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#LaPeorMamá Cuando la bisabuela se va
Foto de Archivo

Uno nunca está preparado para la pérdida de un ser querido por muy hecho a la idea que esté.

En esta ocasión, tristemente mi post no será divertido o quizás sí, ya no sé. El día de hoy dedicaré este espacio a una mujer que ha sido, fue y será una gran influencia en mi vida. Emeris, la abuela del señor de la casa y bis de mis hijos.

Hace unos días y después de casi 9 meses de habernos dado un susto tremendo y despedirnos de ella porque literalmente dijo que ya se iba a morir, nos la cumplió.

Se fue, y se fue de la forma más tranquila, como yo quisiera irme cuando sea mi turno: en calma, con sus hijos, sabiendo que era su momento y en paz con ello.

Conocí a Emeris en mis primeros años de Universidad cuando un día, el señor de la casa, que en ese momento solo era mi compañero de escuela, nos invitó un jueves a comer a casa de su abue. Y nos invitó a varios, como a 6, mínimo.

Lo primero que pensé fue: si yo llego a casa de mi abuela con 6 amigos avisando 2 horas antes de que sea la hora de la comida ¡me mata! Pero ella no, Emeris siempre estaba preparada los jueves para darle de comer a un regimiento. Sus hijos, su yerno, su nuera, sus 6 nietos, sus sobrinas, hermanas y quien se sumara. Como 6 universitarios muertos de hambre. Y además, cocinaba delicioso.

Cuando el señor de la casa y yo nos hicimos novios fue la más feliz. Ella siempre se alegraba de la felicidad de los demás.

Siempre me sentí bienvenida en su casa. Siempre apapachada, porque desde siempre consideraba mis gustos para la comida, por ejemplo.

Cuando mi ahora marido me propuso matrimonio, el esposo de Emeris, don Armando, acababa de fallecer. Literalmente una semana antes. Pero ese no fue impedimento para que festejara por todo lo alto con nosotros el que se casara el primero de sus nietos.

Bien dicen que cuando te casas, también te casas con la familia política. Y así es, o así fue en mi caso. Y disculpen los demás miembros de la familia que no les doy su respectivo crédito, porque todos lo tienen pero esto no va de ustedes. Tengo que decir que fue muy grato “casarme con Emeris”.

No, no todo fue miel sobre hojuelas.

Emeris era una persona de ideas fijas. Muy fijas. Y en ocasiones chocamos mucho. Hubo veces que no entendía su forma de ser o de pensar. Pero lo que siempre me quedó claro es que todo lo que hacía lo hacía desde el amor y servicio a los demás.

Como dice mi mamá: fue una muy buena mujer.

Siempre supe que le gustaban los niños, fue maestra, así que no había sorpresa en ello. Pero nunca supe cuánto le gustaban, hasta que tuve hijos. Y sobre todo cuando crecieron un poco y comenzaron a jugar.

Siempre me reí con Emeris, era muy divertida de una forma muy inocente. A todos nos seguía las bromas aunque a veces no nos entendía.

Pero nunca le vi tan divertida y feliz como cuando se ponía a jugar con sus bisnietos. Conoció y jugó con los 5 que hasta ahora existen. Uno no sabe quién se va a aventar por más.

Verla con ellos era una delicia. Se tiraba en el piso a jugar carritos, cebollitas, corría jugando a las traes o se escondía dentro de un closet para ganar en las escondidillas. Lo mismo jugaba a las muñecas, en la casita que tenía en su sala de tele y que con tanto amor compartía con sus bisnietos aunque le diera un micro infarto de que la fueran a dejar hecha un desastre, que futbol en el patio de su casa.

Cuando íbamos a Cuautla se llevaba a todos los bisnietos a la alberca y nadaba por horas con ellos y con cuanto niño se les uniera.

Uno de los días más divertidos fue un día de Nochebuena cuando al partir la piñata se tiró al piso y le robó todos los dulces a todos. Acaparó todo, y persiguió a quien algo ganó para quitárselo. Aún veo el video y me río hasta las lágrimas.

Mi idea de las abuelas y bisabuelas siempre fue muy diferente. Nunca había visto a una señora de ochenta y tantos años gateando en el piso con el más pequeño de sus bisnietos.

Sé de cierto que fue una mujer que también sufrió, que pasó épocas y situaciones muy complicadas pero siempre, o al menos en los años en que tuve el placer de compartir con ella, fue una mujer muy positiva y alegre.

Viajó cuanto pudo y quiso.

Tenía muchísimas amigas. Comunicarse a su casa era casi imposible. Si no sonaba ocupado el teléfono, nadie contestaba porque andaba de pata de perro.

Eso si, los jueves eran sagrados, todos sabían que en jueves no se interrumpía porque era día de comida en su casa. Y así fue hasta el último jueves que vivió. Y de ser posible, así seguirá siendo.

Disfrutó, disfrutó todo cuanto pudo y por eso sé que se fue feliz.

Dejó un gran vacío en todos los que la conocimos, pero todos sabemos lo que la muerte era para ella y eso nos ayuda a encontrar paz.

¿Qué dijeron mis hijos?

Cuando les contamos los dos dijeron que ya estaba en el cielo y que la extrañarían mucho, pero lo que realmente les preocupó fue que pasaría con los jueves.

Les digo, los jueves eran y serán Emeris.

Gracias siempre Emeris chula.

Gracias por leer

#LaPeorMamá