que llama curiosidad.

Nos gusta imaginar que nos has pedido que escribamos sobre ti, pero cómo empezar…

Se abre una conversación un día con el cerro de Malinalco de testigo y nos ponemos de tarea esta posibilidad de buscar un sueño lúcido y ver qué pasa.

“Tratemos de soñar con ella”, nos decimos.

Una figura de Lladró se hace presente, en la noche profunda, la porcelana pintada en forma de mujer más bien delgadita. Con la maestría de un pincel, se dibuja una túnica de color azul atada con un cinto de lino. Quizá eras de una clase acomodada.

Dicen los evangelios canónicos, que ayudabas con tus bienes a Jesús y a sus apóstoles.

Solo quien podía pagar, compraba tela de colores, los demás vestían de blanco.
Así que probablemente tenías medios para hacerlo, ya fuera por herencia o porque habías enviudado.

Observamos con cuidado y tienes el cabello obscuro tapado con un velo y llama nuestra atención. Será que en verdad no eras prostituta como se hizo creer durante tantos siglos. Pues solo ellas llevaban la melena suelta.

Usas una pulsera que nos sorprende, un brazalete en forma de serpiente que pende de tu brazo. Hay algunos que piensan que eras una iniciada sacerdotisa del templo de ISIS y hay otros que les parece una premisa absurda, porque no hay
nada que lo compruebe.

En “La Leyenda dorada”, escrita en 1276, por el dominico italiano, Jacques de la
Vorágine, apareces como hija de Siro y Eucaria, una familia que desciende de
reyes. Que tu verdadero nombre es Myriam, María en hebreo y se llena de esta representación tan dulce que significa “elegida de Dios”. Algunos  dicen que es de origen egipcio honrándolo con el título de “amada de Dios.” Y en verdad creemos que lo eres.

“¿Iluminada o iluminadora?” A nosotras nos gusta quedarnos con la idea, de que tu paso por el mundo, nos cobija con tu luz.

De pronto, ante nuestros ojos, la figura que te representa comienza a tomar vida, se calzan músculos, tendones y piel.

En movimientos lentos te vas desamodorrando, tomando un tamaño de ser humano más bien bajito. Se borra el entorno, vamos cruzando junto a ti en el tiempo. Nos cuesta afinar la vista al principio y de pronto vemos las costa junto al
lago de Tiberíades.

La brisa húmeda nos acaricia y Migdal Nunayah, (en griego Tariquea y significa “pesca salada”) se ve apenas un pueblo, pero es una localidad grande, próspera en la industria del pescado.

Tú no nos ves. Vamos descendiendo a tu lado. Traemos sandalias de cuero y se nos dificulta bajar cuesta abajo, siguiendo tu paso acelerado, con un calzado que no acostumbráramos a usar. Vamos vestidas a la usanza, no hay cómo un sueño para poder jugar con la armonía de lo racional y transgredirlo usando la magia.

¿En verdad habrás sido oriunda de por aquí? Jennifer Ristine, después de una investigación de cuatro años en la zona arqueológica recién descubierta, autora del libro “María Magdalena. Reflexiones sobre la antigua Magdala”, publicado el 22 de julio de 2018, dice que sí.

¿Tu nacimiento habrá tenido lugar por el tiempo en que la Estrella de Belén se apareció anunciado el nacimiento del hijo de Dios?  Seguramente, y nosotras dibujamos tu rostro joven, vaciado en carne y huesos y jugamos a creer que estamos junto a ti.

Nuestras mentes están abarrotadas de preguntas, traemos el pensamiento lleno de aquello que hemos leído y mira que hay tanto, tan antagónicamente distinto, que decantar se vuelve difícil.

Tan escueto es lo que se escribió sobre ti, todo con tinta llena de masculinidad, apenas un par de anotaciones con un potente mensaje de tu cercanía a Jesús de Nazaret. Qué habrán dicho las mujeres de haber dejado algo escrito; escucharíamos quizás tus palabras, o entenderíamos con más nitidez cómo
viviste.

