¿Sufrí cuando mis hijos eran bebés? Sí. Me sentía tan desesperada a veces que nació “La Peor Mamá”, el mejor desahogo que he encontrado
Hace unos días mientras perdía el tiempo viendo Instagram, me topé con una publicación dirigida a mamás que preguntaba: ¿Qué prefieres? Una noche entera de sueño sin interrupciones, que tus hijos se coman todo lo que les das o no volver a limpiar a tus hijos (pañales o baño).
No pude elegir ninguna, ya no peleo por nada de eso. Bueno un poco por la comida pero ya hice paz con el asunto, que coman lo que quieran.
Mis hijos ya son grandes, pensé.
De pronto extrañé a mis bebés pegados a mi pecho a media madrugada, la señal inconfundible de cárgame y su cara de felicidad cuando lo hacía, la cara de sorpresa al probar una nueva comida o de asco, sus mini pies súper apestosos, sus intentos por comunicar algo y mi desesperación al no entender qué era lo que querían.
La locura que era salir de casa con carriola, pañalera y doscientas cosas más para ir por un par de horas a cualquier lugar, la hora del baño y el miedo que me daba que se me resbalaran y más que todo, su olor, ese olor entre bebé, jabón y lechita cortada que por más que busque ya no está en ellos.
Y no, no se me alborotó el útero, no quiero más bebés, pero sí me dio nostalgia. Esa nostalgia de la que hablan todas las mamás cuando te dicen: Disfrútalos que crecen muy rápido.
Y así es, ya tengo un pre puber de 9 y una niña de 7 que siguen poniendo mi vida de cabeza en mil formas diferentes de cuando eran bebés y que sé que conforme pase el tiempo lo seguirán haciendo, de eso no tengo duda.
¿Sufrí cuando eran bebés? Sí. Me sentía tan desesperada a veces que nació “La Peor Mamá”, el mejor desahogo que he encontrado.
Me desesperaba y me preguntaba constantemente cuándo terminarían las desveladas, la amamantada, cargarlos todo el tiempo, los berrinches, el apego, los pañales, correr al baño, cargar mil cosas.
Y de pronto se terminó, porque sí termina, sí pasa.
Tú que tienes bebés, si me lees créeme que va a pasar y lo vas a extrañar, pero mientras tanto se vale sentirse cansada y desesperada, se vale querer salir corriendo y se vale querer que aunque sean las 12 del día ya quieras que llegue la hora de dormirlos.
Te entiendo, lo he vivido; hoy lo extraño, pero no lo volvería a hacer.
Gracias por leer