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Aransa
Aransa

Lugar de espinos, es lo que evoca tu nombre en vasco pequeña Aransa, aunque tu madre te registro con una s; en España se escribe con z.

Tus pestañas tupidas colocan una cortina para ver con menos dureza, el mundo donde te tocó nacer.

Con dos años apenas, tienes una enorme confianza en ti misma como casi todos los niños de tu edad. Piensas que puedes hacer cualquier cosa que quieras y que el mundo gira a tu mando como si pudieras.

No entiendes por qué tantas veces no te dejan hacer tu voluntad. Sólo tú madre y tu hermano son quienes pintan de colores tus espacios, lo demás todavía no se ha vuelto lenguaje, ni interpretación.

Quien te dio la vida, entra dentro de las penosas cifras del país, suma al 53% total de mujeres solteras con al menos un hijo, que no tiene instrucción o cuenta con un nivel escolar máximo de secundaria, mostrando con vergüenza una dolorosa realidad para el país.

Las cuadras donde vives se tiñen de delincuencia, plagadas también de otras problemáticas profundas; es la colonia más poblada de la alcaldía de Álvaro Obregón en la Ciudad de México. Un reflejo de este espacio que se desgaja en forma de reclamo, porque la pobreza en las ciudades se cobra en el peso de la falta de educación, de oportunidades y se transforma en odio y violencia, cargando el nombre del peligro como si se tratara de un enigma.

Tus manitas pequeñitas acarician un pichón que se ha lastimado, en una pequeña caja de cartón lo colocamos para que muera con dignidad. La ternura y la compasión brota en forma de sonrisa sobre tus pequeños dientes Aransa. Hay un instinto que emana de lo profundo donde proteger y cuidar, tienen todavía ese impulso natural que no se ha borrado con la dureza de estas calles. Cómo ayudarte a que esto no lo pierdas, a qué se mantenga con la inocencia qué de adulto parece vamos perdiendo.

57.1% de las madres solteras en México no cuentan con prestaciones laborales. Tu madre es una de ellas, sus ingresos por lavar y planchar ajeno apenas suman cinco mil quinientos pesos al mes, a veces; pues si está enferma o tu lo estás, no recibe el pago. Con el ingreso estirado como si se pudiera, paga la renta el teléfono y la luz del cuarto donde viven siempre quedando corta. “El mes que entra me pongo a mano doña Chole”, y ésta recibe los billetes arrugados de mala gana.

En la tiendita de la esquina, Don Robusto ya no le quiere fiar, pero siempre cae rendido ante tus ojitos pispiretos, cuando tu madre le dice “Es para la niña, no sea así.”

Seis pisos por una escalera despostillada llevan al cuarto donde una ventana rota, sellada con papel periódico acompaña las noches donde duermen los tres, sobre el mismo colchón. El baño queda al final del pasillo y siempre está ocupado pues lo comparten con cuatro familias más.

No conoces otra realidad, te abrazas a tu madre por las noches sin imaginar lo dura que es la vida por detrás de los muros donde vives.

El día es caluroso, pega con fuerza en la cabeza y se dificulta respirar con una contaminación que marca hoy a esta hora, ciento once puntos de ozono. Un gas que genera cansancio por la falta de oxígeno y pese a eso, te ciñes a las piernas de tu madre y te sientes tranquila. Para ti no hay otro mundo, solo este. A ella le veo esa mirada que no tiene nombre porque tristeza y desesperanza no son suficientes.

El cielo brumoso se pinta con cientos de cables que cuelgan de postes en cada calle, a escasos metros de una de las más transitadas vías de la ciudad. Aquí se van sumando las cifras que hablan de cuarenta mil millones de pesos al año, en cuanto al robo de energéticos, según la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Cómo se sale de aquí, de este lugar que parece que no existe para muchos, como si fuera transparente. Un fantasma para una población que nos persigue aunque no queramos y alberga tantos corazones que se levantan ojerosos al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar los frijoles, a planchar lo que se secó en los cables de la azotea durante la noche.

