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El árbol de los deseos
El árbol de los deseos

– He llegado a la hora de la cita, Norma me acompaña. No se que esperar pues solo leí que era un evento con una instalación del artista Antonio Gritón. Un domingo que barrunta agua y las ganas de aprender arrastran a mis pies al Parque Hundido en la Av. Insurgentes de la gran ciudad de México.

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Foto: DZ.

– Al fondo hay un árbol que espera ser sembrado, una mesa con pedazos de amates estampados, para escribir deseos. Así que pregunto de qué va y tomo mi lápiz. He puesto en sus raíces mis deseos, los que son para mi y mis amores más cercanos, otro para los proyectos que me impulsan y unos para esta humanidad que a veces duele.

– He cerrado los ojos imaginando que el bello árbol absorberá mis palabras en sus raíces, alimentándose de las moléculas de mis frases convertidas en anhelo y posibilidad. Coloco mis manos sobre la tierra, e inhalo el aire perfumado agradeciendo haber dicho que sí, para llegar hasta aquí.

– Las silabas recorrerán su tronco de madera blanda y las ramas de color gris amarillento; recorriéndolo todo, hasta llegar a las hojas. Ahí por medio de la fotosíntesis, lo que está escrito; quedará fijado en el verde de su fronda. Entonces el viento al agitarlo, llevará mis deseos a la atmósfera, como consecuencia del llamado efecto mariposa.

– El Cazahuate representaba el centro del Universo para los teotihuacanos y se relacionaba con la deidad femenina del agua, tal y como se observa en el famoso mural en el Palacio de Tepantitla. Un arból que levanta del piso unos cuatro metros con sus flores solitarias de color blanco.

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Foto: DZ.

– Así como los libros llevan por dentro, la historia donde no llega el recuerdo vivo, las leyendas son cuerpos habitados por palabras que cruzan el tiempo de manera oral. En forma de susurros, mientras el sol de la mañana entibia mi rostro, el espacio se va transformando con la brisa fresca. El embrujo del cazahuate comienza a recorrer mis venas; mis brazos se van volviendo ramas y comienzo a fundirme en él, así abandono mi cuerpo y mi mente lleva mi alma a la ribera de un río. A Norma que viene conmigo la veo a lo lejos hablando por teléfono mientras me desprendo del suelo y vuelo por los aires.

– Es otro tiempo, no hay luz eléctrica, ni ruido de modernidad. Es tiempo de serenidad donde el olfato percibe el aroma de los bosques tupidos alrededor, donde el agua transparente recorre los espacios, dueña de la vida como fue creada. De pronto me percibo distinta, ahora soy brisa, soy aire y me vuelvo un testigo etéreo de lo que acontece.

– Con los pies sumergidos, Noachcaxóchitl una joven de alta estirpe teotihuacana, entona una melodía con los ojos cerrados. Sus notas vuelan dulcemente como si fuera un sortilegio cubriendo una extensión muy grande. Muy cerca, un joven apuesto de nombre Mazatlámac; cuida no ser visto; sigiloso se va acercando desde la espesura del bosque contiguo, atraído por la bella criatura.

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Foto: DZ.

– Despacio y con una delicadeza extraordinaria se sienta junto a ella. Al abrir los ojos, ella asustada quiere huir, pero él la toma del brazo y suavemente le dice: “Déjame te cuento que Ehécatl, Dios del Viento, me ha susurrado tú nombre en mis paseos por el bosque.” Con este preámbulo, ella se serena y se enfrascan en una charla que dura varias horas. Los bailarines que flotan en los ojos del sol Tonatiuh terminan sus danzas y cierran los párpados del astro, es momento de que reine la noche.

– Cerca de Tonatiuh, despierta Tláloc, que pronto deja sonar su ronca voz. Sus flechas, dulces gotas de lluvia, empiezan a caer sobre los rostros de los dos jóvenes, quienes rompen a reír, pero la suave llovizna no tarda en convertirse en un fuerte aguacero y corren en busca de refugio.

– A lo lejos ven una cueva y cuando piensan que están a salvo, escuchan el aleteo de las aves negras que habitan en las profundidades; los techos están repletos de murciélagos. Desde la oscuridad, curiosos se adentran en las profundidades de la gruta, para avisarle a Ichcatliltic; Bola Negra de Algodón, el arribo de aquéllos dos seres.

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Foto: DZ.

– El brujo esboza una sonrisa y se apresura a vestirse con su túnica de plumas de chachalacas y zopilotes. Reúne a un grupo de enanos y mutilados para subir por los escalones socavados en las rocas. Cruzan las galerías y las estancias iluminadas por los ojos brillantes de los búhos, hasta que llegan al refugio de los jóvenes donde queda prendado de la belleza de la joven.

