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COVID-19, ejemplo real de la distancia de la sociedad con la naturaleza
Fotografía de Archivo de un murciélago. Foto de Tine Ivanič / Unsplash

El COVID-19 es el ejemplo vivido de la distancia entre la sociedad actual y la naturaleza, “nuestra relación ecológica y evolutiva con el gran tapiz de la vida es tal que un virus originado en murciélagos en una remota selva del sudeste asiático un día entra por tu por tu puerta y te arrebata a tu padre”, señala una investigadora argentina.

Lo apunta Sandra Díaz, profesora titular de Ecología de Comunidades y Ecosistemas en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), galardonada este 2021 con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación, en vísperas del Día de la Tierra.

En su artículo “El tapiz de la vida como metáfora para la transformación”, la investigadora argentina apunta que “hoy más que nunca, nadie es 100 por ciento local; si bien están ancladas en un lugar, nuestras hebras materiales y simbólicas se extienden en el tiempo y en el espacio”.

Se ha estimado que la tercera parte de las amenazas a especies animales y alrededor del 40 por ciento de la extracción de recursos naturales en el mundo están relacionadas con el comercio internacional, es decir, son propulsadas por consumidores en países distintos del aquel donde el factor de riesgo se manifiesta físicamente, recuerda.

Por ello, muchas medidas para proteger la biodiversidad en el punto de extracción solo logran que el impacto se traslade a otro sitio y refleja cuán conectados está todo lo viviente en el planeta, cuyo ejemplo más real es el COVID-19, refiere Díaz.

Y si bien un esfuerzo aislado es mejor que nada, los cambios importantes solo se logran cuando se implementan a través de múltiples sectores: “la mejor política de conservación languidece y se diluye si no es coordinada con políticas de transporte, educación y energía que respeten, y si es posible realcen, la naturaleza”.

La ecologista argentina defiende una respuesta basada no solo en acciones sino en valores y “la respuesta de gobiernos, organizaciones e individuos alrededor del mundo ante la pandemia ha sido la mayor prueba, si bien reticente, de que se pueden hacer cosas impensables cuando es preciso”.

La respuesta al deterioro ambiental “no van a funcionar si no reorganizamos el conjunto de valores subyacentes a las decisiones individuales y colectivas, poniendo en el centro el bien común y nuestra filiación con el resto del tapiz de la vida. Estos valores no por antiguos son anacrónicos”, enfatiza.

Con información de EFE