Elecciones 2024
Elecciones 2024
El olvido de un gran artista
El olvido de un gran artista, Foto: Especial / DZ.

“Hagamos menos énfasis en los aspectos locales y más énfasis en los aspectos que nos unen, racialmente, históricamente, en relación con nuestros opresores de ayer, desde ayer, del presente. Entonces por ahí vamos caminando muy bien. Tendremos luchas, tendremos muchos combates, incomprensiones, pero por ahí vamos adelante y vamos muy bien, hacia un arte que no sea sordomudo, como yo he dicho muchas veces, sino que hable un lenguaje”.

David Alfaro Siqueiros

El silencio que genera el olvido, acompañan estos cincuenta años que acarician la muerte de David Alfaro Siqueiros. Sin homenaje, pasó desapercibido como si no hubiera existido y quizá todos somos corresponsables.

Pregunté a uno de mis nietos cuando le mostré uno de sus murales en una publicación mientras escribía estas líneas, sí sabía quién era y me dijo que no. Entonces cabile un rato tratando de ver como un hombre que dejó para el mundo un mural 4 mil 355 metros cuadrados de pintura, donde plasmó la conciencia, el drama y la tragedia de los seres humanos, está desdibujandose de su monumental obra.

Tal vez no se necesita saber de arte para disfrutar una pieza pictórica, pero también es cierto que conocer más y apreciar nos destapa una pulsión que nos inunda de un gozo que es difícil de explicar. Se va convirtiendo poco a poco en una experiencia estética, en una adicción para la que no hay cura.

El arte es un reflejo de la cultura humana, nos permite preservar el patrimonio cultural de un pueblo dándonos un sentido de pertenencia, transmitiéndolo a través de las generaciones. Cuando se va perdiendo, así como el lenguaje y las tradiciones, entonces nuestras raíces se van borrando poco a poco, generando un vacío que con dificultad se llena.

Hablaba en estos días con alguien que conoció a Siqueros, nos hundimos en un tiempo liminal que toca parte de un México que me tocó de paso, no solo porque era muy niña, sino porque fue hasta que trabaje en el museo de arte contemporáneo que supe algo de él y para entonces tenía más de treinta años. Me prestó el libro de “Me llamaban el Coronelazo” escrito por Angelica Arenal de Siqueiros y tuve la oportunidad de sumergirme en su pensamiento y sus vivencias.

Busque y aparece en más de una decena documentos, que fue una figura influyente en la vida cultural y política de su tiempo, y que su legado sigue siendo relevante en la actualidad. Se habla de que su trabajo y su compromiso con el arte público y como estos dejaron un impacto duradero en el mundo de la historia del arte mexicano.

Pese a haber legado al pueblo de México su casa que es ahora la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS), su taller de producción en Cuernavaca, Morelos (La Tallera) y una importante colección de obra de caballete, gráfica, dibujo, estudios y proyectos murales, así como su archivo personal y biblioteca, al cumplir 50 años de su muerte no hubo ningún acto público para recordarlo.

Hoy pareciera que a nadie le importa. Fue uno de los tres grandes del muralismo mexicano, junto a Diego Rivera y José Clemente Orozco. Además de ser un artista que vivió congruente a sus ideas, fue un intelectual que siempre estuvo preocupado por la dimensión pública del arte.

Hoy el recinto que costó tanto esfuerzo y dedicación por parte del artista y de su esposa, vive las consecuencias de una política de “austeridad” que destina lo que era para cultura a megaproyectos. Si bien esto es así, también es verdad que hay una corresponsabilidad de quienes vivimos en este país. Dejar en el olvido a quien estuvo tras este gran legado, es responsabilidad de todos.

Cuando hago esta aseveración me incluyo, conozco algo de su obra porque de niña nos llevaron a ver sus murales, la Torre de Rectoría de la UNAM donde realizó tres murales (dos completos, uno incompleto) entre 1952 y 1956 en tres de las cuatro caras de la Torre de Rectoría. Nos llevaron al Polyforum Cultural Siqueiros donde se encuentra “La marcha de la humanidad en la Tierra y hacia el Cosmos”, que es probablemente su mural más conocido. Tuve la oportunidad de ver el mural “Entierro del obrero sacrificado” en el hueco de la escalera del Colegio Chico de San Ildefonso y en el Palacio de Bellas Artes , el tríptico Nueva Democracia.

