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Gudrid
Gudrid. Foto de bigthink.

Sin duda llegan a mí, porque me las encuentro en los libros, cuadros, esculturas, símbolos, leyendas, cuentos o mitos. Pero también pasa que me son presentadas. Sí, desde Guatemala, Liwi Grazioso directora del Museo de Miraflores, a quien quiero muchísimo, me envió un escrito. Apenas leí las primeras líneas, quedé prendada y comenzó de nuevo mi emocionante expedición.

Estoy convencida de que muchos personajes históricos me persiguen, se conectan conmigo para que escriba sobre ellos, les de mi peculiar mirada y luego los deje sueltos en escritos en forma de cuento. Es importante saber que nunca estoy segura de que lo que encuentro sea cierto, se que mucho es invento, otras cosas están sesgadas, diezmadas, exageradas y hay que ser muy cuidadoso porque quien escribe le imprime su sello personal a las cosas, pero con todo y eso tengo un atrevimiento descarado, y desde hace muchos años no me importa, y tejo lo que leo con lo que me hace sentido. No soy historiadora y eso me permite darme la libertad de darles brochazos y matices, incluyendo a las historias.

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Gudrid. Foto de bigthink.

No siempre puedo viajar en el tiempo, pero ahora me es inevitable. Esta vez se trata nuevamente de una mujer, a veces me parece que suman mucho más que las historias que escribo de los hombres, quizá tiene que ver con que la historia oficial que me enseñaron está plagada de éstos, y siempre he pensado que hay algo que no me cuadra. Claro, lo que aprendí está escrito en su mayoría por el género masculino. Por eso me apasiona tanto cuando me las encuentro escondidas, relegadas, olvidadas, cubiertas incluso con el camuflaje de seudónimos que les permitieron abrirse camino.

A esta quiero conocerla, me ha dejado boquiabierta lo que he descubierto sobre ella. Estoy en el año 1000 DC, me parece que estoy en Canadá. Estoy en búsqueda de “la mayor exploradora de todos los tiempos”, una mujer que es considerada como la que más viajó en la Edad Media. Desde luego que busco camuflagearme, me queda claro que necesito un disfraz, así que escojo ser nativa de estas tierras, tiño mi piel y la vuelvo un poco oscura casi rojiza, me coloco unas trenzas largas negras que tienen tonos caoba cuando les da el sol y uso un vestido de piel de venado. Soy pequeñita, levanto del suelo apenas el uno cincuenta. Me coloco un collar con pluma en el pecho, tengo las manos ajadas por el trabajo, son rasposas y las uñas dejan mucho que desear. Hoy cuido mucho mis manos, me gusta tenerlas suaves y con las uñas cortas y uniformes, así que me es inevitable ponerle atención a este detalle. Quizá si fuera campesina este detalle no tendría ninguna importancia, pero he vivido entre los ladrillos de una de las ciudades más grandes del mundo.

Lo que más me molestan son los pies, no estoy acostumbrada a estar descalza, hace siglos que mis ancestros los cubrieron con suelas duras que les quitaron la posibilidad de tocar la tierra.

En el lugar donde he aparecido, hay gran conmoción, desde hace algunas semanas, los extranjeros que se han asentado tras la colina, han generado una gran alerta. Son de un tono blanco que nunca habíamos visto, hablan una lengua que desconocemos, tienen cabellos amarillos como el sol y hay una mujer y un par de hombres de cabello rojo que trenza y cuelga hasta sus pies. Tienen ojos de color de cielo, ninguno de nosotros habia visto algo así.

Son mucho más altos y grandes que nosotros, cosa que sin duda nos intimida. Los sabios de la tribu no pueden responder las preguntas, nadie sabe quienes son, ni de dónde vienen.

Al poco tiempo de que llegaron, la mujer de cabello rojo dio a luz a un pequeño. Yo paso algunas tardes acercándome a observarlos, me atraen sus costumbres y la forma en la que viven. Algunos de los pueblos que habitan la zona han tratado de expulsarlos, pero ha sido difícil porque cuentan con armas poderosas y una forma de pelear que nos es desconocida.

