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Sofonisba
Bernardo Campi pintando a Sofonisba. Autorretrato. Foto: Especial.

Esta vez comencé buscando la raíz de la palabra pasión ya que me enfrasqué en una discusión con mi socia. Ella decía que cuando hay pasión hay sufrimiento y dolor,  yo necia le dije que era imposible.

Me pasa que cuando creo tener la razón inmediatamente me entra un poco de sensatez, entonces dudo, pues conozco ese rasgo mío de terquedad que me ha enseñado tanto y pues mejor investigo nuevamente, porque pasa frecuentemente que me equivoco. 

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Sofonisba. La partida de ajedrez 1555. Foto: Especial.

Para zanjar nuestra diferencia me dirigí a google, al diccionario y esa aplicación que está de moda llamada  chat.openai y me llevé una sorpresa enorme. Quién lo hubiera dicho, algo que para mí estaba cubierto por una emoción desbordada que impulsa la creatividad, la capacidad de anclar un anhelo, de pronto se me desvanece y resulta que pasión refiere a un estado afectivo de padecimiento, por tanto su significado tácito es la acción de sufrir.

Lo que me dio un poco de paz, es que la palabra ha ido transitando en el tiempo, evolucionando, matizándose y hoy el sentido, también tiene un sesgo de eso qué significa  para mí, esa  motivación llena de energía que impulsa a una persona a dedicar tiempo y esfuerzo en algo.  Será entonces que la pasión cuando se desbordada, termina doliendo. Así llegamos a un acuerdo y me pude ir a dormir en paz.

Se me apareció un nombre que alcance a atisbar por el rabillo del ojo y en un segundo éste me cautivó. Nunca lo había escuchado, entonces de inmediato me dediqué a buscar su significado llenando mi locura de saber.

Así se me apareció un personaje que tenía una pasión como la que encarno cuando me entra una fascinación: Después de leer cosas sobre  ella, se que bebió de esta fuerza creadora, de la que hablo yo.

Es una mujer de la que nunca había oído y debo confesar que pasé por la carrera de Historia del Arte y, o pasé de largo su nombre, o de plano nunca me enseñaron sobre ella.

Fue una aprendiz informal de Miguel Ángel, si, ese que pintó la capilla sixtina y que es sin duda, es uno de los representantes más contundentes del renacimiento. Fue reconocida por el Papa y pintora de la realeza española. Llevaba por nombre el de Sofonisba Anguissola, y se puede considerar una mujer pionera en lograr reconocimiento artístico en la época del Renacimiento. 

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Sofonisba. Niño mordido por un cangrejo Sofonisba, 1554. Foto: Especial.

Su nombre me llevó a pensar en música, en arpegios, pero no, resulta que Sofonisba tiene una raíz griega y significa “sabiduría de la serpiente”. Claro “Sophia” significa sabiduría, pero lo que no sabía es que “ophis” significa serpiente. Es un nombre femenino, y tiene una larga historia que se remonta a la antigua Grecia.

Me queda claro que, con la excepción de los conocedores de arte y los críticos, hoy en día su nombre es desconocido para la mayoría. Hay muchos retratos de ella, muchos realizados por grandes artistas de la época.  Dejan ver el rostro de una mujer hermosa, serena y tranquila. Según he leído, su prodigioso talento, impresionó a Miguel Ángel cuando tenía apenas 20 años, y se fue convirtiéndo en una artista que pudo viajar gracias a su capacidad, y conoció a las grandes familias aristocráticas pintando a sus representantes hasta su muerte.

Su popularidad no se compara, ni de cerca, con la de colegas como Da Vinci, Raphael o Caravaggio. Pero la exquisitez de su obra no se queda por detrás.

Vio la luz por primera vez en Cremona en Italia en 1532 en el seno de una familia noble. Su padre, tuvo la insólita actitud de animarla a convertirse en una pintora profesional, lo hizo igual con sus hermanas y su hermano, impulsándolos a tener una alta educación, y a desarrollar habilidades artísticas. Realmente es sorprendente, para una época donde los roles femeninos de las altas castas, estaban tan definidos, llevando los apellidos a emparentar con otros por poder y dinero, enclaustradas al servicio del hogar y de la procreación. Aunque era bien visto que una mujer hablara varios idiomas, leyera y que pudiera ser admirada en las cortes.

Sin duda el padre fue un hombre visionario que me recuerda al mío cuando decía: “lo único que te va a dar la posibilidad de ser libre es, que tengas una profesión que te dé lo suficiente para no depender de nadie”, así que no me dejó estudiar Historia y Filosofía hasta que terminara la carrera de programación. ¿Funcionó? ya me meteré en eso otra vez, hoy toca concentrarme en ella.

Poco a poco el talento de Sofonisba fue creciendo hasta el punto de llamar la atención, así que a los 14 años comenzó a recibir lecciones del pintor italiano Bernardino Campi.

Una de sus pinturas más famosas es el retrato que realizó de sus hermanas jugando al ajedrez, una provocación para su época, ya que éste era considerado un juego típicamente masculino. 

Creció en una familia atípica donde las mujeres tuvieron la oportunidad de desarrollar su intelecto, permitiéndoles tener una profesión que además les daba esa independencia económica que era imposible para su género, y menos en las altas esferas. Las mujeres humildes trabajaban, ya fuera en el campo o en las casas de los acaudalados, y el dinero servía para ayudar a su familia.

En aquel entonces era muy difícil para una mujer que no pertenecía a una clase acomodada ser artista, “porque la cuestión del arte, primero que todo, era una cuestión de clase”.