– Cuando estos lo ven, corren despavoridos hacia el bosque para esconderse. Pero bola negra no les da tiempo y a él lo convierte en un venado de piel leonada y enorme cornamenta. El puede escapar y evita las flechas que Ichtliltic le lanza para terminar con su vida.

– Pero ella no pudo escapar, el brujo la ha paralizado y ordena a sus enanos arrastrarla al interior de la caverna. Las ordenes son de retenerla hasta la llegada de la mañana para casarse con ella y obligarla a vivir en las profundidades y así no volver a sentirse tan solo.

– La bella joven encerrada en una estancia oscura, llora desconsolada. Antes de finalizar la noche, el hechizo de petrificación se esfuma y aprovecha la oportunidad para escapar. Sigilosa, encuentra una grieta que hay en el techo y por ahí se escapa. Los murciélagos no duermen de noche, así que al escuchar ruidos, prestos van a dar aviso y los enanos salen para dar con ella en las profundidades del bosque.

– La furia del brujo centella al llegar donde está retenida, ebulle una rabia que mueve sus ojos encolerizados y las plumas de su capa parecen una danza de guerra llena de puñales. De su boca rabiosa articula conjuros y hechizos terribles. Poco a poco, los brazos de la joven se van transformándo en ramificaciones densas y delgadas, volviendo su hermoso cuerpo en un tronco sinuoso de color oscuro. Crece hasta cuatro metros y se abre una copa extensa en forma de paraguas. Florean bellas flores blancas que terminan por tocar el suelo.

– Tláloc, ha dejado el reino de los muertos, de pronto escucha la voz del brujo y da cuenta del maleficio; y aunque sabe que ha llegado tarde, presto ordena a los tlaloques que toquen sus flautas, mientras él toca su caracola. Una melodía ensordecedora trata de revertir el daño pero es poco lo que puede hacer.

– El joven enamorado ahora encarnado en ciervo, observa y busca el momento indicado para liberar a su amada, pero comprende que es imposible luchar contra Ichcatliltic y rendido se acerca al árbol. Une su cornamenta al ramaje y deja que las flores lo cubran por completo.

– Rabioso, el brujo toma una de sus flechas y dispara contra el amor que une a ambos jóvenes; tan bueno es el disparo, que alcanza el corazón del venado, así este cae a los pies del florido árbol muriendo instantáneamente.

– Tlaloc al ver semejante ultraje, busca al menos que este acto aberrante tenga algo que sea bueno, así que derrama gotas de agua y brinda propiedades medicinales al árbol. Desde ese momento los moradores de estas tierras podrán emplearlo para tratar problemas de la piel y aliviar la erisipela. Es tan noble el hechizo que en baños, usando las flores, hojas, tallos y corteza, con ellos aliviarán dolores e inflamaciones causadas por reumas, caídas o problemas de parálisis.

– En ungüento, ayudará también al piquete de un alacrán y con la cocción de la corteza del árbol tomada como té, calmarán las molestias de la picadura. Tendrá propiedades diuréticas y servirá para la inflamación del vientre, ovarios y la hinchazón de los pies. Aliviará el dolor de muela, la tos y las molestias del oído reventado.

– Así se fue permeando en las creencias populares que el dolor de cabeza se calma colocando una flor sobre la cabeza del paciente. Así como en las picaduras de hormigas con un pequeño trozo de rama seca colocado detrás de la oreja permitirá aliviar el dolor.

– Pero el brujo furioso arremetió y le inyectó alcaloides, dándole propiedades alucinógenas, así en el otoño, cuando los cazahuates florezcan y acudan a ellos los venados, en busca del dulzor de sus capullos, se volverán adictos; provocando debilidad al dejar de comer y poco a poco encontrarán la muerte.

– He sido testigo de una leyenda, un mito que se dormirá en el consciente colectivo al llegar la conquista y escondido en los anaqueles de las bibliotecas esperará hasta que un sortilegio lo vuelva hacer brotar. De pronto así como fui desapareciendo, re aparecí de nuevo, encarnando mi cuerpo nuevamente. A lo lejos esta Norma que sigue al teléfono y el reloj marca la misma hora en la que partí.

– En un sistema no determinista, se plantea que pequeños cambios, pueden conducir a consecuencias totalmente divergentes. Una pequeña perturbación inicial mediante un proceso de amplificación, se posibilita algo que puede generar un efecto considerable a medio y corto plazo. Así en consecuencia si se presentan una serie de sucesos determinados que se encadenan entre sí, puede llegar a ocurrir de manera probabilística que, el aire desplazado por el aleteo de una mariposa en el Amazonas, con el paso de los días y en condiciones adecuadas, se transforme en un devastador huracán de categoría 5 y si esto fuera así, entonces quizá mis deseos puedan llegar a hacerse realidad.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195      

*La leyenda fue tomada y modificada del libro “Mitos y leyendas de los aztecas” Francisco Fernández