Cuando se evoca el nombre de Marguerite Yourcenar aparece una frase en muchos lugares que la define como “mente y pluma privilegiadas”
“La Música me transporta a un mundo donde el dolor sigue existiendo, pero se ensancha, se serena, se hace a la vez más quieto y más profundo, como un torrente que se transforma en lago”.
“El sufrimiento nos hace egoístas porque nos absorbe por entero: sólo más tarde, en forma de recuerdo, nos enseña la compasión”.
Marguerite Yourcenar
Cuando se evoca el nombre de Marguerite Yourcenar aparece una frase en muchos lugares que la define como “mente y pluma privilegiadas”.
Escribir es un lujo, como lo es estar sano entre tantos enfermos, como lo es poder contemplar cuando vivimos en un mundo donde nos limitamos solo a ver. Pero también es un arte en solitario.
Sin duda fue su rostro amable, la belleza que la acompañó durante su juventud, un dato curioso sobre su apellido, la forma de poner en letras su pensar y sobre todo que fue alguien altamente comprometida con la causa de los animales y con la conciencia ecologista. Esto último algo realmente innovador en sus tiempos. Todo esto fue lo que me atrajo a escribir sobre ella.
El dato curioso, es que ella usó un anagrama de su auténtico apellido para crear Yourcenar como yo uso Dlaucia Zomeg de la misma forma. A veces pienso que cuando escribo sobre alguien hay mucho más que mi profunda admiración, imagino un hilo conductor que voy descubriendo a medida que me adentro en el personaje y de pronto lo encuentro.
Resulta que en la misma sala de maternidad del hospital, mientras sus pulmones se llenaban de aire por primera vez en Bruselas en 1903, su madre exhalaba su último aliento. Así que huérfana de madre su padre trasladó su residencia a Francia. Mientras crecía, él se esmeró en proporcionarle una educación que incluía el llevarla siempre con él, en el curso de su cosmopolita existencia nació el amor por los viajes que la acompañó toda la vida.
Diez años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, publicó sus primeros ensayos aunque con escaso éxito. Sus estudios universitarios, especializados en cultura clásica, que eran sobresalientes, no fueron suficientes.
Sus largas estancias en Grecia dieron origen a una serie de ensayos, algunas de ellas esencialmente líricas compuesta de relatos míticos y legendarios. Pero su fama como novelista, se debe a dos grandes novelas históricas que tendrían gran resonancia, Memorias de Adriano publicada en 1951 y Opus nigrum en 1968.
En 1939, la guerra la sorprende en Estados Unidos en una isla del estado de Maine al norte de los Estados Unidos, llamada Mounts Deserts y habitó una casa a la que llamó (Petite Plaisance) donde decidió fijar su residencia, dedicándose a la enseñanza y adquiriendo la nacionalidad norteamericana en 1948. Durante este período realizó una serie de refinadas traducciones de textos de diversa naturaleza.
En 1980 fue la primera mujer en ser elegida miembro de la Academia Francesa. Sin duda su obra es un legado único para la humanidad contemporánea.
Aunque nunca se casó si tuvo una relación duradera con Grace Frick, importante y significativa para ambas. En ese momento, el matrimonio entre personas del mismo sexo no era legal y más bien llevaba tintes de condena, por lo que su relación pudo haberse mantenido al margen de las instituciones matrimoniales. Seguramente su dedicación a la escritura le llevó a parir libros y no hijos como elección.
En diciembre de 1987, a los ochenta y cuatro años de edad, murió esta menudita mujer poeta.