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Lidia Poët
Lidia Poët. Foto: Foto 2 Italy 24Press Spanish

Sin duda la forma de abordar la vida de alguien que ya no está, es toda una aventura, comenzando porque la historia está en manos de quien empuña la pluma y con ella un mapa del mundo que puede tener una variedad de tintes. Estos hacen difícil hacernos a la idea de quién era esa persona y ahora, al emularlo décadas o siglos después, nos deja borrosa la mirada, son tan distintos los relatos, tan variopintos, que es difícil que haya una neutralidad cuando indagamos sobre su vida.

Usualmente me atrapan los personajes en los libros, en los cuadros o en alguna conversación o clase, esta vez me captó en una serie de Netflix que se acaba de inaugurar.

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Lidia Poët. Foto: National Geografic.

Del personaje no sabía nada. Pero debo confesar que mi atención se centró en el vestuario, los escenarios y la fotografía. Está enmarcada por la luz en cada capítulo, usando el claroscuro que tanto me gusta, contrastando fuertemente áreas de luz y sombra para crear un efecto dramático y tridimensional en cada escena. Sin duda la forma de colocar a los personajes con una proporción áurea es espectacular y dejó una huella en mi. Fui cautivada cuadro por cuadro como si de lienzos costumbristas del siglo XIX, se trataran.

Cuando hablo de la proporción áurea me refiero a la definición de dicha palabra, como un concepto que realza la armonía de los objetos, del diseño y de la arquitectura. Una proporcionalidad que es necesaria para obtener imágenes visuales con consonancia y composición, realzando de esta manera la belleza de las cosas.

Ser trasladada a la ciudad de Turín viajando en el tiempo, retrocediendo casi ciento cincuenta años, me embeleso, gocé con las escenas donde aparecen sus fascinantes calles, sus carruajes y preciosos edificios. La cámara me permitió entrar en los recargados salones de la época, donde el cuidado del detalle en cada elemento me sorprendió. Me permitió apreciar los delicados trajes, las telas de brocado y encajes delicados de los personajes.

Al mismo tiempo, en medio de toda esa belleza, de pronto aparece la dualidad enfrentándose con la misma precisión a la oscuridad de los barrios de prostitutas y bares de opio.

A favor de la serie; la escenografía y el vestuario me parecen muy bien logrados.

¿Será que pese a estos aciertos, Lidia Poët no estaría tan contenta?, seguramente matizaría muchos aspectos de su personaje, rebatiría la poca seriedad con la que se presentan sus ideas, esas que seguro ella imprimió en sus acciones como feminista y no como investigadora.

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Lidia Poët. Foto: Wikipedia

Percibo que el director y el guionista la van reduciendo a un personaje que resuelve casos, una especie de Sherlock Holmes femenino, un superhéroe de la época. La veo cargada de ese tenor feminista a ultranza que ahora permea, donde los personajes masculinos se perciben debiles y poco inteligentes.

Ojo, no estoy demeritando el movimiento, admiro profundamente a las mujeres que se levantaron y pusieron sus ideas en movimiento, esas que nos han permitido hoy gozar de privilegios que no hace mucho las mujeres no teníamos. Es gracias a mujeres como ella que hoy podemos votar, estudiar y ser independientes. Aunque todavía falta mucho camino por recorrer en materia de igualdad en derechos.

Hablo de un feminismo radical que ha sido considerado demasiado extremo, esto incluye al feminismo separatista que plantea que la única forma de lograr la liberación de las mujeres de la opresión patriarcal, es separándose de los hombres y de las estructuras sociales y políticas dominadas por ellos, argumentando que la violencia y la opresión masculinas son tan profundas y generalizadas en la sociedad, que las mujeres solo pueden alcanzar la verdadera igualdad y libertad si se alejan de la influencia de los hombres. Está el feminismo de la diferencia, que busca desafiar las estructuras y prácticas patriarcales y heteronormativas que perpetúan la discriminación y la desigualdad de género; y el feminismo de la postmodernidad que cuestiona las categorías binarias y esencialistas de género, y busca una comprensión más compleja y contextualizada de la opresión de género y la lucha por la igualdad de género.

Cada uno de ellos tiene una comprensión diferente de las raíces de la opresión de género y tiene diferentes estrategias para abordarla; a mí algunas de sus posturas me molestan, pues han llevado a permear un discurso que ahora aparece en la literatura, en el periodismo y en los programas de tv, como si se tratara de una especie de vendetta en contra de los hombres en muchos casos.

