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Plagio
Plagio. Foto: Catedra regional.

Me genera mucha indignación cuando alguien no es reconocido por los méritos que tienen en cualquier área. Imagino que en términos de la humanidad, esto afecta a todos por igual y que se ha traspolado mucho más hacia el plagio de autoría, como en el caso de inventos y descubrimientos que las mujeres han aportado a la humanidad.

Me ha costado trabajo encontrar resultados específicos que detallen casos de mujeres que se hayan apropiado de ideas, descubrimientos, en el arte, la música, en la escritura etc. a los hombres. Aunque reconozco que el plagio y la falta de reconocimiento pueden ocurrir en cualquier dirección, independientemente del género, no encuentro ninguno todavía, al menos en los espacios donde he investigado.

Hoy nombrarlas, es quizá hacer un primer intento para restaurar desde ahí el daño que esto ha generado y quizá no es suficiente, pero hay que comenzar por algún lado. Al buscar quienes han sido víctimas de lo que algunos llaman una sociedad patriarcal, encuentro que hay muchas más de las que imaginaba, y me abruma pensar su paso por este camino lacerante de lo que una apropiación injusta implica, y donde se han quedado grabadas improntas de lágrimas, impotencia, rabia y frustración por solo mencionar algunas.

Cuando coloco los residuos en una bolsa se me aparece el nombre de Margaret Knight, considerada la mujer inventora más famosa del siglo XIX, con más de 30 prototipos diseñados. Ella diseñó la máquina para cortar y pegar bases cuadradas a las bolsas, pero no llegó a patentarla a tiempo entonces Charles Annan se lo adjudicó. Sin embargo es de las pocas que logró en vida pelear y en 1871, tras un juicio, recuperó la patente.

Sin duda Lise Meitner no tuvo tanta suerte, pues junto al químico Otto Hahn desarrolló grandes descubrimientos en el campo de la física nuclear y sin embargo, sólo él fue distinguido con el Nobel.

Si nunca la había oído nombrar, ahora se que Agnes Pockels se las arregló para estudiar física con los libros de su hermano ya que no la dejaron ir a la universidad y así desarrolló un dispositivo para medir la tensión superficial en sustancias como aceites, grasas, jabones y detergentes. Sus estudios fueron publicados en «Nature», pero fue Irving Langmuir quien se llevó el Nobel en 1932 por el perfeccionamiento de la idea original de ella.

En una época en la que las mujeres tenían tan claro su lugar en la casa y la crianza de las familias, Martha Coston estaba ocupada salvando vidas al perfeccionar el sistema nocturno de señalización de bengalas, un sistema de destellos pirotécnicos que permitieron la comunicación entre los buques de la Marina de Estados Unidos. Pero, fue su marido, Benjamin Franklin Coston, el que pasó a la historia como el creador, a pesar de haber fallecido diez años antes.

Encontré también a Rosalind Franklin quien describió detalladamente la densidad del ADN, y estableció que las moléculas se organizan en forma helicoidal. James Watson y Francis Crick, colegas que trabajaban en la misma línea en el Laboratorio Cavendish, emplearon esas imágenes y parte de sus deducciones, para publicar el artículo en 1953, donde se revela la deseada estructura del ADN. Diez años más tarde, fueron galardonados con el premio Nobel de Medicina, y ella quedó en el olvido.

¿Pero quién no ha jugado Monopoly? Sin duda es uno de los juegos más populares de la historia. Elizabeth Magie en 1903, lo diseñó dándole el nombre de The Landlord’s Game y por ello recibió $500 dólares por parte de la empresa Parker Brothers, y fue a Charles Darrow, un vendedor de calefactores domésticos a quien se le había adjudicado su autoría. En 2004 salió a la luz su nombre, aunque ya no estaba por aquí para sonreír con el reconocimiento.

Está María Lejárraga, escritora brillante cuyas obras fueron atribuidas al empresario y autor teatral Gregorio Martínez Sierra, quien se llevaba los aplausos y los beneficios económicos de su trabajo.

Iré mencionando algunas y seguramente me faltaran cientos, en su nombre coloco el de las otras en un acto simbólico, para no dejarlas en el olvido. En este intento, se me aparece Gerda Taro quien se vio obligada a vivir bajo el seudónimo del famoso fotógrafo de guerra Robert Capa, lo que llevó a que su trabajo no fuera reconocido en su verdadera dimensión.

Está Margaret Keane de quien su esposo se atribuyó la autoría de sus pinturas, lo que la mantuvo en el anonimato durante años. De hecho “Big Eyes”, es una película biográfica sobre su vida dirigida por Tim Burton, muy bien hecha que vale la pena ver.

Junto al Dr. Solomon Snyder, Candace Pert, desarrolló la teoría de receptores celulares para neurotransmisores presentes en el sistema nervioso de los mamíferos. “Estas son las reglas del juego”, le dijo Snyder cuando su alumna Pert le reclamó el premio que recibió, por el hallazgo que había hecho ella 1974.

Sobre Ada Lovelace había escrito hace mucho, pues me pareció sorprendente su mente inquieta y la capacidad de haber desarrollado el algoritmo informático y la primera computadora, pero solo fue hasta 1979 que el Departamento de Defensa de Estados Unidos, le daba su nombre al lenguaje de programación informática.

“Acepto el reto, pintemos juntos la misma obra, delante del juez o en la redacción de El Español” replica Fumiko Negishi, al artista pop Antonio Felipe. Durante 20 años fue en las mañanas, pintora figurativa en el taller de “el Warhol español”, pero por la tarde, mudando de piel se transforma en una pintora abstracta. El artista apareció en 2017, con una denuncia por un despido improcedente. Una autoría que comenzaba a tambalear su nombre, aunque fuese un extraordinario artista. Al final, fue condenado a reconocer la coautoría de Fumiko Negishi en 221 obras. La Audiencia de Madrid lo obligó comunicar a los compradores que las obras no son de su exclusiva realización.

Pudiera ser entonces que el repaso de todos estos nombres y de tantos más que seguro me faltan, me permite agradecer, es por ellas que hoy nosotras, las que atravesamos nuestro propio tiempo, tenemos la posibilidad de ir rompiendo los escaños de una forma de abrazar el mundo, con más fuerza pero sin perdernos en el dolor que la injusticia infiere, buscando justicia en un intento de equilibrar la balanza mientras entendemos que ser iguales es solo en dignidad.

En cuanto a mí, yo reconozco que no tengo la autoría de nada, soy una tejedora, en mi urdimbre, voy recolectando hilos que hechas frases van hilvanando las ideas de otros, voy recopilando en las partes sinuosas de mi cabeza lo que me asombra, lo que me genera curiosidad y cuestionamiento.

Al final muchas veces aunque sienta que soy creadora de lo que escribo, en el fondo se que solo soy quien une todo lo que me encuentro para dejar que hable la suma de tantos, tantísimos que me inspiran. A cada uno, a cada una gracias, gracias por dejarme sin pedir permiso usar su pensar aunque ya no estén por aquí y por permitirme expresarme desde ahí.

Y quizá como acuñó William Ralph Inge, “La originalidad es plagio no detectado”, o una de Steven Wright con la que me siento aliviada “Robar ideas de una persona es plagio; robarle a muchos es investigación”. Quiero pensar que eso soy, una investigadora que teje, borda, hilvana y surce. Quizá gracias a ello voy creando un paisaje nuevo para mí, hecho de un conocimiento colectivo que siento que puedo usar, honrando a quienes lo pusieron ahí para otros…

Por DZ

Claudia Gómez

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