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La primera renuncia en el gabinete ampliado de Andrés Manuel López Obrador fue la de un hombre al que, por su pasado panista, los morenistas lo consideraron de derecha. Sin embargo, la lectura de su extensa y directa carta de renuncia ofrece una visión progresista. Germán Martínez Cázares, al parecer, creyó en la propuesta del actual presidente: “Por el bien de México, primero los pobres” y se afilió a su corriente política con el deseo de hacer posible la Cuarta Transformación.

Aceptó ser senador plurinominal por Morena y dejó su escaño para dirigir el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Dirigir, en su primera acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, significa: enderezar, llevar rectamente algo hacia un término o lugar señalado. Obviamente, para enderezar, llevar rectamente hacia un término o lugar señalado al IMSS, es necesario el manejo de los recursos económicos.

Martínez Cázares, en su misiva de desistimiento se queja de la injerencia que han desarrollado los funcionarios de la Secretaría de Hacienda en el aspecto administrativo de la institución de salud, con criterios neoliberales en el control presupuestal lo que ha ocasionado que “en 2019 prácticamente está en 0% el avance de obras y el pago de proveedores, los contratos y convenios de servicios se rezagan, algunos están por vencerse sin horizontes de legalidad y eficiencia, las compras de equipamiento paradas, las reclamaciones y litigios se aumentan; y si bien el abasto de medicamentos está garantizado, es precario y en algunos lugares pende de un hilo” —escribió el renunciante.

El escrito de dimisión del abogado Martínez es también un diagnóstico de cómo está operando una institución cuyas pretensiones originales fueron (son) únicas en el mundo: ofrecer servicios médicos ilimitados, desde la cuna hasta la tumba, sin que las prestaciones repercutan negativamente en el salario. Desde luego que Germán reconoce que los servicios del Seguro Social dejan mucho qué desear y que el instituto padece desvíos y una enorme corrupción. Al respecto escribió: “Insisto en que la mayor corrupción del Seguro Social —además de ser un delito especial establecido en nuestra ley— es la simulación de la declaración de las cuotas subestimadas que roban el fruto del esfuerzo diario de los trabajadores, porque con esas cuotas ficticiamente bajas, los trabajadores pierden jubilación, pensión de viudez, mejores créditos de vivienda y cobertura en protección social y, algunos patrones acumulan, inmoralmente, esos recursos”.

Enfatizó que si bien Andrés Manuel lucha contra las corrientes neoliberales, en la Secretaría de Hacienda se está obrando con espíritu neoliberal al querer imponer el ahorro por sobre todas las cosas y hacer recortes de personal. “Se han despedido trabajadores eventuales, con las disposiciones de Hacienda, cuando muchos de ellos podrían estar incluidos en el programa prioritario de Jóvenes construyendo el futuro”.

En la parte final de su renuncia Martínez Cázares, expresó: “Creo y defiendo al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, porque no es gerente de los que se creen dueños del país. (¡Sopas! Más chairo, ni el Chairo Negro). No es florero de nadie, como él mismo lo dice. Yo seguiré su ejemplo: tampoco yo seré florero en el IMSS de decisiones tomadas fuera del IMSS”.

Por su parte, el Jefe del Ejecutivo aceptó la renuncia de Germán lo cual es una señal de que las políticas de ahorro, los recortes de personal y de presupuesto, en un organismo que por su naturaleza no puede prescindir de recursos, no son políticas de la Secretaría de Hacienda, son órdenes presidenciales que en su afán por no dilapidar el dinero, como lo hicieron administraciones anteriores, se va al extremo contrario sin considerar que el gasto en la salud de los mexicanos, sobre todo el de los más pobres, no se puede restringir.

Ojalá que el Mandatario y el nuevo director del Seguro Social, Zoé Robledo, lean la carta renuncia de Martínez y la tomen como una evaluación y como un punto de partida para que sin derrochar el dinero, sin transas, economizando sin tacañerías, se mejoren los servicios del imprescindible Seguro Social.

El control presidencial sobre la Secretaría de Hacienda puede levantar sospechas de las intenciones del tabasqueño de, como lo hiciera Echeverría los tres últimos años de su mandato, manejar él las finanzas nacionales lo cual podría ser aciago.

Me despido con la prosa del ensayista, poeta e ingeniero mecánico, Gabriel Zaid que en su libro La economía presidencial escribió: “El presidencialismo mexicano, que fue primero militar, diplomático, político, se ha vuelto económico, para desgracia del país. La economía que estuvo a cargo de empresarios, comunidades locales y ministros, se ha vuelto presidencial. Desde mayo de 1973, ‘se maneja desde Los Pinos’, como dijo (para tranquilizarnos) el presidente Luis Echeverría. Así fue y así nos fue. En otros países hay un jefe de estado que no desciende a la política, la cual está a cargo de un jefe de gobierno que no desciende a la economía, la cual está a cargo de un ministro que no desciende a la administración de empresas. Aunque esto no niega la subordinación jerárquica, se evita convertirla en un sistema de engranajes que lleve las decisiones mínimas a un nivel máximo”.

Colofón

¿En qué se diferencia una pulquería del Seguro Social? En que en el Seguro Social hay pobres enfermos y en la pulquería ricos curados.