Si Poët pudiera opinar, ¿que diría sobre esta tendencia casi obsesiva de mostrar burdeles, con mujeres mostrando el pecho, deteniendo las escenas en los fumaderos de opio. ¿Le parecería excesivo mostrar cadáveres desnudos y mutilados en mesas de autopsia, a las prostitutas en acción y a ella con una vida sexual abierta? Tal vez, le parecería que sugerir algunas cosas de una manera más sutil, menos vulgar, sería más adecuado, pero sin duda vendería menos.

Aunque es verdad que la serie está cien por ciento ficcionada, tiene tonalidades de una modernidad que ella seguramente no entendería, llevado de la mano de un vocabulario contemporáneo y acompañado de la música como la melodía Two Weeks de FKA twigs o la de Misfit Rival, que no hacen sentido a finales del siglo XIX.

Como el personaje me generó curiosidad, me puse a buscar sobre ella y fue frustrante encontrar que hay muy poco sobre su vida privada, algunos hechos y pocas referencias, lo que me impide meterme en su piel.

Lo que es evidente es que Poët no era un personaje conocido y hoy día la actriz Matilda Angelis y sus ojos azules, le concederá la fama a partir de ahora, dejando una huella al menos en el dominio televisivo.

La ley de Lidia Poët, nos pone ante la disyuntiva como tantas otras series de ser esclavos del negocio del entretenimiento, este no siempre de buena calidad, nos baña de un modernismo que destiñe a los personajes históricos. Sin embargo, gracias a haber sido expuesta a un rato de entretenimiento, se abre para mi la posibilidad de rescatar la figura histórica de esta mujer, y ojalá con ella, la de todas aquellas mujeres que encabezaron la primera ola feminista.

Busqué en las redes a Traverse donde algunas fuentes marcan su nacimiento el 26 de agosto de 1855, pero ésta solo tiene 26 habitantes y no me parece que haya nacido ahí, así que busqué en wikipedia y aparece Traversella, una aldea de la provincia de Turín cercana a los Alpes italianos, un espacio montañoso que hoy cuenta con 386 habitantes; si es verdad que nació ahí, me puedo imaginar que entonces no debió de ser más grande.

La joven creció en el seno de una familia acomodada que le puso todas las facilidades para estudiar primero en el Colegio de las Señoritas de Bonneville, en Suiza, y después en la escuela secundaria Giovanni Battista Beccaria, en Mondovi.

En la serie no se ve con claridad a qué se dedicaba el padre y no encontré en ningún lado alguna referencia, pero quisiera imaginar que también era abogado como lo era su hijo Giovanni Enrico. Lo que les permitía tener una posición holgada.

Encontré que la familia pertenecía a los valdenses, que fueron un grupo religioso protestante que se originó en el siglo XII, en la región de los Alpes, en el sur de Francia y el norte de Italia. Fundados por Pedro Valdo, un rico comerciante de Lyon que se convirtió al cristianismo y dedicó su vida a predicar y vivir según los principios del Evangelio.

Los valdenses creían en la importancia de la lectura y el estudio de la Biblia, y se opusieron a la jerarquía de la Iglesia Católica y a muchas de sus prácticas, como la veneración de imágenes y reliquias, el celibato clerical y la venta de indulgencias. También se opusieron a la idea de que solo los sacerdotes podían interpretar la Biblia y afirmaron que cada persona tenía el derecho de interpretarla por sí misma.

Debido a sus creencias y prácticas, fueron perseguidos y a menudo sufrieron represión y violencia por parte de la Iglesia Católica y las autoridades civiles. Sin embargo, lograron sobrevivir y expandirse a otras partes de Europa y del mundo, y hoy en día siguen siendo una denominación protestante activa en muchos países.

Así que por esta razón Lidia fue abrazada por la posibilidad de interpretar, pensar y debatir.

Obtuvo el título de Maestra de Escuela Secundaria y el certificado de Maestra de inglés, alemán y francés. De ahí, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Turín.

Tras cursar la carrera, presentó una tesis donde hablaba de la condición de la mujer en la sociedad y el derecho al voto femenino y con ella logró graduarse en 1881. Durante dos años, continuó su aprendizaje en la oficina de un abogado que era senador, y asistió a sesiones en los tribunales y a la práctica forense.

