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Una Pirata con una belleza legendaria
Una Pirata con una belleza legendaria. Foto: JSTOR Daily.

Cuando uno busca en la literatura, en el cine y en las biografías de un personaje, es inevitable que entre la sospecha de que hay mucho que no es verdad. A mí me pasa con frecuencia que la duda me asalta, me siembra esa semilla que cuestiona y genera siempre una sensación de que eso que uno está leyendo, está cargado de mitos.

Así me pasó cuando comencé a leer sobre una pirata llamada Chin Shih y encontré un artículo en el Independiente que tiene un párrafo que dice así “Su belleza destacaba por encima del resto y su altura provocaba un tsunami de miradas a su alrededor”.  ¿Habrá sido así? o quizá es parte de ese aderezo que necesitamos cuando narramos los sucesos para que llamen nuestra atención,  una especie de marketing que nos atrae a la historia y sin duda la belleza siempre ha sido un gran motor.

Pero vamos a suponer que sí lo era y en verdad nació en algún momento de 1775 en Cantón, al parecer no se sabe exactamente la fecha, pero creo que esta no hace ninguna diferencia, aunque nos encanta la puntualidad cuando de historia se trata. Según los libros en ese momento, esa zona de China se encontraba bajo el dominio de la dinastía Qing. 

En verdad es muy poco lo que he encontrado sobre su vida antes de volverse tan famosa, pero es un hecho que el  destino y la propiedad del cuerpo de las mujeres en aquella época, era de otros. Para el trabajo del campo se necesitaban manos masculinas, así las mujeres eran un estorbo y los padres entregaban a sus hijas como sirvientas o las vendían si resultaba difícil mantener una boca más.  Para otras, era casi imposible mantenerse junto a los suyos naciendo mujer, pues apenas tenían edad, pasaban a ser propiedad de sus maridos y a la familia de estos y separadas muchas morían sin volver a verlos.

Se cuenta que Ching Shih vivió sus primeros años practicando el arte del engaño y del robo, cambiando su nombre para disfrazar sus fechorías, lo que indica que desde muy pequeña fue separada del seno familiar. La leyenda cuenta que su gran belleza la hizo ser presa de la trata de blancas y así fue vendida, formando parte del elenco de prostitutas de un burdel flotante. A mi me da la impresión que fueron sus propios padres quienes la vendieron, el continente asiático padeció de grandes  hambrunas durante siglos y si eran campesinos como parece que lo eran, seguramente su destino estaba marcado por esto. 

Mientras ella ejercía la dura profesión de la prostitución Zheng Yi, un pirata de gran prestigio, comandaba  la Armada de la bandera roja,  una que contaba con la cantidad nada despreciable de unos doscientos barcos y con un grupo grande de efectivos piratas. 

La palabra que se utiliza para referirse a ellos  en chino es 海盗 (hǎi dào), compuesta por los caracteres (hǎi) que significa “mar” y (dào) que significa “ladrón” o “ratero”, por lo que su traducción literal sería “ladrón del mar”y desde entonces sigue siendo usada de esta manera. 

Un día apareció el famoso corsario en el burdel donde ella trabajaba y secuestró un puño de  prostitutas para sus barcos. La leyenda cuenta que en cuanto la vió, quedó prendado de su belleza. Así la eligió para convertirla en su esposa, pero al parecer la dama en cuestión contaba con mucha astucia recopilada en sus años mozos y lo condicionó: se casaría con él si compartían al cincuenta por ciento el botín y el mandato de las tropas, dándole  la misma autoridad que él. 

Es de imaginar la molestia de muchos de los capitanes de Cheng Yi al saber que tendrían que responder ante una mujer; no debió de haber sido nada fácil, pero algo debió de haber tenido ella que se subordinaron a su mando.  El acuerdo entre ellos rindió frutos rápido, llegaron a dominar desde Corea hasta la costa de Malasia; con más de 70.000 hombres a su cargo y quizá unas dos mil naves, o al menos eso es lo que aparece en muchas fuentes.

En esa época los piratas eran llamados “Wokou” y se regían  por  normas establecidas en el llamado “código pirata”. Las  reglas para el comportamiento de los miembros de la tripulación marcaban que  estaba prohibido violar a las mujeres apresadas, ya fuera en las ciudades o en el campo; si esto no se cumplia al violador se le cortaba la cabeza. 

Si un hombre bajaba a tierra firme por su cuenta o si se cometía el acto llamado «franquear las barreras», se le perforaban las orejas en presencia de toda la flota. Si reincidia, se le daba muerte. El botín era repartido de la siguiente forma, cada hombre recibia dos de las diez partes de botín y lo demás se guardaba  en un almacén. 

Si un pirata compraba a una prisionera debía tratarla a partir de entonces como su esposa, con absoluto respeto y sin violencia, el adulterio era castigado con la muerte. Quien desobedeciese una orden o molestara a los campesinos que pagaban tributo era asimismo condenado a muerte. Los castigos en su mayoría eran inmediatos y no había segundas oportunidades.

¿Qué tan veraz era este código? Es difícil saberlo, algunas fuentes dicen que ella lo implementó y me gusta la idea, aunque me parece esto tiene tintes de leyenda.

Sus barcos estaban divididos en seis flotas, cada una con un color así estaban la roja, la verde, la amarilla, la violeta y la negra, que tenía como estandarte una serpiente. Con esta fuerza  no se movía un solo barco en la zona, sin que la armada de Madame Ching, como era conocida, lo supiera. 