En el segundo invierno de la llegada de la expedición, algunos de mi pueblo han logrado entablar una relación comercial con ellos, hay un intercambio de utensilios por pieles y semillas, entre otras cosas. Como es mi narración, decido convertirme en mujer medicina, de esas que se buscan para sanar el alma y las dolencias del cuerpo, así que me coloco la vestimenta adecuada. Coloco sobre mi rostro los símbolos de mi status, delineo mis ojos, con ceniza le doy un tono blancuzco a mis facciones. Pongo sobre mis hombros una piel de oso y me dirijo al asentamiento con un báculo, que lleva el símbolo de quien soy.

“Una sombra cayó sobre la puerta y entró una mujer vestida de negro. Era baja y llevaba un chal sobre la cabeza. Su cabello era de color marrón rojizo claro, estaba pálida y sus ojos eran más grandes que los jamás vistos en una cabeza humana. Se acercó a donde estaba sentada Gudrid y dijo: “¿Cómo te llamas?”

“‘Mi nombre es Gudrid, pero ¿cuál es el tuyo?” A lo que la otra mujer respondió: ‘Mi nombre es Gudrid’. Gudrid, la dueña de la casa. Luego le indicó a la otra mujer que se sentara a su lado, pero en ese mismo momento se escuchó un gran estrépito y la mujer desapareció”.

Esta narración proviene de la Saga de Erik el Rojo y la Saga de los Groenlandeses. Se conocen colectivamente como las sagas de Vinland, ya que describen la exploración vikinga y el intento de asentamiento en América del Norte, parte de la cual los exploradores llamaron “Vinland”, en honor a las uvas silvestres que crecían allí. Es de aquí que he sacado algunas cosas para tejerme dentro de estas líneas.

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Gudrid. Foto de bigthink.

Quizá es posible que la historia no sea tan espeluznante como se escribió, ya que toda esta hazaña fue transmitida de boca en boca durante doscientos años. Pudiera ser que en una lectura más contemporánea de los acontecimientos, este encuentro entre Gudrid y una mujer de los Beothuk, la tribu principal de Terranova en ese momento, fuera otro. Quizás si me veo en ese espacio puedo imaginar que en mi encuentro con ella, simplemente estaba repitiendo lo que ella dijo: Ek heiti Gudridr “Mi nombre es Gudrid”.
Desde luego que nunca lo sabremos, pero a mí me parece que esto podría convencerme. Durante los tres años que este asentamiento vikingo estuvo en estas tierras, el encuentro generó mucho aprendizaje. Si Gudrid era cristiana, el sincretismo de sus tradiciones con esta nueva fé, debió de haber sido interesantísimo. Así que quisiera imaginar que después del encuentro, fuimos amigas encontrando como comunicarnos de a poco, y ella pudo contarme algo de su impresionante historia.

En la Saga de los groenlandeses, la llaman “una mujer de aspecto llamativo y además sabia, con grandes habilidades para comportarse entre extraños”. Un rasgo que sin duda resultaba útil al tratar con las tribus nativas de América del Norte, a quienes los otros vikingos llamaban despectivamente skrælings (“débiles”, “bárbaros”).

Así que con esto puedo situarnos dentro de las bardas del espacio que ocuparon, me siento junto a ella frente al fuego, es una casa de madera construida al llegar, que ahora alberga la vida familiar con muchas pieles de animales que ayudan a mantener el calor en el espacio. En medio hay un fuego con un caldero que cuelga, donde se cocina una sopa rica en verduras y carne de conejo, generando un delicioso aroma que hace crujir mi estómago. Comer tres veces al día como es costumbre hoy, (aunque una séptima parte de la población mundial carece de lo básico para alimentarse), no era parte de la vida cotidiana, se comía una y en épocas de invierno las raciones eran más pequeñas.

