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#LaPeorMamá Trabajos en equipo
Foto de Archivo

– “¡Me chocan sus proyectos en equipo! Por culpa de otros chamacos, mi hijo baja sus calificaciones”, así dijo una amiga en una plática, cuando mis dos hijos estaban en kínder.

– “Ay amiga, está bien. Tienen que aprender a trabajar en equipo, es parte del aprendizaje, la madurez, la responsabilidad”.

Más rápido cae un hablador que un cojo, dicen por ahí. No sabía de lo que hablaba. Me explico un poco:

En la escuela de mis hijos, cuando están en primaria, en lugar de sentarse como nos tocó a la mayoría de nosotros, en filas uno atrás de otro en sus pupitres, se sientan en “centros”, en círculos de 4 o 5 niños.

En época de evaluaciones, algunas son individuales en forma de exámenes y algunas otras son proyectos en equipo durante la clase.

Desde mi punto de vista esto es muy bueno, pues aprenden desde pequeños a trabajar de esta forma, a negociar entre ellos, a llegar a acuerdos y varias cosas más.

Todo perfecto hasta aquí.

La semana pasada #minispeedy llegó muy emocionado porque su proyecto de ciencias sería hacer masita, plastilina o como quieran llamarle. En su agenda venía una hoja con lo que cada integrante del equipo tenía que llevar.

Lo anoté y me puse varios recordatorios para que no se me fuera a olvidar comprar lo que le tocó: fécula de maíz y sal.

Llegado el día, compré los ingredientes y se los entregué. Los marcó, guardó y hasta puso en su mochila unas bolsas por si le sobraba para poderlo guardar y llevarlo de regreso a casa y enseñarle a su hermana a hacer la masita.

El día del proyecto recogí a #miniplausi, que salió más temprano y estaba que se le quemaban las habas para que llegara su hermano y que le enseñara su experimento y cómo hacer la masita.

¿Cuál va siendo mi sorpresa a la hora de recogerlo?

– “¿Cómo te fue en tu proyecto?”

Silencio acompañado de una cara muy seria.

– “¿Estás enojado?”

– “Un poco”.

– “¿Quieres contarme qué pasó?”.

– “No pude hacer mi proyecto”.

– “¿Y eso?”.

– “Mi compañera no llevó lo que le tocaba”.

– “¿Cómo?”.

– “Llevó fécula de maíz.

– “Pero esa la llevaste tú, ¿o le tocaba a ella?”.

– “No, a ella le tocaba otra cosa y no lo llevó. Llevó fécula”.

En mi gran necesidad por saber lo que pasaría, pregunté cosas que claramente él no podía contestar. Mal hecho yo. ¿Pero por qué llevó lo que no le tocaba? ¿Estás seguro que llevaste lo que a te tocaba? ¿Ella no apuntó? ¿Se equivocó? ¿Se equivocó la maestra? ¿Y ahora qué? ¿Reprobaron? ¿Por qué no les prestó alguien material?

Evidentemente ninguna de estas preguntas las pudo responder.

Y en este momento fue cuando caí. Lo positivo es que no lo dije en voz alta y solo pensé para mi: “Me chocan los proyectos en equipo”. Sí, ríanse, ríanse bien fuerte de mí.

En cuanto me di cuenta de lo que estaba pensando me frené a mi misma e intenté retomar el diálogo.

– “Amor, ¿los demás hicieron su proyecto?”.

– “Sí”.

– “Ok. ¿Y la maestra les explicó qué significa esto para ustedes? ¿El que no hayan podido hacer su proyecto?”.

– “Pues nos dijo que vamos a tener una oportunidad más la siguiente clase”.

Debo aceptar que respiré porque gracias a esa oportunidad no va a reprobar la evaluación. Y no me preocupa que repruebe, para nada. En ese momento me enojaba que reprobara porque alguien más no había llevado lo que le correspondía.

Me caché molesta por la situación y me remonté a la época de mis trabajos en equipo y esa impotencia que se siente no poder hacer nada cuando alguien no cumple con lo que le tocaba, o peor aún, al enojo que ocasionaba trabajar por alguien mientras estaba de fiesta.

Y ¿saben? Llegué a la misma conclusión: en algún momento le va a pasar. No será ni la primera, ni la última. Probablemente sea él quien olvide llevar lo que le toca o no trabaje por irse de fiesta, porque al final es parte de crecer y aprender.

Gracias por leer

#LaPeorMamá