Para quienes “Nacer en el cuerpo equivocado” ya sea sentirse mujer atrapada en el cuerpo de un hombre o a viceversa, es también una lucha dolorosa
En el minuto 3:32 del segundo round logra la victoria por sumisión, es la velada de un viernes de Combate Global. En la cara dibuja una sonrisa que sangra, su contrincante le ha dado duro, lleva una herida grande; seguramente necesitará un par de puntadas y mucho hielo para su ojo hinchado. Con las manos levantadas en son de victoria, grita; las lágrimas le enjuagan el sudor de la cara y se escurren sin poder evitarlo.
Vuelve a gritar, ahora el sonido sale en forma de lamento, encontrando salida desde las entrañas, tocando ahí donde ha dolido tanto. Se lleva los aplausos, el reconocimiento por el triunfo. La arena está abarrotada, hace un tiempo que los eventos trans de la MMA venden bien.
Desde niño sufrió abusos sexuales por parte del círculo cercano de sus padres, como pasa sigilosamente en tantas familias. Esta conducta es más frecuente, mucho más de lo que nos imaginamos. Pasaron años hasta que sus progenitores decidieron que quizá su versión de los hechos podrían tener algo de veracidad. Como mandato optaron por olvidar el asunto y “el aquí no pasa nada” como fórmula para enterrarlo. Pero el silencio se fue volviendo una nube espesa, tornando irrespirables los espacios de la casa familiar, generando poco a poco un vacío en el alma que arrebató sus juegos y la sonrisa de su rostro de niño.
Y fue en la adolescencia que comenzó a manifestarse la disforia corporal. Se fue llenando de una emoción desagradable, similar a la tristeza pero con sensaciones de ansiedad, que impulsaba una irritabilidad agobiante. Así la inquietud se fue apoderando de sus días. Se fue bañando de una sensación intensa de desconexión con su imagen corporal y comenzó a aislarse, evitando la compañía de otras personas. Un día se dio cuenta que llevaba meses enteros sin verse al espejo.
A los dieciocho, tomó la decisión de alistarse en el ejército de los Estados Unidos para “hacerse un hombre”. Las noches de angustia pensando que todo en él estaba mal, se convirtieron en una rutina asfixiante. Con barba poblada y tatuajes tribales en su cuerpo ultramusculado, Alana formó parte de los Cuerpos Especiales durante seis años en Afganistán.
Luchando, disparando, levantando pesas, y montando una Harley, busco una cura en lo que está catalogado como masculino, tal vez eso pudiera sanarlo como si fuera una enfermedad. Pero seguía llorando, hasta quedarse dormido de agotamiento cada noche.
Un día cuando ya no pudo más, temiendo más que a las balas, confesó y sus padres le dijeron que era producto de una confusión, derivado de los abusos.
Así que inicio la búsqueda, encontrando formas de cambiar su apariencia y que esta coincidera con su imagen mental, se sometió a hormonas, a una cirugía de pecho, se hizo otra intervención de feminización facial y de reasignación de sexo. Después ya no volvió a ver a sus padres y comenzó una nueva vida.
Pero suena como una falacia pensar que vivió “feliz para siempre.” Siguió afectada por episodios de estrés postraumático debido a los abusos que sufrió durante su niñez y a su experiencia bélica. Pero quizá el dolor más grande, sigue escondido en las fauces del rechazo y más cuando es de sus propios padres. ¿Culpables? no lo creo, quiza albergue en los brazos de esta palabra maldita, una incapacidad bañada de ignorancia que impulsa la vergüenza y algo que Fritz Perls llamó los introyectos, que son el veneno que habita en la creencias que limitan, separan, enjuician, condenan y que vivimos con ellas.
En 2016 su caso dio el salto a la prensa, el expresidente de los Estados Unidos Barack Obama, levantó la prohibición que impedía a personas transgénero servir en el ejército. Una medida que Donald Trump congelaría y que, a principios de 2021, Joe Biden revirtió.
Alana encontró en el gimnasio un refugio, se aficionó a las artes marciales mixtas, y debuta de manera oficial. Dentro de las redes del ring está a salvo, una jaula que la protege del mundo exterior. Es un deporte peligroso, pero a veces es más seguro que vivir afuera.
Tan común confundir el sexo y el genero. Pero uno es biológico, asignado al nacer ahí donde habitan la biología, la anatomía y los cromosomas. El otro está bañado de las expectativas, de los estándares y de las creencias que tienen los grupos humanos, donde hay un catálogo de como debe uno comportarse según su sexo, intentando normar la convivencia.
Esta normatividad social, encuadra y encasilla a las personas generando una contradicción con sus deseos; incluso con sus talentos y potencialidades. Podríamos decir que el género es un filtro a través del cual miramos e interpretamos el mundo, una armadura, que constriñe la pasión marcando límites al desarrollo personal.
Toleramos tan poco la ambigüedad, no comprendemos la equidad y nuestro afán clasificatorio, está regido por un ánimo jerarquizador. Así reducimos la idea de diferencia, por desigualdad. Bañados de intolerancia vamos dando paso a los esquemas culturales de género, tanto en la diferencia de las mujeres respecto de los hombres, como la de las personas heterosexuales respecto a las homosexuales y viceversa aunque se manifiesta menos.