Yo ya no estoy descalza, el duro invierno me obliga a cubrir mis pies con pieles y amarrarlas con lazos tejidos de algunas plantas fibrosas. Cuando logramos encontrar como comunicarnos, usando algunas palabras de su lengua y otras de la mía, comenzamos a aprender la una de la otra.

Durante nuestras largas charlas me cuenta que sus antepasados eran sirvientes gaélicos de Unn la Sabia, una ex reina vikinga de Dublín que huyó a Islandia alrededor del año 900 d. C. y estableció a sus seguidores en un valle vacío, entre ellos estaba el abuelo de Gudrid.

“Ella fue un ejemplo para mí, la idea de emigrar en grupo siempre me llenó los huesos de curiosidad. Cuando tenía

Cuando me narra las dificultades de los emigrantes, expresa lo mucho que sufren en el camino: “la mitad moría en el trayecto y muchos naufragaban en una pequeña isla frente al continente”.

Así le pasó a ella y sobrevivió gracias a que fue rescatada por Leif Erikson, hijo de Erik el Rojo, un amigo de su padre. Sonríe cuando me cuenta que a partir de este momento a Leif le apodan “Leif el Afortunado”, ya que entonces los islandeses creían que los rescates marítimos traían buena suerte a los rescatistas. Esta idea sigue estando en la narrativa colectiva de esta zona.

“Me casé en segundas nupcias con Thorstein, hermano de Leif e hijo de Erik. Leif venía recién llegado de una expedición que lo llevó a una nueva tierra extraña del otro lado del océano”, continúa contándome cómo ella, con la emoción de conocer esa tierra, se une a su marido en un viaje fallido al otro lado.

De regreso a Groenlandia, pasan un invierno con Thorstein el Negro y su esposa Grimhild, cuyo asentamiento es diezmado por una plaga. “Una vez más me enfrento a que mi marido se encuentra entre los alrededor de 15 años, viajé a Groenlandia con mi padre. Entonces estaba casada con Thorir, quien murió allí el invierno siguiente”. fallecidos por la enfermedad, pero su cadáver se levantó de su lecho de muerte para predecir mi futuro”, Cuando dice esto pongo ojos de confusión. “Lo que dijo era que me volvería a casar con un islandés, con el que tendrá muchos hijos y una larga vida; habló de que dejaría Groenlandia, que visitaría Noruega, que en mi peregrinar terminaría al sur y después regresará a Islandia”.
Cuando oigo la historia, no puedo evitar escuchar esta mezcla de creencias que pulsa dentro de su narrativa. Si en verdad era cristiana, quizá todavía el mundo pagano dentro de ella, seguía vivo. “Efectivamente regresé al Asentamiento Oriental de Groenlandia y me casé con Thorfinn Karlsefni, un comerciante de Islandia. Lo convencí y juntos lideramos un intento de colonizar Vinland, el nombre que le hemos dado a tu tierra, así llegamos aquí con un grupo de 60 hombres, cinco mujeres y algo de ganado. Aquí di a luz a Snorri Thorfinnsson”.

Voltea, clava su mirada y sonríe al ver a su pequeño, que juega lejos del fuego con un pequeño lobo, que se ha quedado sin madre después de una pelea con un oso grizzly. Siguiendo su mirada me encuentro con el pequeño pelirrojo, y me doy cuenta que estoy frente al primer nacimiento de un europeo en el Nuevo Mundo. Podríamos estar entre 1005 y 1013 d.C. Las fechas no son exactas en ninguno de los documentos de donde toda esta historia proviene. Pero le quita sin duda el título a Cristóbal Colón de ser el primer europeo en poner pies en estas tierras.

En una de nuestras largas charlas la dama vikinga, me enseña a pronunciar su nombre completo Guðríður víðförla Þorbjarnardóttir, que en islandés moderno, significa Gudrid la Viajera, hija de Thorbjorn. Entonces la forma de medir el tiempo no era igual al nuestro, pero se piensa que la fecha de su alumbramiento estaría situada en algún momento del año 985 d.C., en la península de Snæfellsnes, en el oeste de Islandia.
Un día Gudrid me informa que han decidido partir de regreso. Cuando el grupo termina por dejar esta tierra, me despido de mi amiga. Aunque mi tribu no tiene ningún problema con ellos, otros los viven como invasores, lo que les hace la vida difícil, el sentirse tan aislados les hace tomar la decisión de regresar a casa. Tres años después de su llegada la veo partir, regresan diezmados, han muerto muchos y aunque hay algunos niños, el grupo ahora es menos de la mitad.

