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Al ritmo de un hermoso laúd

Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has construido contra él”. – Rumi

Un juglar hacía alarde de su prosa mientras emulaba el concepto del “amor cortés” desarrollado en las cortes de Aquitania de donde Leonor era heredera del ducado.

Al ritmo de los compases se escuchaba una historia de amor. Emulaba una concepción del amor platónico en la que una dama, de origen noble, se enamoraba de un caballero de la corte.

La dama se mantenía siempre inalcanzable para su caballero, el cual se contentaba con lucir sus colores y pelear por ella en justas y torneos.

Mientras escuchaba los magníficos poemas, Leonor miraba por la ventana.

Sus hermosos ojos se inundaban del espléndido paraje de la campiña francesa; una tierra recelosa, que la veía como la extranjera que introducía vestimentas inmorales y costumbres libertinas en una corte aburrida, acusándola de no hablar la lengua de sus súbditos entre tantas otras cosas.

Pero a ella, parecía no incumbirle lo que se decía, pasaba de largo las habladurías, pues estaba ocupada en cosas más importantes.

Ahora miraba el paraje con ojos distintos, había pasado de simplemente ver a contemplar. Algo ocurrió, que la había transformado de raíz. La vida la había asombrado, ahora entendía quién era y para qué estaba.

Acababa de vivir una experiencia cumbre que la revolcó; que poco a poco fue transformando sus ideas de culta educación. Fue cambiando muchos de estos criterios heredados por conceptos nuevos, muchos desconocidos, cambiando profundamente la historia de un medioevo con tintes tan obscuros.

Este encuentro, con esta nueva forma de abordar el mundo, se dio en un viaje al que acompañó a su marido Luis VII rey de Francia, a la Segunda Cruzada de la Cristiandad.

Ya sea que ella lo convenció o quizás fue él, quien la llevo impulsado por su permanente estado de celos enfermizos. Pero el caso que a partir de ese viaje ella no volvió a ser la misma.

Leonor terminó tocando el suelo donde la civilización Persa la maravilló. Fue un encuentro con formas de interpretar el mundo tan distintas. Un estado sublime donde anonadada encarno los conceptos más profundos de un tipo de amor que no conocía.

A través del conocimiento Sufí entendió, como quien comprende la vastedad con un embrujo, que “el conocimiento es Amor”.

Que el amor lleva un sello, que no es otro que la esencia de quién nos creó. Es un océano de Amor Cósmico que se encarna en cada persona solo cuando uno se sabe…“AMADO”.

Este embrujo fue tiñendo los espacios de su mente inquieta.

El corazón, que conoce este sentimiento tan profundo, comenzó a segregar químicos en un cuerpo dormido y sintió que contemplaba el mundo de manera tan distinta.Había despertado!

Un amor tan humano que tocó en lo profundo su alma amodorrada, colocando los conceptos de la sensualidad y seducción en lenguaje cotidiano, creando un halito amoroso en las relaciones de pareja. Este viaje que no sirvió de nada en lo político, permeó con su dulce poesía y a través de ella a toda Europa que peleaba con la más profunda oscuridad.

Era una seducción imparable. Un nuevo conocimiento: El Amor Romántico. Un amor que impregno todo de magia, los territorios de la vida privada y pública, de lo personal y lo social. Lo cambio todo.

Desde entonces el arte, sobretodo la música y la danza, se tradujeron en dos manifestaciones puras para trascender la existencia.

Fue el hermoso regalo de la mirada árabe a un Occidente vacío de sensibilidad profunda.

Un regalo que colocó una premisa inimaginable donde habita la posibilidad de un equilibrio entre la racionalidad, la mística y los sentimientos.

Esta manifestación del Amor daba un sentido pleno a la existencia del mundo, arrebatando los sentidos, en un éxtasis romántico. Para muchos se presentaba como un absurdo impreso en la mentalidad medieval, sumida en el más profundo rezago, donde el concepto de hombre se había vuelto vulgar.

Así tocada por esta nueva manera de abortar el mundo; con un marido distante al que no amaba; una fría convivencia a la que se sumó la falta de un heredero. Encontró cómo ser, cómo estar de otra manera.

En los pasillos del castillo rebotaban los ecos de los murmullos que decían que la culpa del desastre de la Segunda Cruzada era suya y de las mujeres, debido a su influencia.

Era Leonor quien se había llevado un número importante de estas, acompañando a los valientes guerreros dejando un recelo enfermizo en la corte.

Señaladas, como “fuentes de pecado”, como hijas de Eva, se les relegaba a tener el “beneplácito divino”.

Con estas premisas se demostró en la Corte, la causa de tan dura derrota.

Los muros del castillo se impregnaban con palabras lacerantes, inventando una leyenda oscura, en la que una reina, amante y disoluta, había accedido a la seducción de su tío, el duque de Aquitania y del mismísimo Saladino ( que por cierto tenia 10 años en esa época).

Con todo esto en su mente, arremetió contra su marido a quien odiaba profundamente.

Sin miedo pidió la anulación matrimonial, arguyendo consanguinidad y le fue concedida! Se llevo a sus hijas: María de Champaña y a Alix, futura condesa de Blois.

La vida la sacaría de ahí. Ahora, vivía otro momento emblemático.

Estaba pronta a casarse -profundamente enamorada-, con Enrique Plantagenet, diez años menor, y que pronto seria rey de Inglaterra. El tiempo le daría ocho hijos de los cuales uno fue, Ricardo Corazón de León.

Es increíble las vueltas que da el destino. De ser la Reina Consorte, pasó a ser apresada por su propio marido el cual nunca la quiso. Pasó quince largos años en cautiverio.

Después, el tiempo le dio la posibilidad de volverse una de las mujeres más influyentes de la historia.

Muriendo a los 85 años, tuvo una vida llena de profundas heridas, de traiciones y de profundos conocimientos filosóficos.

Así participó de la historia, dejando su mas hermoso legado:

“El Amor Romántico.”

A ella, Occidente le agradece el inicio de la inquietud por el conocimiento Sufí, que hoy permea con fuerza el pensamiento del siglo XXI.

Con su belleza y talento, Leonor, mirando aquel día por la ventana será siempre reverenciada.

Su regalo, hizo que esta parte del planeta (cuando el mundo conocido era otro), diera un paso hacia la comprensión más honda, de la grandeza de la condición humana…”

Hoy los acordes de un laúd que suena en la plaza me llevan a ti Leonor, miro a una pareja en la banca que a besos se abrazan.

Acaso sabrán que esa fuerza que se manifiesta en la forma de amarse lleva por detrás tu regalo, ese que nos dio a todos los de occidente conocer el amor romántico.

DZ