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Lugdi Devi

Un texto es un conjunto de hebras verbales anudadas, un telar lleno de imágenes que se bordan mientras se pasa la trama entre sus hilos, así van quedando las historias para que un día algún curioso pueda entrar en el mundo mágico que lleva en sus entrañas. Al comenzar la aventura, entonces la historia se vuelve de uno, se mezcla con experiencias y las historias que están tatuadas en cada célula; se adereza con las creencias y con el mundo en el que se vive y así toma una narrativa única e irrepetible.

La India es un lugar místico y lejano para mi. Un espacio lleno de imágenes que el cine y los libros han creado en mi imaginario, pero sobre todo tiene una creencia que revolotea en mi mente desde hace mucho tiempo, pues la reencarnación es fuente de sus más profundas doctrinas.

Como tantas veces una conversación coloca en el río de agua que hay en mi mente una historia, entonces en mi barca de pronto se abre una brecha de agua que baja con rapidez. Esa es la sensación que tengo cuando algo capta mi atención y entonces comienza la aventura con todo y mi sombrero de Indiana Jones.

Ahí se nutre mi pasión por indagar, preguntar y por revisar cuánto encuentro a mi alcance. Voy anotando en pequeñas fichas los hallazgos de mi investigación y voy tachando para escribir de nuevo.

A veces los sitios, personajes o experiencias toman vida mientras me transformo y viajó por el planeta, pero hay otras que no puedo y solo queda el relato manchado de curiosidad unido por los hilos que entretejen el telar de la historia.

Pues bien, así comienza lo que escribí sobre una pequeña que me invitó a viajar:

Nació en Delhi, India, en 1926 en el seno de una familia tradicional y para un país con millones en pobreza, a ella le tocó ver la luz en una casa donde los recursos eran suficientes. Con sus ojos negros y piel aceitunada jugaba en el jardín de su casa con sus muñecas y sus zapatos blancos. Fue alrededor de los cuatro años que comenzó a repetir una extraña historia. “¿Sabes una cosa? “ le dijo un día a su aya “ Yo me llamaba Ludgi y tuve un esposo y tres hijos; él, se llamaba Kedarnath.”

Al principio la historia le pareció un juego, pero cuando comenzó a describir minuciosamente su antiguo hogar contando que estaba en la ciudad de Muttra al sudeste de Delhi, entonces la curiosidad puso en alerta a su cuidadora y se lo comunicó a sus padres. Así comenzó a embargar a la familia, una curiosidad preocupante.

Durante meses la niña obsesivamente repetía la historia, poniendo sus muñecos a jugar mientras le daba de comer por su nombre, a sus hijos, así los llevaba al mercado, los besaba antes de que se fueran a dormir, en su mundo imaginario. Se fue transformando en una una obsesión, que obligó a sus padres a llevarla al médico; podría tratarse de algún tipo de desorden mental.

Shanti Devi le narró lo que éste ya sabía de boca de su padres y agregó que había muerto durante el parto de su tercer a fines de 1925, es decir, casi un año antes de su nacimiento oficial en Delhi.

El médico pidió detalles de su último embarazo y la pequeña le aportó un cuadro completo, detalles de su cuerpo, de cómo se sentía, las sensaciones del parto, la forma en murió y el galeno quedó impresionado, pues los pormenores eran inconcebibles para una pequeña de su edad, sólo una mujer encinta podría describir con tanta fineza y minuciosos detalle.

Este médico, concluyó que Shanti Devi estaba sana de cuerpo y mente, aunque en su diagnóstico no podía explicar científicamente la naturaleza de aquella extraña historia. Lo mismo hicieron otros que la examinaron. Nadie podía explicar lo sucedido.

Cuando Shanti cumplió nueve años, su tío abuelo, el profesor Kishen Chand, decidió hacer algo que hasta aquel momento a nadie se le había ocurrido. El anciano escribió una carta al tal Kedarnath y la envió a Muttra a la dirección que tantas veces había repetido la niña.

¿Existiría realmente Kedarnath y seria acaso que viviría en Muttra? La expectativa generó un gran revuelo en la familia. Durante semanas esperaron, pues el correo en aquella época tomaba largas jornadas.

Finalmente la misiva llegó a su destinatario. Para sorpresa de todos, la niña hablaba con certeza. Para su receptor fue una combinación de sorpresa y temor, la invitación de viajar lo dejó dubitativo, pensó en un principio que podía ser víctima de un chantaje para despojarlo de parte de sus bienes gananciales, herencia que había recibido al fallecer su esposa. Sin embargo las dudas lo asaltaban, así que urdió un plan.

Decidió que él se quedaría en Muttra y le escribió a su primo hermano que residía entonces en Delhi, explicándole la situación. En la carta, Kedarnath le pedía a su pariente que visitara de incógnito a la familia Devi, con cualquier excusa y le hiciese conocer su impresión, sobre todo que pusiera atención en la honorabilidad y honestidad de sus miembros a vuelta de correo.

El primo arduo de curiosidad, se lanzó sin dudar y con aires de investigador interrogó discretamente a los vecinos. Quería saber quiénes eran los de esta familia, su reputación, a que se dedicaban y luego, para completar su misión, inventó una excusa comercial y los visitó cierta noche.

