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#LaPeorMamá El peor domingo ever

¿Se acuerdan del berrinche de las tortas? ¡Pues lo superamos! Y ahora sí no pude controlarme. Ahora sí me fui como gorda en tobogán.

Ya ven cómo todos los Godínez añoran el fin de semana, ¿no? Pues ahora yo los odio. Quiero vivir entre semana en la rutina forever. O al menos hasta que logre encontrar una solución a mi gran problema: No poder con mi hija.

Van dos fines de semana que me peleo cada día con #miniplausi para que se bañe. Ya sé… no pasa nada si no se baña, pero tingados ya me agarró la medida y me engancho con ella horrible. El sábado gritos y sombrerazos, terminé por castigar el iPad (aunque la consecuencia no tiene nada que ver, pero en ese momento no pude pensar en nada más).

Gritó durante todo el baño, pero ya en la regadera logró tranquilizarse.

Pero el domingo… el domingo fue otra cosa. Empezó con no quererse bañar, llorar, patalear, pegar, tirarse al piso, etc… You name it. La bañé a fuerza, le grité y hasta nalgada le tocó. El llanto siguió durante todo el baño porque no quería bañarse y continuó cuando le dije que se tenía que salir porque no quería salirse.

– ¿No te quieres salir? No hay problema. Aquí te dejo tu toalla y tu ropa y cuando quieras tú te sales y te secas y te vistes. (Esa sí es una consecuencia lógica)

Ah pues más llanto porque la dejé sola para vestirse. Total después de como 20 minutos logró vestirse, lo cual aplaudí porque lo hizo prácticamente sola y eso es un gran logro para sus 3 años.

– Mami, ¿me peinas porfis?

Pensé: Bendito Dios, ya nos calmamos. La peiné con todo el amor y la calma que pude, y lo hice muy bien porque por primera vez le hice dos trenzas francesas y me quedaron. Me dije a mí misma:

– Que buena terapia esto de peinarla.

Jajajajaja. No sabía lo que me esperaba.

Salimos porque la abuela está de visita, así que fuimos a pasear al centro. #miniplausi llevaba una bolsa en forma de perro que le acaban de regalar. ¿Se acuerdan cómo la semana pasada que perdimos el dinosaurio no bajó su muñeca? Pues ahora sí bajó la condenada bolsa.

– Yo no lo voy a cargar. Si la bajas tú la cargas y la cuidas.

Obviamente a las dos cuadras ya iba arrastrando la bolsa a la mitad de la calle, endosándosela a la abuela, a mí, al papá…

– Tú la trajiste, tú la cargas.

Fueron 6 cuadras de infierno. Tiraba la bolsa, la arrastraba, la cargaba. Y encima de eso:

– Mamá ya me cansé.

Se quedaba parada cada dos metros, yo disque la dejaba pero en pleno centro de la ciudad regia pues la verdad sí me da cosa que se la lleven, ¿verdad? Entonces gritos y sombrerazos para que caminara.

– Mamá ya tengo hambre. Quiero papas.

Siempre, siempre los fines de semana los dejo tragonear porquerías pero justo el domingo decidió no desayunar así que también estaban castigados los munchies.

Así seguimos, ya todos estábamos hartos. Unos de la niña, otros de mí, otros de todo.

Así que así fue como empezó y terminó el paseo dominical. En tragedia griega.

Y ahora estoy acostada en la cama de #miniplausi viendo cómo cae profundamente dormida mientras yo escribo esta tristísima historia y lo único que puedo pensar es en cuánto la amo y en cuánto tengo que esforzarme por no perder la cabeza con ella. Hay mucho camino por recorrer y momentos en los que creo que no llego ni a la siguiente esquina.

Gracias por leer. Sin estos desahogos no sé qué sería de mi.