Debo confesar que la obra del artista me intimidaba, quizá me atemorizaban sus rostros severos, las manos desproporcionadas y los colores fríos, entiendo que estas extremidades que a menudo eran exageradas, buscaban enfatizar la dureza del trabajo manual y la injusticia de las clases trabajadoras. La puesta en escena de tanto dolor me abruma y tal vez esto influyó en que no fuera fiel seguidora de su obra.

Hoy rescato mis recuerdos y me doy a la tarea de conocerlo un poco más de saber sobre su vida, su trayectoria artística, política y porque no, de sus grandes amores. Eso no implica que cambie de parecer sobre su obra, pero es una reflexión que permite rescatar quien fue y la importancia de su legado.

En un artículo de Adriana Malvido en el peridico el Universal este 10 de enero se lee: “Recorrí la Tallera el domingo pasado. Vista desde la calle de Venus, la estructura que sostenía en el techo un gran panel para anunciar la exposición en curso sólo conserva fierros oxidados; el “Centro de Documentación”, donde hay focos fundidos, está semivacío y no muestra más que algunas fotografías junto a dos computadoras desconectadas y un antiguo aparato telefónico en desuso; la alberca del jardín luce el verde de agua estancada… Por ningún lado hay mención alguna de los 50 años de la muerte del muralista”

Al escribir estas líneas por vergüenza más que por otra cosa, aprendí que durante su vida viajó por China, Europa, América Latina y Estados Unidos, ahí en un taller experimental asistió Jackson Pollock como alumno y me duele saber que se más de este artista que Siqueiros.

El pensaba que si la pintura estaba destinada a generar el cambio, entonces debía hablar el lenguaje de su tiempo, así que se dio a la tarea de utilizar técnicas nuevas, materiales industriales como la piroxilina, las lacas automotrices y la fotografía para crear una construcción compositiva nueva.

Sin detenerme mucho en su biografía me pareció interesante saber que a los 18 años, se enlistó en el Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza, que luego de la protesta del 1.º de mayo de 1930 fue llevado a prisión por un año y que sería encarcelado 6 veces más a lo largo de su vida. La más larga fue cuando lo aprehendieron y acusaron de disolución social, por ser el presidente del “Comité de Presos Políticos y la Defensa de Libertades Democráticas”. Esto le costó cuatro años en Lecumberri.

Me voy a dar a la tarea de seguir leyendo un poco más sobre el, sobre cuando se inscribió como voluntario en la Guerra Civil Española y de cómo fueron sus días en Pozo Blanco, rodeado de un nutrido grupo de soldados en multiforme (El escritor George Orwell acuñó dicho término, ya que llevaban pantalón de un color y camisa de otra).

Me interesa saber qué fue lo llevó a participar en un atentado contra Leon Trotsky. Cuando leo que fue militante del Partido Comunista Mexicano hasta su muerte, me queda claro que fue un hombre que vivió sostenido por sus ideas y que su legado debería tener al menos un poco del reconocimiento del hombre que fue.

El conocer el olvido en el que se encuentra, me genera una curiosidad que me impulsá a conocerlo un poco más, cuando digo que me avergüenzo es porque me da la impresión que hay cosas de cultura general que son importantes, son el legado de nuestro paso por el mundo para los que siguen y que mis nietos no sepan ni de su obra ni su nombre, me duele.

Reconozco la grandeza de su obra y la riqueza de su contenido, he revisado mucho de lo que no conocía y me quedo con esta sensación incómoda de no verlo reconocido como tendría que serlo.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195

Consultorio C7 Salud Mental

Teléfonos de atención

+525521060923

+525519514858

Facebook: @c7saludmental

Instagram: @c7saludmental

Mail: [email protected]

#saludmental