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El barco en el desierto

Una tierra salvaje y amplia de misterios,

de lagos salados y mares secos

y pozos y estanques solitarios; una tierra,

eso parece una Palestina muerta.

El día brillaba a través del borde oriental

de picos rocosos, como rejas de prisión,

con una luz tan tenue como estrellas lejanas.

Los sensuales rayos del sol se filtran hacia abajo.

Unas cuantas líneas y son suficientes para sentir la soledad, la desesperanza, y la búsqueda de refugio en medio del vasto espacio desértico. ¿Un barco naufragado o abandonado en un mar de arena sin agua? podría ser, o quizá esté representando la vida humana con la pérdida en lugares inhóspitos y hostiles. Una comparación metafórica del paisaje del desierto con un barco.

En sus líneas describe las duras condiciones del árido terreno, transmitiendo el intenso calor y la soledad que se experimentan en escenarios de esta envergadura. Pero al mismo tiempo celebra la belleza, la grandeza y el misterio del paisaje occidental mediante vívidas imágenes y comparaciones.

Este es un fragmento de un poema de un norteamericano llamado Joaquín Miller (1837–1913) (pseudónimo del escritor Cincinnatus Heine) bañado de un lenguaje metafórico que describe la inmensidad y el misterio de las tierras áridas entre México y Estados Unidos. 

Siempre he creído que las leyendas y los mitos son un sincretismo de muchas cosas tejidas a modo para darles vivacidad, porque dándoles vida, generamos un sentido de pertenencia, nos coloca en el entramado de romper con la monotonía, de entrar en el mundo de la magia y de la alquimia.

Vamos a imaginar que este poema habla de un barco en el desierto tal cual dice su título y se va entretejiendo con un cuento del oeste que dice así: Con sus tres mástiles y una tripulación no muy grande el capitán de un barco llegó a un pacto con el diablo para poder zarpar por todo el mundo sorteando cualquier obstáculo natural. Pero el demonio le castigó, por avaricioso, a vagar sin rumbo. 

Se percibe en el relato la incertidumbre que suelen causar las historias relacionadas con el mar, el influjo de lo desconocido para aquellos que sólo lo conocemos con los pies rozando la espuma que sueltan las olas al estrellarse con la arena. Pero en las leyendas y los mitos algo pasa, que se apodera de nuestras mentes, y es que pareciera que tantas veces nos vamos secando,  acostumbradas a lo cotidiano y necesitamos aventuras para sentirnos distintos. Tal vez, para escaparnos, para sentirnos más vivos, entonces comenzamos a tejer una cosa con otra, y abrimos un espacio liminal donde todo es posible.

Si hilvanamos el poema y la leyenda y sumamos un par de eventos más. Entonces vamos generando un tejido firme, una narrativa que va tomando consistencia. Por eso me di a la tarea de buscar relatos que hablaran de lo mismo.

Así encontré que una bibliotecaria de nombre Myrtle Botts, en 1933 viajando con su marido por el desierto de Anza-Gorrego que se encuentra ubicado en el este del condado de San Diego, California,  se topó con un navío de madera con la figura de una serpiente en uno de sus laterales, y huecos que muy probablemente en su día habían sido ocupados por escudos. Pero la mala suerte quizás empujada por el “diablo”, unas horas después del hallazgo, hizo que la tierra se abriera y un  terremoto de escala 6,4 lo enterró en la arena.

Unos petroglifos que han sido identificados por algunos pertenecientes al pueblo indigena Kumiai en el Cañon Pinto en California,  en sus trazos sobre la piedra, semejan un barco de tres mástiles con sus remos ¿Será que fueron testigos hace cientos de años y en verdad vieron un barco en esa zona?

Albert S. Evans encontró una embarcación en mitad de la arena, restos de un barco galante, en el lago Cahuilla, ¿cómo pudo llegar un barco hasta dicho lugar, será entonces que es verdad, que los otros avistamientos pudieran ser realidad? Tal vez un barco vickingo atravesó el Paso del Noroeste, la ruta marítima que bordea la parte superior de Norteamérica y de ahí, podría haber seguido la costa hasta llegar a Baja California y haber remontado el río Colorado. 

 Resulta que un montañero contaba a quien quisiera escucharle, que había visto un barco que yacía en el horizonte, donde  los doblones reposan sembrados en la arena a lo largo del desierto muerto y marrón. En algún lugar del desierto de Colorado en California, cerca del cañón de Canebrake. 

¿Será entonces que todas estas historias juntas, podrían hacer pensar que  que hay un barco que descansa bajo la arena, en algún lugar del desierto de California y Sonora? ¿Quizá un barco vikingo?  Aunque hay teorías que señalan que los primeros pisaron en el siglo X Groenlandia y Terranova, a las que llamaron Vinlandia, California queda mucho más lejos haciéndolo casi imposible.

“Son fake news” leí en algún lugar, noticias para las almas románticas, que ofrecen un pasaje a un antiguo tiempo soñado.

Pero el alma humana es una exploradora de leyendas y sabiduría popular, usa como catapulta el creer, pensar e imaginar que todo es posible, y desde ahí se embarca en las expediciones más inverosímiles, encontrando tantas veces, que no siempre es real. Pero cuando es, cuando resulta que algo de la leyenda, del cuento o del mito es real, entonces aparece un borbotón de serotonina que no es comparable con nada. 

Quizá algún día, un barco aparezca en algún lugar del desierto que cruza la línea fronteriza entre México y Estados Unidos, y los tabloides de los periódicos, dejen a un lado el duro acontecer, dándole cabida a un hallazgo cargado de tesoros antiguos. Pudiera ser que todos esos que piensan que ese barco existe, se rían a carcajadas delante de los incrédulos, y entonces yo podré gozar como lo hago cuando bordo historias, cuando me pierdo en un mundo imaginario y confirmo que la vida es mucho más.

Por DZ

Claudia Gómez

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