Los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, hacen doce veces referencias a tu persona, once de las cuales te vinculan con la pasión y la resurrección. Te presentan como una seguidora de Jesús quien escuchaba sus enseñanzas, brindando apoyo financiero. Dicen sin contradecirse, que fuiste testigo de su
crucifixión y tres días después el primer declarante en verlo vivo.

Los evangelios apócrifos de Felipe y Mateo hablan de tus diferencias con Pedro. Otro evangelio apócrifo gnóstico, llamado de María Magdalena, habla de que fuiste depositaria de revelaciones secretas de Jesús y que habrías tenido un papel destacado en la comunidad cristiana postpascual.

¿O será que en estos escritos, no seas más que un símbolo de la Sofía de la teología gnóstica? Al menos algunos lo creen así.

Observas hacia lo lejos, con esa mirada apacible de quien se siente habitada, tu sonrisa serena se hace presente cuando la clavas en la costa que delimita la tierra. Tendrás unos treinta años. Conoces al nazareno, notamos la fuerza que emana de quien está sostenido, por aquello en lo que cree.

Tenemos esta sensación de ver ante nosotros a alguien que abrió su corazón de par en par, sintiéndose digna de ser amada por él, acercándose a recibir su amor, perdonando y perdonándose. Vemos ante nosotros a una mujer que se sintió
completa, suficiente y quizá en ello esté esta fuerza extraña que nos impulsa a estar hoy aquí, jugando con el tiempo a más de dos mil años de distancia.

Mientras te sientas a descansar, nos colocamos a tu lado y limpiamos el sudor de nuestra frente; hace un calor infernal. El cielo celeste sin nubes permea una brillantez espectacular.

Comenzamos a hablarte como si en verdad nos escucharas.

Dejar sobre este suelo nuestras voces, nos hace sentir que podemos tocarte. Es decirte de esta forma, que tu presencia sobre el tejido del tiempo nos deja una impronta de admiración profunda, sobre tu paso por el mundo. Viene a nuestra mente cómo en el Siglo III, Hipólito, obispo de Roma, te otorgó el título de Apostola Apostolorum  (Apóstol de los apóstoles).

Nos dimos a la tarea antes de invocarte, antes de provocar nuestro encuentro, de buscar y hallamos que, en la homilía de Pascua del papa Gregorio el magno en el año 591, en una época donde se transitaba por intensas dislocaciones, invasiones germánicas, plaga, tremendas hambrunas y un mundo Romano que se resquebrajaba; habló de ti, y usó una frase que trascendió con fuerza por el tiempo: “María la pecadora arrepentida de quien Jesús echa siete demonios,” haciendo referencia a el evangelio de Lucas en el capítulo 7. Es casi evidente que te confundió también con la mujer adúltera que aparece en el evangelio de Juan (cap. 8) y con aquella que lavó sus pies con su pelo.

¿Habrá sido la convulsión de aquella época que entonces impulsó sus palabras diciendo: “Aquí nos encontramos a una mujer pecadora”? Hay quienes piensan que tal vez su intención estaba en enfatizar que una mujer así, necesita
restauración y Jesús se la ofrece. Así la colocaba como ejemplo y así, evocar la necesidad de arrepentimiento. En esa época tan dura se pensaba que todo sucedía por castigo divino y si no se arrepentían y se convertían, llegaría el fin del mundo. El añadido de prostituta ya no supondría un “insulto” de ser así, sino un reconocimiento que todo puede ser salvado, aunque suene extraño. ¿O acaso la fuerza de tú nombre creo una forma de abordar el mensaje de Jesús, llenándote de seguidores y de pronto esto se volvió un peligro ingobernable?

Cómo quisiéramos saber con certeza; es difícil saberlo. Es un hecho que, tradicionalmente se te adjudicó el sobrenombre de prostituta, y ha sido difícil poder erradicarlo.

¿Sabes? Venimos de una época lejana donde el reloj a fuerza, marca un tiempo que nos tocó vivir siendo niñas; 1969 un año en el que papa Pablo VI, retiró del calendario litúrgico los epítetos: “María poenitens” (María penitente) y “magna pecatrix” (gran pecadora) que se te adjudicaba tradicionalmente. Es sorprendente ver cómo unas palabras puestas en el tiempo dejan un mensaje que después
cuesta tanto borrar.