Después de aprobar los exámenes prácticos y teóricos de la profesión legal, Lidia solicitó entrar en la Orden de Abogados y Fiscales de Turín. Era una situación compleja, ya que aceptarla era romper con un escaño donde los únicos miembros de la orden eran hombres.

Esto generó un problema, no todos estaban de acuerdo en que una mujer pasara a formar parte del grupo. Los abogados Federico Spantigati y Desiderato Chiaves se opusieron férreamente al ingreso de Poët. De hecho, uno de ellos llegó a renunciar a su puesto en la orden después de que la solicitud fuera aceptada, a modo de protesta.

El presidente y otros cuatro concejales, votaron a favor, argumentando que “según las leyes civiles italianas, las mujeres eran ciudadanas como los hombres”.

El 9 de agosto de 1883, Lidia Poët se inscribió en el Colegio de Abogados, convirtiéndose en la primera abogada de Italia.

Sucedió que al percatarse de que una mujer había sido aceptada en la lista, la oficina del Fiscal General recurrió ante el Tribunal de Apelación de Turín, argumentando que las mujeres no podían ejercer la abogacía porque la profesión era un “cargo público”.

En aquel momento, la admisión de mujeres en los cargos públicos debía estar especificada en la ley y como, en este caso, la ley no era muy clara, los detractores de Poët aprovecharon para interpretar ese vacío como una negativa.

El 11 de noviembre de 1883, apenas tres meses después de haber sido admitida como abogada, el Tribunal de Apelación determinó que la inscripción de Lidia Poët era ilegal y la inhabilitó. Aunque apeló ante el Tribunal de Casación de Turín, éste confirmó la decisión, dejándola fuera de los tribunales.

Esta inhabilitación, suscitó un intenso debate público. Unos 25 periódicos italianos se posicionaron a favor de ella, y defendieron que las mujeres pudieran ocupar cargos públicos. Otros tres se mostraron en contra y sostuvieron que los hombres que apoyaban a las mujeres eran únicamente “célibes solteros”.

Al no encontrar otra solución, se unió al despacho de su hermano y siguió colaborando como abogada, aunque no pudiera asistir a los tribunales ni ejercer plenamente su cargo. Esto lo toca la serie y me parece que mantiene la línea de lo que se sabe de ella, pero de ahí a volverla detective hay un abismo. Ella más bien se implicó profundamente en la defensa de los derechos de los menores, de las mujeres y de los marginados, además de defender firmemente el voto femenino.

Se unió al Consejo Nacional de Mujeres Italianas (CNDI) desde su fundación en 1903, trabajando en la lucha por la igualdad y dirigiendo el trabajo de la sección jurídica en los primeros congresos de 1908 y 1914.

El 17 de julio de 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, la promulgación de la Ley número 1.176 permitió a las mujeres acceder a los cargos públicos (excepto en el poder judicial, en los cargos militares y en la política) y así, treinta y seis años después de haber sido inhabilitada, fue admitida de nuevo en la Orden de Abogados y Fiscales de Turín.

Así a los 65 años, se convirtió oficialmente en la primera mujer abogada de Italia, abriendo el camino para todas las abogadas y fiscales que vendrían después. En 1921, organizó la Conferencia Nacional de Mujeres Italianas en Florencia. Fue miembro del Partido Socialista Italiano y se postuló sin éxito para el Parlamento en 1948.

¿Se habrá casado? quizá haya decidido no hacerlo o haya postergado el matrimonio para poder dedicarse plenamente a su carrera y sus actividades sociales y políticas. Tampoco pude encontrar si había tenido hijos o no, pero me parece que no, pues dedicó gran parte de su vida a su carrera como abogada y a su compromiso con la causa feminista, lo que pudo haber limitado su capacidad de tener hijos o de dedicarse plenamente a la maternidad.

Un gran personaje sin duda, y debo decir que hubiera sido difícil acceder a ella, de no ser que me hubiera metido a investigar sobre el feminismo de Italia del siglo XIX.

La serie cumplió con mi tiempo de ocio entreteniéndome, pues la vi hasta el final y me abrió el apetito, ese que me deja satisfecha cuando me parece que después de todo, me puedo llevar conceptos e ideas para acercarme a los personajes.