Sostuvo una amplia correspondencia con Miguel Ángel, quien después de ver su boceto del retrato de una niña riendo, le pidió que le mandara uno con un niño llorando. Así le envió uno al carboncillo de su hermano, el chiquillo mordido por un cangrejo y con una expresión de dolor, las lágrimas escurriendo. Impresionado, Miguel Ángel reconoció su inmenso talento, y compartió sus bocetos con ella, ofreciéndole consejos y una especie de tutoría informal.

Hay quienes piensan que esta obra al carboncillo inspiró, años después, el cuadro “Niño mordido por una lagartija”, de Caravaggio. Fue su pasión por el arte quien la llevó a ganar fama, convirtiéndose en la primera artista femenina que logró éxito en su época.

En 1569 llamó la atención del gobernador español de Milán, el duque de Sessa, y terminó siendo invitada a ser dama de honor de la Reina de España durante el reinado de Felipe II, trabajando como retratista de la familia real. Sus cuadros destacaban por el cuidado en el tratamiento de la luz, al estilo lombardo y el colorido vivo de algunas pinceladas que resaltaban los rostros, las manos y los detalles sobre la oscuridad de los fondos.

El Papa Pío IV incluso le escribió pidiéndole un retrato de la Reina de España. Hasta entonces los artesanos eran quienes ocupaban el lugar de prestigio.

Durante el principio del renacimiento la pintura se apreciaba como mera artesanía, pero fue a partir de esa explosión de pintores extraordinarios, que la pintura fue cobrando un sentido de expresión artística, evolucionando siglo tras siglo para incluir una amplia variedad de estilos y técnicas, desde el realismo hasta el abstracto, y desde la acuarela hasta el óleo. 

Ella junto a los grandes de su época, dejaron la semilla para que la pintura se aprecie por su belleza estética, así como por su valor histórico y cultural.

El hecho de que Sofonisba no fuera una pintora de corte oficial y que rara vez firmara sus obras, para ocultarse tras el anonimato, significó que muchas de ellas fueran atribuidas a otros artistas, entre ellos a Alonso Sánchez Coello. Ella como muchas otras, se escondió tras un seudónimo, tapándose por detrás sus lienzos, evidenciando quizá de esa forma, las dificultades a las que debió de enfrentarse por ser mujer. 

Vivió hasta los noventa y tres años, después de su paso por la corte española. Fue maestra de Anthony van Dyck, quien se convertiría en el principal pintor de la corte de Inglaterra y siguió pintando hasta que, ya mayor, la ceguera le privó de seguir haciéndolo.

Su segundo esposo mandó grabar en su tumba en la Iglesia de San Giorgio dei Genovesi en Palermo, Italia, estas palabras:

 “A Sofonisba, una de las mujeres más ilustres del mundo por su belleza y por sus extraordinarias habilidades naturales, tan distinguida en retratar la imagen humana que nadie de su tiempo pudo igualar”.

Hoy, cada vez se identifican más obras de su autoría, avalando su paso por esas tierras y elevando los precios de sus cuadros,  dándole nuevos bríos al arte del siglo XVI. Isabelle Anchieta, autora de la trilogía Imágenes de mujeres en el Occidente moderno, hace notar que fue con la ayuda de los hombres, que ella pudo acceder a la fama. El padre de Sofonisba fue el que envió estos retratos a varias cortes y personajes importantes.

No fue solo talento, hubo una estrategia de mercadeo donde su padre fungió como gran impulsor de su obra. 

Le sucedió también a Lavinia Fontana; sus padres fueron fundamentales para romper las barreras de género y alentarla  a pintar.

“Hoy entendemos que no estaban subordinadas a sus padres, sino que era la forma más efectiva y estratégica de que entraran en el mercado del arte. Esto no les resta talento, al contrario, demuestra astucia”. Narra Anchieta.

Sofonisba fue una pionera en muchos sentidos: el hecho de que fuera aprendiz de pintores locales, también sentó un precedente para que las mujeres fueran aceptadas como estudiantes de arte.

Casi todos los iconos del Renacimiento son hombres, pero ella que vivió casi un siglo, pudo gozar del estatus social de artista, recibiendo los beneficios de ser toda una celebridad, aunque la historia de las mujeres se compone más de eliminaciones que de ausencias. Ahora hay una recuperación de su existencia, una reubicación de las mujeres en la historia, en todos los sentidos. Quizá las estamos redescubriendo, reescribiendo para incluirlas en las páginas de la historia, dándoles el lugar que les fue negado.

Sin duda en su caso, como el de muchas mujeres, el impulso que las llevó a destacar, tenía tintes de pasión, de esa que no mata, de esa que vibra en las venas y deja brotar lo que uno lleva por dentro. 

Estoy segura que lo vivió como un fuego ardiente  de esos que pulsan en el pecho y en la mente, imagino que habrá entrado en espacios donde esa fuerza la llevó más allá de los límites, dejando al descubierto un deseo incontenible, sintiéndose por momentos  plena. 

Acaso lo vivió como un río caudaloso, de esos que corren con fuerza  sin descanso, llevándola a lugares donde todo es posible. Sin conocerla, puedo imaginar que esa llama que la encendía por dentro, la hacía sentir libre y auténtica. Logró que sus pinceles impulsados por su mano, le hicieran crecer ese sentimiento que la llevó a amar intensamente y que hoy se ve reflejado en su numerosa obra.

Por DZ

Claudia Gómez

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