Siglos después Juan Pablo II en la carta Mulieris Dignitatem te menciona de nuevo
reivindicando la tradición que te llenó de adjetivos aludiendo prostitución y pecado después de haber sido tratada con honores antes del siglo V.

Fuiste una de esas “mujeres que demostraron ser más fuertes que los apóstoles” en el momento de la crucifixión de tu maestro, permaneciendo a su lado hasta el final.

Te levantas. Descansado el cuerpo te seguimos. Continuamos bajando un par de kilómetros y a las orillas del lago, ahí donde los pescadores ponen el producto del trabajo de sus redes sobre canastos, te vemos amablemente dialogar con los
vendedores.

Seguimos tus pasos por la calle de tierra, llevas un canasto con un par de pescados frescos. Tomas el rumbo hacia unas casas de piedra que están a lo alto.

El sol candente lacera los ojos, quema la piel y aliviadas  entramos contigo a la sombra de la casa.

En la habitación central hay leña en un fuego que todavía arde. Los pescados limpios los pones sobre una mesa y los comienzas a preparar para llevarlos a Cafarnaúm. Nos acercamos a los cántaros de agua y bebemos para saciar la intensa sed.

Por estas fechas una sequía grande azotó la tierra y mucha gente busca el consejo en Jeshua, el Nazareno que ya tiene su fama.

Entra Esther, tu vecina, y tu sonrisa envuelve el recinto con este halo de sentirte habitada por aquel en el que crees. Una capacidad que tienen algunos que pueden bañarse con la fe de anclar un mensaje que surca el tiempo, que pese a nosotros sigue hablando de amor, perdón, fraternidad e igualdad en dignidad.

Eres una mujer que abriste el corazón a la misericordia del Dios en el que crees, sintiéndote digna de ser amada por él, poniéndote al servicio para recibir su amor dejándote habitar por él.

Y lo haces efectivo en tu vida, dando frutos de entrega incondicional a aquel que es hacedor de este milagro, sabiendo en lo profundo que todo se limita a vivir la vida, llena de amor.

Te saluda Esther: “El señor te bendiga y te guarde” y comienzan a organizar la salida en la madrugada acompañadas de un grupo grande de mujeres, cargadas de vituallas para la gente que sigue a tú maestro, aquel que en su mensaje lleva toda la fuerza del universo. ¿Tienes miedo de seguirlo? Si pudieras contestarnos seguramente dirías que si, has pasado por momentos de duda, su mensaje rompe con las normas y las creencias de esta época. Difícil seguir a alguien, solo porque el mensaje toca el corazón, y poner todo ahí por pura fe, sabiendo que en ello te juegas la vida. Y es por eso que al verte nuestra admiración crece más.

Pasas el día arreglando las viandas, jugamos a creer que ayudamos, metemos todo en canastos y lo ponemos junto a la puerta; cae la noche. La brisa refresca entra por la ventana, vemos el cielo estrellado lleno de luceros que penden arrullando la noche. Caemos dormidas en un rincón de la casa y al amanecer ya
no estás.

Sabemos lo difícil que es imaginar cómo era la antigua ciudad de Magdala, hoy es solo un punto de paso sobre la carretera rumbo a Cafarnaum. Una zona arqueológica donde apenas se dibujan sus calles y a lo lejos se logra ver el mar de Galilea. Imaginar que Jesús predicó aquí y que lo acompañaste, reboza el corazón.

Queremos alcanzarte salimos corriendo, atravesamos la puerta y el tiempo se ha deslizado de nuevo, ahora es este presente donde la navidad cubre los aparadores de cosas y el nacimiento de Jesús se ha vuelto un acto mercantil, donde todavía al menos quedan algunas manifestaciones de abrazos, besos y villancicos que alegran la nochebuena.

Sentadas después de nuestro viaje, nos quedamos con tantas interrogantes; ¿Qué fue lo qué pasó? Al principio las comunidades cristianas dirigidas por mujeres tuvieron mucha importancia, pudiendo celebrar los sacramentos. ¿De dónde
sacamos semejante premisa? En el Concilio de Laodicea en el Siglo IV, se dice que las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes, será entonces que antes sí se podía.

