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#LaPeorMamá. ¿Qué pasaría si no estuviera?
Foto de Archivo

Estoy segura de que a todas las mamás nos pasa lo mismo: Nos sentimos mal por gripa, estómago, cólico, etc, y seguimos; seguimos como si nada pasara porque no podemos parar de ser mamás.

Aun y cuando no estamos al 100 procuramos que todo en casa y con los niños siga y siga bien. Al menos yo sí lo hago.

Pero la semana pasada no pude. La semana pasada tenía tanta fiebre y me sentía tan mal que por más que quise no pude.

La verdad fue una semana muy difícil para mí. Estar enferma es horrible. Pasé 3 días prácticamente en cama porque de verdad no podía hacer nada aunque quería.

Pasé por momentos de mucha angustia y miedo porque no sabía bien a bien qué tenía. Y aunque siempre soy muy positiva, estando así los peores pensamientos pasaron por mi mente. Sobre todo el día que el doctor me dijo: vete al hospital.

Afortunadamente me salvé del hospital y las inyecciones de antibiótico me sacaron adelante. Pero bueno, este texto más bien está pensado en lo que aprendí del señor de la casa y mis hijos en esa semana de enfermedad.

Prácticamente todo se resume en que, contrario a lo que casi siempre suelo pensar, no soy indispensable. Creo que de alguna manera el sentir que mi familia me necesita es una forma de aumentar mi autoestima; pero pesa mucho de vez en vez.

En los días que estuve en cama el señor de la casa, como buen papá luchón, se hizo cargo de todo lo que yo normalmente hago. Levantar niños, llevarlos a la escuela, ir por ellos, llevarlos al club, a sus clases, supervisar tareas, y mil cosas más. Sin ninguna necesidad de que yo interviniera.

Debo decir que en un inicio moría por preguntar cómo iba. Porque siendo honesta soy muy controladora. Pero ni para eso tenía energía. Dejé que él hiciera y deshiciera a su manera. Y vieran qué bien le salió.

Los chamacos también se super rifaron. Entendieron perfecto lo que pasaba y cooperaron sin quejarse de nada. Al menos que yo me haya enterado. Bueno, hasta la comida me subían. No hubo una sola petición, ningún “mamááááá”, nada, solo apapachos.

Estaban preocupados también, a ningún niño le gusta ver enferma a su mamá. Cuando les dije que probablemente me internarían no les gustó para nada pero entendieron muy bien que era por mi salud. Sí se emocionaron cuando no me fui al hospital. Y no les cuento sus caritas el primer día que llegue por ellos a la escuela cuando ya me sentía bien.

¿A dónde voy con todo esto?

A pesar de lo mucho que me gusta sentirme necesitada, hoy me siento muy liberada de saber que toda mi familia puede sobrevivir sin mí.

Y no, eso no significa que ya no vaya a hacer nada, que me vaya a ir al monte o a otro lugar de donde no podría regresar. Pero hoy tengo una cosa menos por la cual angustiarme.

A pesar de haberla pasado fatal, hubo algo muy positivo. A veces pienso que no lo hago tan mal.

Gracias por leer

#LaPeorMamá