Sin duda me parece que si queremos recuperar la flexibilidad mental, debemos librarnos de las muletas que nos han impuesto
La cosa no va nada mal, no, dice Johannes y ahora tendrá que darle otro par de caladas al cigarrillo, piensa Johannes, y coge el cigarrillo del cenicero y se lo enciende, y le da unas caladas, y luego vuelve a probar el café ¿y no empieza ya a mejorar la cosa?
Mañana y Tarde
Jon Fosse
He encontrado una dificultad cuando de romper paradigmas se trata, muchos de estos están anclados en un adoctrinamiento que recibimos desde el momento de nuestro primer contacto con el mundo. Ahí se va anclando el sonido, la temperatura, las sensaciones corporales que todavía no tienen un lenguaje consciente pero que van permeando en nuestra mente.
El viaje de los primeros años de nuestra existencia, nos lleva hasta generar conductas aprendidas que son indispensables para nuestro sentido de pertenencia. Se aprenden de quien nos acuna, de nuestro entorno, de los rituales, de la política y de una visión que comienza a marcar, que es verdadero de lo que no es, que es lo que es moral y lo que no es.
Estas enseñanzas ejercen un efecto poderoso sobre nuestra mente. Nos obligan a tener ideas sobre las cosas y que preconcebidas, desde ahí respondemos. Cuando leo, muchas veces voy desprendiendo como costras, muchas de estas ideas locas que han formado parte de mi existencia y cuando se caen porque ya no me sostienen, entonces me doy cuenta que entra aire nuevo.
Cuando pienso sobre el flujo de la vida, de cómo lo vivieron mis padres, mis abuelos y la cultura donde nací, me doy cuenta que de alguna manera transgeneracionalmente todos tratamos de seguir por el mismo sendero. Para pertenecer es difícil poner en duda, cuestionar e integrar nuevas ideas, uno se enfrenta a la expulsión y eso se transforma en dolor.
De pronto el comenzar a viajar a otros lugares, escuchar nuevas ideas o incluso leer un libro, se vuelve esa puerta para revisar esas creencias, y a mí me pasa que siento que levito.
Llegó a mis manos una novela breve del autor noruego Jon Fosse, publicada en 2023 llamada “Mañana y Tarde”. Hace más de 10 años participo en un Club de Lectura dirigido por Paty Garcia Cornejo, y este es el libro que nos dejaron para este mes.
La primera frase me atrapó, su prosa minimalista, me abraza, su simplicidad, el ritmo, la melodía y el silencio que habita en cada línea, se va convirtiendo en un ritmo hipnótico que me transporta.
Sin duda su radical reducción del lenguaje a la acción dramática abre el camino para reflexionar. Esa prosa, aparentemente sencilla, repetitiva, es facinante. Relatar la vida de un hombre desde su nacimiento hasta su muerte con una austeridad y una feroz simplicidad poética, me ha dejado perpleja, tengo la impresión de poder observar desde mi sillón una radiografía de la condición humana, un abordaje sin rodeos a las grandes cuestiones de la existencia: el amor, la muerte, el miedo, la trascendencia, la vida misma.
Me apasiona escribir, es parte de mi alimentación cotidiana, poder perderme en una historia mientras la voy tejiendo es indescriptible, pero lo hago como aprendí a hacerlo, de pronto caigo en cuenta que Jon transforma lo que conozco en algo nuevo, el uso de comas en lugar de puntos, donde las mayúsculas casi no aparecen y desde ahí me hace encontrarme con un formato de diálogo poco convencional.
Experimento un nivel profundamente emocional mientras acompaño al personaje en su andar. Caminando hacia otro espacio, ese que ocupamos después de la vida, cuando o nos volvemos polvo de estrellas o atravesamos una membrana que nos lleva hacia otro lugar y que si esto es así, quizá es necesario hacer una transición entre la realidad para que aparezca como un sueño y el sueño como una realidad, confundiendonos para ir poco a poco soltando, pues he visto como nos cuesta morirnos.
Me llama la atención la controversia que se generó sobre el Premio Nobel de Literatura con el que el autor fue galardonado el año pasado, generando debates y opiniones encontradas. Para algunos críticos y literatos Fosse es un escritor de estilo minimalista y su obra resulta hermética. El hecho de que la forma en la que escribe se centre en gran medida en la cotidianidad y la exploración de la psicología humana, les parecía pobre en comparación con otros autores con enfoques literarios más amplios o políticamente comprometidos.
Para mí que apenas comencé a leer sus libros, sin o con premios que hablen de su vasta capacidad literaria, lo encuentro arrollador y fascinante.
En los momentos de reflexión que tocaron mi perplejidad y asombro, se abrió un espacio para revisar cómo la vida puede llegar a ser tan simple y bella ahí donde habita la “puta armonía.” Este concepto aprendido a través de una amiga, encaja en esta novela perfectamente porque la vida del personaje Johannes lleva ese viaje que abraza los momentos más dolorosos y los más bellos, atravesándolos sin generar tanta complejidad; no hay necesidad de una búsqueda infructuosa hacia la famosa felicidad que se vende en pastillas y en libros estampados con el sello de un millón de copias vendidas, “Como ser feliz en 10 pasos” o “Encuentra la armonía interior”.
Entre los pliegues de sus oraciones, el nacimiento y la muerte; Fosse incluye los temas relacionales que atañen a la pareja, la familia, los amigos desde una conexión con un planeta que respira, acaricia y se vuelve parte del paisaje emocional de una manera magistral.
Su apellido significa en noruego «cascada». Él procede de un pueblo con ese nombre que está presidido por un torrente de agua que desde lo alto se desploma sobre el fiordo. Sin duda, su conexión con la naturaleza lo lleva a contactar en lo profundo y toca las fibras mías de una búsqueda hacia la reconexión con el planeta.
Cuando la modernidad nos ha devorado, perdemos la capacidad intrínseca de vivir desde otro lugar. El personaje me lleva a escuchar esa voz pautada de algunas culturas donde en ciertos espacios todavía no se ha dormido la capacidad de abrazar lo que es, sin anestesias, afrontando y sin tanto miedo.
Sin duda me parece que si queremos recuperar la flexibilidad mental, debemos librarnos de las muletas que nos han impuesto. Es entrar de nuevo en el flujo de cosciencia que hemos perdido.
Sé que mis elucubraciones a veces me apartan de la manada, me revuelcan, me confunden, y me hacen ver extraña, pero gozo cuando encuentro a otros que me hacen sentir que vale la pena, que se puede seguir por este sendero y que puedo continuar construyendo maneras que abonan y suman al estar de otra manera menos pesada e indigesta, esto sin duda me entusiasma. Si esto se va tejiendo mientras uno se pierde en un extraordinario libro, entonces aparece esa sensación de gloria que acompaña al cuerpo cuando se siente pleno.
Por DZ
Claudia Gómez
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