Es en este momento que regreso a mi tiempo, tengo los ojos humedecidos, a veces vivo las emociones de mis escenarios como si en verdad estuvieran pasando, claro que esto no lo cuento con facilidad, es difícil poder explicarlo sin generar sospecha de que estoy un poquito loca. Me gustaría haber podido abrazarla, aunque sus grandes brazos me hubieran apachurrado, imagino que mi cabeza se hubiera recargado en su vientre, la visualizo gigante y de pies enormes. Pero estoy segura que eso es casi imposible, no creo que las demostraciones de afecto fueran así.

Me quedo anonadada con la presencia de esta mujer, ya había escrito sobre algunas otras, pero ninguna tiene una saga que ha traspasado los siglos y que si en verdad existió, debió de haber sido fascinante.

Por DZ

Claudia Gómez

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Algunos datos interesantes.

Al parecer Gudrid murió alrededor del año 1050 d.C. en Glaumbær, en el norte de Islandia.
El mapa que se incluye en este escrito muestra la extraordinaria magnitud de sus viajes y marca su trayectoria entre esas fechas y los lugares donde se supone que estuvo. En total, realizó ocho viajes por el Atlántico. ¿Qué tipo de valentía se requería para emprender este tipo de empresas, sabiendo que quizá no regresaría? Sin duda estaban hechos de otra madera, el miedo que hoy embarga nuestra forma de pensar nos limita sin duda. Estaban acostumbrados a vivir con la muerte como compañera, se morían sus hijos antes de llegar adultos y las mujeres corrían un riesgo enorme en cada parto. Pero así era la vida, por más dolorosa vivían con eso y continuaban su camino.

Las discrepancias de su historia se marcan en algunos datos donde se dice que se casó dos veces y en otras tres veces. Podríamos pensar que tres es un número que hace más sentido cuando la vida en aquella época se debatía en el campo de batalla, las enfermedades y las muertes eran numerosas.

Cuando llegan de regreso a Europa, reciben una bienvenida de héroes en la corte real de Noruega y se enriquecen vendiendo sus productos exóticos. Se instalan en Islandia en la granja Glaumbær en Skagafjord. Durante muchos años la familia lleva una vida pacífica y próspera hasta que Thorfinn muere de viejo. Cuando el pequeño Snorri se casa, Gudrid emprende una peregrinación a Roma aparentemente sola y principalmente a pie. Cuando Gudrid regresa de su último gran viaje a Roma, Snorri le ha construido la iglesia, que le había prometido. Aquí vive el resto de su vida en soledad y contemplación: ¿será que fue la primera monja en Islandia? pudiera ser, lo que sí es un hecho es que si existió, sus logros la llevaron a tener una vida única.

Según se narra entre su ilustre progenie se encuentran tres de los primeros obispos de Islandia y un compilador de sagas islandesas del siglo XIV, incluida la Saga de Erik el Rojo, que menciona a su famoso antepasado.

Durante siglos ha habido una confusión, se menciona a dos “Gudrids” en algunas sagas y tradicionalmente ha sido descartada como una historia de fantasmas, podría de hecho ser la conversación más antigua registrada entre un europeo y un estadounidense.
En Glaumbær se encuentra ahora una estatua de Gudrid, creada para la Exposición Universal de Nueva York de 1939. La exploradora mira por encima de la proa de un barco, con el joven Snorri sobre su hombro. Hay dos copias de la estatua, una en Laugarbrekka (en la península de Snæfellsnes) y la otra en el vestíbulo de los Archivos Nacionales de Canadá en Ottawa.