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#LaPeorMamá. ¿Qué aprenden ellos de ti?
Foto de Archivo

Hace unos días fuimos a CU a un partido de fut. Sí, ya sé que yo había dicho que me daba miedo regresar a los estadios después de lo sucedido en Querétaro, pero pues me animé porque jugaban mis Pumas vs los Rayados, a los cuales les va mi hijo mayor. Porque en esta familia cada quien le va a un equipo diferente. ¿Qué se le puede hacer?

Llegamos como con una hora de anticipación para poder estacionarnos relativamente cerca y encontrar un lugar bueno. Digamos que solo tuvimos que caminar 15 minutos desde el coche y del lugar que encontramos se veía toda la cancha y no nos tapaba nada.

Resulta que atrás de nuestros lugares había unas 5 filas de lugares vacíos con una cinta de precaución indicando que no te podías sentar ahí. En un inicio no supe por qué.

El estadio estaba bastante lleno a la hora que comenzó el partido y seguía entrando gente.

Obviamente al ir pasando y ver lugares vacíos, muchas personas se acercaban para sentarse y fue ahí donde me enteré que eran lugares reservados para discapacitados que no usan sillas de ruedas, lo cual me pareció bastante bien.

Había unas 6 familias con personas con diferentes condiciones. Todo bien hasta ahí.

Hubieron varios que, aún viendo la cinta, se metieron y se sentaron.
– Ma, ¿por qué se meten si hay una cinta para que no pasen? – Me dijo mi hijo.
– No sé mi amor.
– Qué irrespetuosos.
Y tenía razón. Sin embargo, en cuanto la persona de Protección Civil se acercaba para pedirles que se retiraran, pues eran lugares para discapacitados, se iban; mentando madres pero se iban.

De pronto, llega un señor con un niño de unos 10 años y le pregunta al de las cervezas si se podía sentar ahí. El chelas le dijo que eran lugares para discapacitados.
– Bueno, pero no hay nadie – y dirigiéndose a su hijo dice – háblale a tus hermanos para que
se vengan para acá.

Sus otros hijos, 2 más, y aparentemente otros amigos estaban sentados unas 15 filas más abajo, de donde no se alcanza a ver tan bien la cancha, subieron a sentarse. Cuando iban llegando se acerca la chica de Protección Civil a decirle al señor que por favor se salieran de esa área porque estaba reservada. Les prometo que la señorita fue muy respetuosa.

– Pero no hay nadie. ¿Por qué me voy a ir?
– Porque deben estar libres si alguien que los necesita llega.
– Pero son muchos. No se necesitan tantos.
– Es algo que no podemos asegurar. Por favor, busque otro lugar.
– Bueno, ¿qué necesito para sentarme aquí? ¿Traer un enfermo? Porque viene mi papá y está
muy enfermo. Tiene enfisema. Está muy mal.                                                                                                  – Su papá podría estar aquí. – Le contestó la señorita.
– Pero nosotros también, ¿no? Ni modo que lo deje solo.
En eso me dice mi hijo: – Si no lo quiere dejar solito, ¿en donde está su papá enfermo? – Justo
lo que yo estaba pensando.
– Puede entrar una persona con él.
– Bueno si llega el medio tiempo y no llega nadie. ¿Podemos venir todos?
– No, señor. Ya le dije que solo es para personas discapacitadas.
– Pero, ¿qué le cuesta? Está vacío. ¿Lo que quiere es dinero? ¿Cuánto quiere?
– No, señor. Simplemente es la regla.

Para ese momento yo ya estaba a punto de voltearme con el señor a decirle que había perdido ya 10 minutos del partido neceando, pero mejor me quedé callada. Mi hijo tenía cara de no creerlo.

Total terminaron por regresar a su lugar filas adelante.
– Vámonos, esta pinche gente que se cree dueña del estadio. – Dijo muy indignado.

Como a los 15 minutos llega un señor mayor con uno de los hijos del susodicho y le pregunta muy tranquilo a la señorita si por ser de la tercera edad podía sentarse ahí, a lo que la señorita respondió que no era un lugar reservado para tercera edad sino para discapacitados y todavía le dijo: para mi señor, ser de la tercera edad es una bendición, no una discapacidad.
– Si es cierto, ma, ser viejito es una bendición – me dijo mi chamaco.

En eso llega el hombre y le empieza a gritar a la señorita que ella le había dicho que su papá sí podía estar ahí.
– Usted me dijo que estaba muy enfermo.
Y el pobre viejito volteando a ver a su hijo con cara de what.
– Sí está muy enfermo.
– Muy bien. Puede pasar el señor con una persona.
– ¿Cómo con una persona? Venimos todos juntos.
– Puede pasar con una persona.

Ay, de verdad no saben lo enojada que me sentí. Pero toda mi admiración para la señorita que en ningún momento levantó la voz siquiera.

Al final, el viejito se quedó viendo el partido con uno se sus nietos y su señor hijo se tuvo que regresar al lugar que tuvo desde un inicio diciéndole a la pobre mujer, que solo estaba haciendo su trabajo, de su mamá y toda su familia.

¿Por qué le gusta a la gente intentar romper cualquier regla que hay a su conveniencia? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo seguir los lineamientos? ¿Por qué les mostramos a nuestros hijos que pueden hacer lo que se les pegue la gana solo porque quieren? Eso sí, después nos preguntamos ¿por qué no “nos obedecen” y hacen cosas que no deberían?

Los niños aprenden de lo que ven, no se nos olvide.

Gracias por leer
#LaPeorMamá