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Por la matanza ocurrida el pasado sábado en El Paso, Texas, ejecutada por el supremacista blanco Patrick Wood de 21 años, con un saldo de 22 muertos, entre ellos ocho mexicanos, y 24 heridos, pensé titular esta columna: “USA, país de odio racial”, pero preferí el encabezado que usted leyó porque la salud mental del país más poderoso de la tierra está lejos de ser óptima y muy cerca de la alarma.

El país que, según datos fidedignos de la Organización Mundial de la Salud, es el campeón mundial en el consumo de drogas con 22 millones de usuarios de marihuana; dos millones de adictos a la cocaína; con más de cuatro millones de personas que abusan de los opioides, entre ellos el mortal fentanilo. Además de los cientos de miles que se meten alucinógenos y/o drogas de diseño como la metanfetamina. En fin, un país cuyos habitantes consumen lo que sea con tal de que enajene e intoxique es un país de locos. Un país que abusa de su fuerza y ejerce actividades policíacas en el resto del mundo, que con el pretexto de luchar contra el terrorismo o en nombre de la democracia, que en su territorio no practica, aplica su fuerza militar y rebasa los controles de soberanía nacional de otros países provocando desestabilizaciones políticas, desastres económicos, crisis humanitarias y sufrimiento entre los más débiles, sin que su sociedad proteste y mayoritariamente aplauda estas acciones, es un país de locos insensibles. Un país que está en el Top Ten de las naciones que más contaminan el planeta y que sus habitantes y gobernantes niegan la existencia del calentamiento global es un país de locos ignorantes. Un país que tiene por presidente a Donald Trump es un país de locos fanáticos. Y Donald Trump es el más loco entre todos los locos de su país.

Más armas que habitantes

En los Estados Unidos vive, aproximadamente, el 5% de los habitantes del mundo. En este porcentaje de población se encuentra concentrado el cuarenta por ciento del armamento para uso civil del planeta. En 30 estados de la Unión es posible comprar armas por internet o en ventas privadas sin permiso ni comprobación de antecedentes. (El niño es risueño y le hacen cosquillas).

La locura, el odio y el racismo, alentados por el magnate Donald Trump, aunado a la facilidad para la adquisición de armamento, han hecho posible las matanzas como la del sábado pasado en El Paso, Texas, con un manifiesto contra la comunidad hispana adjunto. (El suceso advierte que los cafés son el blanco favorito de los blancos).

La masacre de El Paso, a todo galope, tuvo, en las siguientes 13 horas, tres réplicas –como las que ocurren con los terremotos: En un bar del distrito de Oregon, en Dayton, Ohio, Connor Betts, hombre blanco de 24 años, mató con arma de fuego a nueve personas, incluyendo a su hermana e hirió a otras veintisiete. (Llegó al bar y dijo: pidan lo que quieran yo disparo). El atacante fue aniquilado a tiros por la policía.

Mientras tanto, en Douglas Park, Chicago, un hombre disparó desde su automóvil a un grupo de personas; hirió a tres mujeres y cuatro hombres. Al poco rato, en la cercana calle de Shout Troy, se escucharon balazos y quedaron dos mujeres lesionadas por balas.

Leí en el periódico español El País que en lo que va del año 2019 se han producido alrededor de 250 tiroteos en suelo estadounidense, con casi un millar de víctimas, cerca de 250 de ellas mortales. Esto indica que se comete más de un atentado al día. No obstante el ignominioso promedio de ataques criminales, su presidente llama asesinos a los mexicanos.

Todo lo hasta aquí escrito retrata a un país con una tragedia humana oculta, con mucho miedo, paranoia y esquizofrenia, y con un presidente que a través de sus discursos y acciones refleja ese grado de odio y locura que guarda debajo de su arrogancia, su egocentrismo y su copete.

Escándalo mundial

Luego del asesinato de mexicanos en Texas, el canciller Marcelo Ebrard informó que el gobierno de México interpondrá una denuncia por terrorismo contra nuestros connacionales. La Secretaría de Relaciones Exteriores informó que este recurso permitirá el acceso a toda la investigación que hagan las autoridades estadounidenses.

También, en consideración a que algunos de los muertos y heridos eran mexicanos turistas, nuestro gobierno debería hacer una campaña para evitar que los mexicanos visiten Estados Unidos y gasten su dinero allá donde no nos quieren.

El que escribe lo que usted lee piensa que de lo acontecido en El Paso, debería de agarrarse nuestro gobierno para protestar ante las instituciones internacionales por este crimen de odio propiciado por la política xenófoba de Donald Trump, exhibiendo, ante el orbe entero, al mandatario anaranjado, como lo comprueban los antecedentes, como un enemigo, arbitrario e injustificado, de México y los mexicanos.

Paráfrasis porfiriana

Pobre Estados Unidos, tan lejos de Dios y tan cerca de Donald Trump.