Con una mano terminan las trenzas, con otra lavan la olla, ahora a bajar corriendo la escalera para ir detrás del camión y agarrase como puedan. Llegan a trabajar donde les paguen por hacerlo, siempre con el yugo de saber que es época de despidos y quizá, sea el último día en el trabajo.

Un lugar de muchas mujeres y hombres que duermen poco, porque cargan con tanto.

Tu carita tiene esas manchas blancas inconfundibles que muestran desnutrición, los porcentajes que UNICEF dictamina no sé siquiera si te sumen, esas son sólo cifras y yo tengo enfrente a un pequeño ser humano que puede albergar la posibilidad de vivir distinto, si hacemos algo.

“A Doña Chencha le robaron su dinerito ahí en la carpintería, ninguna mujer anda sola después de las seis.” Nos dicen unas mujeres mientras el lugar se nos vuelve un pesado engrudo. De pronto parece que ya no podemos hablar, nos engulle la fuerza de estar a escasos metros de donde vivimos recibiendo con brutalidad este otro México que duele tanto.

Mirando este espacio constreñido de edificaciones de cuatro o cinco pisos hechas a modo sin ningún plano arquitectónico, se ciñe la guadaña de lo más obscuro de la ciudad. La desigualdad nos daña a todos y no podemos ser indiferentes a esta realidad, sobre todo cuando vivimos día a día frente a ella y tantos elegimos no prestarle atención.

Para erradicar la mayor parte de los problemas, se comienza con educación. Que mejor lugar para crear una posibilidad que engendre semillas para evitar que la calle cobre nuevas víctimas.

Un año que comienza con miles de propósitos que al menos a mi me cubre con este desazón donde se anida lo que es mi responsabilidad y de pronto una pregunta se me vuelve un grito en mi interior ¿por dónde empezar?

Por alguna razón nos encontramos de pronto aquí, vestidas de señoras con tacones, sintiéndonos fuera de lugar, a veces estar en el lugar equivocado se convierte una provocación para comenzar algo que pueda cambiar el escenario para algunos.

Veremos si el impulso de lo que duele, nos lleva a lograrlo, denuncia sin propuesta siempre sale en negativo. La apuesta está en levantar los ladrillos de un kínder para que los niños pequeñitos tengan un lugar seguro donde estar y veremos si podemos llamarlo “Aransa”, para recordarnos que fuiste tú quien impulsó un esfuerzo por sacar de la calle un puñado de niños al menos.

En busca de mejores oportunidades las aglomeraciones urbanas se fragmentan con coyunturas cada vez menores para tantos que llegan. Si la ciudad es el corazón económico de este país, con la mayor parte de la población viviendo en zonas urbanas, no podemos darnos el lujo de permitir que estas sean el epicentro de la mayor desigualdad económica.

Tus lindos ojos pequeña acompañan mis amaneceres y pienso a que estarás jugando.

Comienza enero y con él, a buscar la manera de llevar acabo esa escuela que quizá sea un espacio de posibilidad para cuidarte mientras creces, uno donde se pueda contener el pesimismo; un antídoto ante la apatía; una vacuna contra la desilusión. Hoy tú eres un pedazo de México que pende de mi corazón.

Frente a las razones para perder la fe en México, están todas las razones para recuperarla y para ello hay que ponernos a trabajar, proponiendo y llevando a cabo las propuestas.

Veremos si tus lindos ojos nos impulsan lo suficiente, reflejo de los tantos que te acompañan en esta dura realidad. Yo creo que mientras existan individuos encendidos, comprometidos, preocupados, se contagiará poco a poco a empujones, como todo lo que vale la pena.

A Beba que acompaña mis dos manos para lograrlo, a todos los que se suman porque esto es de todos…

DZ

https://www.google.es/amp/amp.eluniversal.com.mx/amp/note/amp/eluniversal/1138151

http://www.elhorizonte.mx/nacional/revela-inegi-que-3-de-cada-10-mujeres-mexicanas-son-madres-solteras/1842277

https://www.google.es/amp/s/www.elmananerodiario.com/diablitos-robar-luz-cuestan-miles-millones-pesos-al-pais-ano/amp/