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La espera
Foto:El Plan Culto.

Cuando niña, escuché un cuento y tiempo después lo re escuche siendo adulta, en voz de Jorge Bucay.

Una narración que desde la primera vez me hizo pensar, porque no tenía un final, y después Jorge propuso uno que no me convenció y fui tejiendo y encontrando muchos finales posibles, hasta que finalmente uno me dejó satisfecha.

Así imagino a los juglares contando de corte en corte, la historia donde el amor cortés, se abría paso como un concepto ampliamente valorado y celebrado en la literatura y la cultura en la Europa occidental entre los siglos XII y XIV.

Para poder entender el contexto, es importante mencionar que en la sociedad medieval, el amor romántico se consideraba una experiencia espiritual trascendental, que se alejaba de la concepción más pragmática del amor en épocas anteriores. Se basaba en la adoración y el idealismo hacia una dama inalcanzable, generalmente una mujer casada o de estatus social superior al del caballero enamorado. Este amor idealizado se manifestaba en poemas, canciones y obras de literatura conocidas como “cortesía” y de ahí se conoce el famoso amor “Cortés”.

Este amor estaba fuertemente influenciado por el concepto de la caballería y los ideales de la corte. El caballero se veía impulsado a servir y proteger a su dama, y a demostrar su valentía y lealtad en su nombre. La dama, a su vez, se convertía en una figura de inspiración y elevación espiritual para el caballero.

Entonces había una característica que tocaba la pasión ardiente y la devoción incondicional del caballero hacia su dama. El caballero expresaba sus sentimientos a través de gestos de cortesía, poesía y música. Se creía que el amor platónico y no correspondido era más puro y elevado, ya que no estaba manchado por deseos carnales o intereses mundanos.

Las damas que eran casi siempre casadas, les daban al caballero una prenda que llevaba en sus justas y a la guerra, un símbolo de amor que era un impulso para regresar y poder verla una vez más aunque fuera de lejos.

Con este preámbulo aparece la narración, en forma de cuento de la siguiente manera:

Erase que se era una vez una princesa, que vivía en un reino muy lejano, ella quería encontrar un esposo digno de ella, que la amase verdaderamente, pero por más que le presentaban prospectos, aunque vinieran de reinos lejanos, ninguno le gustaba.

Mandó a un escribano a detallar en un documento algo que decía lo siguiente. “ La princesa elegirá marido entre todos los que sean capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio, sin separarse ni un solo día”.

Cuando la petición se leyó en las plazas de los pueblos y en los reinos circundantes, les pareció ridícula, pero era una princesa con muchas tierras y su padre tenia muchos ejércitos, así que la lista de prospectos se presento larga.

Comenzó la contienda el 5 de marzo, en junio cuando empezaron los calores se fue una buena porción de ellos, comenzando los fríos la mitad de la otra mitad, cuando empezaron a gastarse los cojines y se terminó la comida, la mitad de la mitad de la mitad, también se fue.

Casi n año después solo quedaba un joven. Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.

La princesa que había despreciado a todos, cuando vio que este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando que quizás ese hombre la quisiera de verdad. Lo había espiado cuando ya quedaban pocos contrincantes, había pasado frente a él en Noviembre, y en Diciembre, disfrazada de campesina le había dejado un poco de agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su mirada sincera.

Entonces le dijo a su padre:

– Padre finalmente vas a tener un yerno y nietos, este es el hombre que escojo.

El rey no podía creerlo finalmente se había decidido y comenzó a prepararlo todo. Temía que se echara para atrás o se volviera vieja y ya nadie quisiera casarse con ella.

Todo el castillo se volcó de cabeza, había mucho que preparar, ceremonia, banquete. La princesa mandó saber al joven, que cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba en el palacio porque quería hablar con él.

Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente ese día pero la noche anterior el joven se levantó del muro y se marchó.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Aquí los dos finales, el primero es la que propone Bucay. El segundo es el que me gusta más.

Sería que el joven se había enterado que lo había visto, que lo había elegido, que se iba a casar con él y a pesar de eso, no había sido capaz de evitarle una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo, no le evitó una sola noche de sufrimiento. Así que había decidido que ella no merecía su amor.

La otra opción es que resulta que el joven enferma, se retira pues su amor era tan grande que no quiso hacer sufrir a su amada. Se levantó y camino para perderse y murió solo, pero lleno del amor platónico que lo embriagaba desde que comenzó su proeza.

¿Será que existieron princesas de esas? lo dudo, la idealización de su vida generó un constructo en el imaginario que no era real. Las princesas eran carne de cañón, consideradas como moneda de cambio en alianzas matrimoniales para fortalecer la posición política y el prestigio de sus familias.

Muchas de ellas sufrían violencia, se les colocaba un cinturón de castidad cuando el marido partía alguna diligencia fuera del castillo. Las amantes entraban en el lecho de su marido con gran frecuencia e incluso había los que eran homosexuales y solo visitaban a su mujer para procrear. Y había las que se casaban siendo niñas cuando todavía el mundo estaba relacionado con el juego, pequeñas de 10 años que esperaban hasta la edad donde menstruaban para ser poseídas por sus ya maridos hacía algunos años.

Desde una edad temprana, las princesas medievales eran criadas con el propósito de convertirse en esposas y madres de futuros gobernantes. Su educación se centraba en aprender las habilidades necesarias para desempeñar su papel como esposa de un gobernante, lo que incluía la etiqueta de la corte, la diplomacia, la administración de hogares y, en algunos casos, incluso el aprendizaje de idiomas extranjeros.

El matrimonio era una cuestión de política y poder en lugar de amor romántico, sus deseos y preferencias personales eran secundarios a los intereses políticos y las decisiones de sus padres o parientes.

En cuanto a su vida cotidiana, las princesas medievales vivían en lujosos castillos o palacios, rodeadas de sirvientes y personal de la corte. Sin embargo, su vida también estaba llena de responsabilidades y expectativas. Debían cumplir con las normas de comportamiento de la nobleza, participar en ceremonias y eventos sociales, y asegurarse de cumplir con sus deberes matrimoniales, como la crianza de los hijos y la continuidad de la línea de sucesión.

Una vez casadas, las princesas asumían un papel importante en la corte de su esposo. Podían desempeñar un papel activo en la administración del reino y en la toma de decisiones, especialmente en ausencia de su esposo. Sin embargo, su poder real y su influencia estaban sujetos a las normas y restricciones impuestas por la sociedad y la cultura de la época, que a menudo limitaban la participación femenina en los asuntos políticos.

Claro que eran miembras de la nobleza y por lo tanto, pertenecían a la clase social más alta de la sociedad, comían todos los días y dormían calentitas. Su estatus y posición estaban determinados por su linaje y su conexión con la realeza. Pero también caían presas como botín de guerra, eran violadas y asesinadas para mostrar el odio hacia sus señores.

Y por último se casaban con príncipes azules, de esos que se revestían de tan anhelado color, por ser hemofílicos y estar enfermos.

Es un golpe fuerte cuando las cosas aparecen como realmente son y no como a uno se le ha enseñado. Un solo cuento puede hacer que uno investigue y encuentre información para hacerse una idea propia que sirva para mantener ideas que al crecer se vuelven obsoletas o ya no se sostienen. Un par de páginas lo lleva a uno a viajar a otro tiempo, entre personajes y paisajes excitantes. Un cumulo de palabras en una hoja pueden ser resignificadas una y otra vez.

Por DZ

Claudia Gómez

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