La ignorancia generalizada que existe sobre lo que sucede en el espacio de lo psíquico y el rechazo social hacia algunas conductas, ha propiciado muchos prejuicios, una brutal desinformación que repercute y limita las vidas de muchas personas.
Vivida como anti-natural, la homosexualidad no está integrada simbólicamente con la misma valoración que la heterosexualidad, cultivando la homofobia y la lesbofobia. También está la ginefobia de la que ahora con las muertes de Juarez, al menos en México se ha hecho visible, dejando precariamente una voz de repudio ya que sigue pasando.
Así se va cultivando un rechazo irracional, que toca todos los ámbitos de la vida de un ser humano y se respira en lo educativo, en lo laboral, en lo religioso, en lo político y en lo familiar.
Pero en términos de la homosexualidad, esta sigue impulsada a esconderse, para evitar el rechazo y el dolor de ser estigmatizados.
Esta valoración no solo se ejerce con aquellos que deciden vivir de otra manera o que están atrapados en un cuerpo que perciben ajeno, todavía en culturas del primer mundo, una mujer aunque sea heterosexual, si decide ser científica, soldado, piloto, o cualquier otra cosa que sea considerada del ámbito de lo “masculino”, tendrá que enfrentar más obstáculos que los que enfrenta un hombre. Trabajará con doble esfuerzo para obtener el reconocimiento y el sueldo que recibe, tantas veces será menor que el de los hombres.
Se han conseguido algunos avances durante las últimas décadas en estos ámbitos, pero a pesar de estos logros, todavía existen muchas dificultades: las leyes y las normas sociales discriminatorias continúan siendo generalizadas.
El género femenino ha logrado que la humanidad vaya tomando conciencia de todas las formas de violencia en particular las que ponen en riesgo su vida y gradualmente todas las otras formas asociadas que le aquejan desde hace siglos y esto ha sido grandioso.
Pero, quizá culpado, al género masculino sobre todo en temas de abuso sexual, visto como el responsable absoluto, entonces aparece nuevamente el desequilibrio. Se desestima el poner en evidencia la violencia invisible que pesa en este platillo de la balanza cuando se trata de un niño varón. Así el abordaje y el pronóstico difieren absolutamente de los que se asumen para una niña en la misma situación.
Mal visto es si el varón a cualquier edad, muestra el dolor de su padecimiento o su queja, ya que el modelo histórico-cultural homologa víctima con mujer o niña. Hay numerosos programas de lucha por los derechos de la mujer que se enfocan hacia ésta y que bueno; pero ¿y el niño?
Las conductas que aparecen después, derivadas de este tipo de vivencias comienzan a gestar un daño profundo en hombres y mujeres sin distinción. Aunque habrá quien me diga que las mujeres padecen más, me parece que no deberíamos perder de vista que este es un mal, que aqueja a la humanidad como especie.
Para quienes “Nacer en el cuerpo equivocado” ya sea sentirse mujer atrapada en el cuerpo de un hombre o a viceversa, es también una lucha dolorosa.
Se apodera una nube negra de violencia estructural que va minando la capacidad de concentración, imposibilitando llevar a cabo planes y metas, repercutiendo en problemas para relacionarse e interactuar con otras personas, presentando en tantos casos episodios depresivos llevándolos a una muerte temprana, hoy todavía al menos en América latina, el promedio de vida para los trans es de 40 años. Siendo la discriminación la causa que más pesa, impulsando al asesinato. Protesis compradas en el mercado negro que generan muerte; siete de cada diez mujeres trans se ven en la necesidad de prostituirse como medio de sustento en algún momento de su vida.
Según la Academia Americana de Psiquiatras en el 2018, casi un 30% de jóvenes trans intentaron suicidarse, y en otros estudios llevados a cabo en toda la población trans, un 78% ha pensado en suicidarse y un 40% lo intenta en el transcurso de sus vidas.
Desde luego que hay mucho que se ha logrado y los grupos feministas, LGBT, La Comisión Europea Contra el Racismo y la Intolerancia, La ONU entre muchos, han luchado para cambiar las cosas. No es intención demeritar ningún esfuerzo, pero me sigue pareciendo que falta mucho en términos de equidad, en términos de que nuestra humanidad se abra a la posibilidad de mirarnos como iguales en derechos, sin importar nuestras creencias. Que podamos descalificar las conductas discriminatorias en todos los ámbitos incluyendo el de raza, marginación por pobreza y religión.
Quizá sea un proceso evolutivo del cual nos hace falta mucho camino por recorrer y con una mirada bhudista este sea un proceso de aprendizaje muy doloroso, que nos permita ir volviéndonos más humanos, más amorosos.
A Alana McLaughlin mis aplausos ahí donde esté, la veo en ese ring donde se abre camino, su historia me llevó a tejer entre líneas una posibilidad de tocar un tema que abraza a muchos y que genera controversia y mucha sin duda alguna.
Info tomada de:
https://www.elobservador.com.uy/nota/-por-que-las-personas-trans-viven-tan-poco–2018101813530
https://www.psicologiacientifica.com/nino-varon-victima-silencio-de-genero/