Golpeó la puerta de la casa, y Shanti, que estaba ayudando a su madre en la cocina, corrió a abrir la puerta de entrada. Como la niña se demoraba, la señora Devi fue a ver qué ocurría y encontró a su hija muda de estupor y temblando frente al recién llegado que estaba no menos sorprendido, pues Shanti, que jamás en su vida lo había visto, lo había reconocido de inmediato. “Es el primo de mi esposo mami, él vivía cerca de mi hogar en Muttra.”

Emocionado por todos los detalles que la niña le daba de la vida familiar. En un estado de conmoción, el joven les dijo que todo lo que la niña decía era verdad y delato cuál era el verdadero propósito de su visita.

Después de la inusual velada llena de sensaciones inexplicables, el primo escribió con todos los detalles de lo sucedido. Quince días después llegó Kedarnath a la casa de los Devi acompañado por el menor de sus tres hijos.

Shanti, no tenía idea de esta visita por lo que al verlo se suscitó otra dramática sorpresa. Besó a Kedarnath, lo saludó como si realmente fuese su esposo, abrazó y apretujó contra el pecho al niño que echó a llorar asustado por el extraño comportamiento de aquella pequeña desconocida.

En la sala de la casa comenzó a relatar con minucioso detalle las anécdotas de su vida en común, las lágrimas corrían y el, muy confundido no lograba entender a esa niña que hablaba de cosas íntimas y comunes, tantas familiares únicamente a él y Ludgi; su difunta esposa. El hombre, totalmente desconcertado, regresó con su hijo aquel mismo día a Muttra. Lo sucedido había trascendido lo familiar, ahora era una historia que se contaba a voces por las calles.

El señor Desh Bandu Grupta, que era presidente en aquel tiempo de una importante cadena de publicaciones (la All-India Newspaper Publishers Association) y Delegado en el Parlamento de la India, ordenó llevar a cabo una encuesta del caso, que tuvo carácter semioficial. Se nombró una comisión ad honorem encabezada por el propio Grupta para someter a Shanti Devi a una prueba final y concluyente sobre lo que, en la India al menos, se consideraba una irrefutable evidencia viviente de la reencarnación.

La comitiva integrada por la niña, sus padres, Desh Bandu Grupta,Tara C. Mather, un notario de renombre, y otros notables de Delhi partieron exaltados una mañana en tren rumbo a Muttra. Estas noticias se vuelven dulces en la boca, así que al convoy había se le sumó un número considerable de periodistas locales y extranjeros, ávidos por saber más sobre la historia, pero sobre todo ver la reacción de Shanti cuando llegase a su destino.

La estación de Muttra estaba repleta de curiosos. A su arribo Shanti dio la sensación de caer en trance. Echó a andar a través de las sinuosas calles seguida por la comitiva y una heterogénea muchedumbre. La pequeña se detenía frente a algún bazar, saludaba por nombre a algunos tenderos y continuaba avanzando para retroceder en alguna esquina y retomar su camino. Se detuvo frente a la casa de la que había sido su madre y salió corriendo a su encuentro besándola con el rostro bañado en lágrimas, esta ya sabia que probablemente iba a suscitarse el encuentro por lo que le abrió sus brazos.

Llegó por fin hasta la casa de Kedarnath, y entró. Beso a los dos primeros, pero no pudo identificar al tercero, cuyo parto le había causado la muerte. Al paso de la tarde Kedarnath le preguntó si recordaba qué había hecho con unos valiosos anillos que él le había regalado y que no había podido encontrar desde entonces.

La niña, sin vacilar, sonriendo le señaló un lugar en el jardín y le explicó que los había enterrado dentro de una caja porque temía que se los robaran. El hombre cavó superficialmente en el sitio indicado y los halló.

El cuchicheo aumentaba, los expertos no se ponían de acuerdo con respecto a la esencia del fenómeno en sí.

¿Era una manifestación histérica, paranormal, o era Shanti Devi la reencarnación de Ludgi Kedarnath?

Hasta el presente sigue siendo el caso más impactante y mejor documentado sobre reencarnación. La publicidad resultó desastrosa para la vida de ella. Sus parientes, esposo e hijos del pasado, acosados por el desfile de curiosos de todo el mundo, cortaron toda relación.

Cuando se hizo mujer, tuvo que luchar para vivir con su realidad, y nunca se casó.

Vivió sus últimos años en Nueva Delhi y trabajaba en una oficina pública, taciturna y solitaria murió en 1978.

El profesor Indra Sen, del Instituto Sri Aurobindo de la ciudad de Pondichery en la India, posee el archivo completo de este enigmático caso.

Los hombres de ciencia y los investigadores que trabajaron en el caso, concluyeron que una niña nacida en Delhi, India, en 1926, parecía recordar con notable claridad otra existencia vivida en Muttra y separada por el tenue velo de la muerte.

La historia tiene pequeñas variantes según los textos que se lean, pero a mi me fue llevando de la mano esta narrativa que me parece que al final solo es cuestión de pasar por alto ciertos pequeños matices que no coinciden, para concluir en lo mismo. Ella decía que se había reencarnado.

Me sigue pareciendo un misterio, una manera de darle sentido a la existencia que todavía no vibra en mis pies, pero no dejo de sentir que la curiosidad me arrastra hacia los libros donde hay cientos de casos documentados y que alguna vez me dedicaré a escudriñarlos.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195