Me pregunto si el mito de su belleza para ese momento, uso una brocha y con ella a pinceladas fue difuminando el deterioro de los dientes podridos, la piel ajada por el sol, el pelo hirsuto sin brillo por falta de baño y el olor a trapo mojado y sudor que seguramente acompañaba la ropa por falta de higiene. Pienso que la vida del mar es dura, con poco alimento, poco sueño y el estado de alerta permanente cuando el mar se alebresta, sumado al miedo de entrar en combate todo el tiempo. Si a eso le colocamos dificultad  de no ingerir las vitaminas y minerales necesarios que permiten irradiar brillo y tersura a la piel, me hacen pensar que era casi imposible que alguien pudiera ser considerado bello.  

Pero como hay tanto de leyenda sobre sus huesos, vamos a dejarla hermosa y nos centraremos un poco más en otros hechos, ya sean realmente históricos, o no tanto, pero son los que se encuentran en los libros. 

En muchas fuentes  se habla de que el mundo pirata en China era muy diferente a la idea que tenemos de la profesión en otros lados. Al parecer aquí las mujeres formaban parte de la tripulación y cumplían con labores como cualquier otro, muchos piratas llevaban consigo a sus esposas e hijos, lo cual seguramente daba tranquilidad a los hombres tenerlos cerca; ¿cuánto  participaban las familias en los saqueos y batallas? Es difícil saberlo.

Al parecer en aquella época los piratas no eran la escoria de la sociedad, muchos eran bien considerados. Podían dedicarse al negocio durante generaciones, creando auténticas dinastías pirata. Tenían  una organización y un funcionamiento que se parecía más a la de un grupo del crimen organizado, que a la de una tripulación de buscavidas, exconvictos y esclavos fugados, como en el caso de aquellos que ejercían la profesión en otros mares. 

Con el tiempo se fueron sofisticando y de saquear pueblos costeros pasaron a cobrarles tributo por su protección. Algo parecido a lo que pasa hoy en México donde la delincuencia se ha ido homogeneizando con la población, creando espacios de protección, cobrando piso en mercados y establecimientos. 

Los barcos se llamaban “juncos”, eran grandes embarcaciones que podían albergar a cientos de personas. A menudo, estos barcos eran más grandes y mejor armados que los barcos mercantes que atacaban.

A pesar de que algunos piratas chinos se convirtieron en ricos y poderosos, la mayoría de ellos morían jóvenes. 

En noviembre de 1807, Cheng Yi murió, no se sabe si envenenado o atrapado en un tifón. La viuda, con cuarenta y dos años, se vio en una situación muy delicada. Había perdido el respaldo que este le daba y no creía que su sola presencia fuera suficiente para mantener el poder sobre la flota. Tomó entonces una decisión: se casó con su hijo adoptivo, Chang Pao Tsai, cambió su nombre y ahora la conocieron como Cheng I Sao, «esposa del hermano mayor Cheng», quizá para dejar claro a todo el mundo el estatus que ahora sustentaba. 

Así los hombres sentían que tenían al heredero de su anterior líder al frente de las tropas, pero la verdad era que era ella quien mantenía el poder efectivo. Tuvieron cuatro hijos, no puedo imaginar una relación amorosa entre ellos, pero es evidente que generó sus frutos. 

El emperador Jiaqing  furioso  de que una mujer estuviera poniendo en jaque a todo su Imperio,  envió a su armada comandada por el almirante imperial Kuo Lang para que atacara y acabara con la flota pirata. Ching le hizo frente y enfilo sus naves directo a su encuentro. Cuando vieron la cantidad de barcos, uno de sus almirantes la traicionó y se puso del lado del emperador, pero eso no la derrotó. 

En la contienda la armada imperial perdió sesenta y tres barcos con sus respectivas tripulaciones y no les quedó de otra que unirse a la bandera roja bajo amenaza de muerte. Esto desencadenó la petición de ayuda por parte de Jiaqing a las  armadas inglesas y portuguesas afincados en Macao, para acabar con aquel ejército invencible, que no dejó de humillarlos batalla tras batalla y no fue hasta entonces cuando la armada se vio en apuros.

Al final los juncos chinos poco pudieron hacer frente a los barcos occidentales. Una sola fragata podía acabar con decenas de juncos con muy poco  esfuerzo. Tenían  armas muy superiores, eran  rápidas y tenían mayor maniobrabilidad. 

Así se vio acorralada en el río Perla pero no se rindió, ni siquiera cuando los portugueses hicieron prisionero a su esposo. Lo que hizo fue brillante, una movida estratégica y se dirigió a la delegación imperial de Cantón y allí negoció las condiciones de su capitulación. Consiguió un acuerdo excepcional: muy pocos de sus hombres fueron castigados, la mayoría pudo conservar su botín y el emperador nombró a su marido funcionario imperial, pasando de pirata a caza piratas.

Así, la pirata que nunca fue derrotada, se salvó a sí misma y a todos los que lucharon junto a ella, firmando el indulto de la armada al completo. 

Tras su retirada, se instaló en Cantón, montó un burdel y una casa de apuestas y murió plácidamente a los 69 años, viuda por segunda vez, rica, respetada y admirada. Me parece que su historia supera con creces a la de Barbarroja aunque es verdad que muy pocas personas han oído hablar de ella.

¿Cuánto de esta historia es real? Seguramente habrá algunas cosas exageradas, otras omitidas y algunas otras aderezadas con detalles que no pasaron, pero a mi ella me ha intrigado consiguiendo en mí, una fascinación. Me deja pensando en esta idea si infancia es destino o si mucho de lo que sucede en nuestras vidas puede ser usado para trascender y permitir que se escriba una historia con nuevos bríos. 

Por DZ

Claudia Gómez

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