Solo algunos son venerados con tanta fuerza como tú.

Nuestra conversación se vuelve pausada en un tono más de pregunta que de aseveración. Lo que leímos lo deshilamos, y sabiendo que no somos expertas en la materia, solo curiosas, embebidas en la fascinación que nos produces, sabemos que podemos omitir o cometer tantísimas faltas y desde ahí pedimos una disculpa, pues es el corazón quien empuja el sentido de hablar sobre ti.

A partir de hoy pondremos atención a tú Santo, esa fiesta que se celebra el 22 de Julio. Usando para la celebración, colores litúrgicos, el blanco y el oro.

Ahora quisiéramos desenredar la incógnita que traza el misterio que muestran
pinturas sobre tu vientre hinchado.

¿Acaso una tumba colocada en Provenza en el Siglo XIII en boca de Jacques de
Vorágine en el Siglo XIII es lo que desanuda una leyenda creída por muchos?

Lo que es verdad es que durante la Edad Media en Francia se creó una importante devoción en torno a tu figura. Y se construyeron así muchas Iglesias en tu honor.

Surgió una historia que describe la llegada a Francia de Lázaro y sus hermanas
Marta y María; ¿María de Betania? Muchos creen que no.

El 6 de marzo de 1058, el Papa Etienne IX promulga una bula, donde afirma que el cuerpo de  Santa María Magdalena, reposa en la abadía de Vézelay (Borgoña,
Francia).

Si alzamos una línea recta imaginaria hacia el cielo, desde las catedrales de Francia junto a la Basílica de La Magdalena, en Vézelay, entre todas forman la conjunción de Virgo, dedicada a la Virgen María. ¿Casualidad?

Leyenda o verdad, todo va tejiendo sobre un hermoso lienzo qué es lo que hila nuestra curiosidad.

Jacobovici, director de un documental del Discovery Channel, no es el primero en
postular una posible relación romántica entre Jesús y María.

La película, “La última tentación de Cristo”, y libros tales como “Holy Blood”, “Holy Grail”, y “El Código Da Vinci”, hicieron central la relación secreta entre Jesús y María para sus temas, contándolo como si así hubiera sido. Algunas comunidades gnósticas lo creyeron, muchos teólogos y historiadores contemporáneos niegan la premisa de un hijo, hija o hijas como hablan algunos y cualquier relación de tipo amoroso entre ellos.

Al final nos quedamos con la fuerza de tu nombre, uno que impulsa a aquel que se sabe profundamente amado, que trasciende lo que pasa, porque su fe lo sostiene.

Como creemos que lo hiciste tú, después de la crucifixión, llevando su mensaje a todos, no solo en palabras si no viviendo como creías.

Cada una se retira a lo propio, queriendo decir tanto, tantísimo y con esa sensación de solo habernos aproximado apenas. Hoy es navidad, y en ella se vuelve todo el misterio del que formaste parte, un festejo que abre sus brazos
también aquellos que continuaron con su labor.

Para nosotras la imagen de María Magdalena es la de un apóstol, alguien que siguió a su maestro, lo cuidó y estuvo presente en momentos clave de su vida.

Alguien que amó tanto y entregó su corazón por aquello en lo que creía. Así que este año, la colocamos junto al pesebre, nos acogemos a ella para que nos impulse a mirar con ojos nuevos lo que sigue, que el mensaje que nos dejó
Jesús salga también de su mano en el portal.

Un mensaje que hable de reconstruirnos y recomenzar cada día. Que cada amanecer nos devuelva las ilusiones de la infancia, que los logros de este año sean sólo las semillas para ser plantadas y que se cosechen, que podamos abrir
el corazón para ser consuelo de alguien que lo necesite.

La navidad es un símbolo de esperanza. Una estrella; una luz en la oscuridad como lo dice tu nombre.

Gracias Magdalena por provocarnos, por invitarnos a ti.

Gracias a cinco que dibujaron con su pincel este escrito, desde la experiencia vivida en Magdala. DZ, que intentó captar su sentir y plasmarla a su manera. Al Padre Carlos y a Euge que nuevamente se detiene a revisar los signos ortográficos de mi dislexia incorregible.

María Magdalena - img-1138

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