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Ya no hay margen para fingir que en Venezuela no pasa nada. El régimen de Nicolás Maduro terminó con la única coartada que le quedaba: la República Bolivariana de Venezuela no es una democracia.

Los ciudadanos dejaron abiertamente de tomar decisiones ante los impúdicos movimientos del régimen de Nicolás Maduro para aferrarse al poder. Y si bien no pueden ganarse el mote de dictadura, sí son un país que tiene una suspensión institucional.

América Latina ha mostrado una muy vergonzosa cara de desinterés con las naciones de la región; pues está claro que estamos lejos de tener una integración al estilo europeo, pero sería apropiado al menos mostrar preocupación por las tragedias humanitarias que enfrentamos en el continente, que son por lo menos dos.

La primera es Haití. Esta nación se encuentra en una pobreza comparable quizá con algunas de las naciones más dolidas de África. Vive a su suerte y sólo recibe algo de ayuda si brinca a las primeras planas por un sismo o un huracán.

Tan pronto como pasa la noticia a interiores, Haití queda nuevamente aislado y sabemos de ellos sólo cuando sus ciudadanos se agolpan desesperados en la frontera de México con Estados Unidos para intentar cruzarla. Es curioso que le pongamos interés y corazón a los migrantes de Siria y no veamos el drama que ocurre en el mar Caribe, con el que compartimos frontera.

La segunda nación en emergencia humanitaria es Venezuela, y enfrenta el mismo desinterés de todos los países hermanos de la región.

Evidentemente hay conciencias compradas como Cuba, Nicaragua o Bolivia que obviarán la crisis de su otrora mecenas. Quizá Cuba volteará a otro lado y silbará algún son mientras sigue con el enamoramiento entre La Habana y la Casa Blanca.

Mientras que otros países que son críticos, pero en privado, como Colombia, ahora Argentina y por supuesto México tienen la coartada de no intervenir en los asuntos de una nación democrática.

Es un hecho que no hay manera de una intervención directa desde el exterior, pero una condena unánime, contundente, ante los gestos dictatoriales del gobierno de Maduro y un respaldo claro al congreso venezolano debe ser un primer paso para forzar lo que ha sido necesario para Venezuela desde hace muchos años: un cambio de régimen.

Son cientos de personas las que mueren hoy en Venezuela ante la crisis humanitaria que alcanza la alimentación y la salud. Desafortunadamente, no están lejos los caídos en las calles por acción directa de represión del gobierno de Nicolás Maduro.

La insostenibilidad del régimen chavista de Nicolás Maduro no está a discusión. Es imposible levantar ese engendro de su miseria política. Aun con un incremento sustancial en los precios del petróleo, el daño estructural está hecho en Venezuela.

Lo que sigue es saber el costo humano que tendrá sacar a Maduro del poder y reiniciar un proceso de reconstrucción de una economía que hoy debería ser de las más importantes de América Latina y que, por el contrario, enfrenta una crisis humanitaria que no alcanzamos a dimensionar desde nuestra cómoda distancia.

Tendrá que ser hasta que la indignación de la falta de respeto a los modelos de la democracia incomoden a organizaciones como la de Estados Americanos o directamente a Washington, para que entonces sí le pongamos atención a un vecino en problemas.

Venezuela, en crisis humanitaria y al borde de la dictadura - val_int_venezuela_251016
Foto de El Economista